Capitulo dos - Misterios intrigantes

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Sabía bien ella, cuán peligrosa y las consecuencias que podrían venirle encima después, más ya se había decidido a inmiscuirse en aquel misterioso asunto y allí pegada a la puerta, escuchaba la conversación, que parecía la continuación de la anterior, de la cual, poco o nada había llegado a escuchar.
-Señor, sigo insistiendo en que... - Una temblorosa voz de un hombre de unos cuarenta y pico años, temblaba. Sin duda, estaba metido en algo serio.
-He dejado bien claro - hablo una gruesa voz de también aquella edad - Que no hay un no en esta conversación. Si o si, esa es la opción que le ha sido dada a esta institución. He hecho mucho por ella, un favor como este no es nada comparada con mi enorme colaboración. ¿Acaso me pretende agradecer de esta manera, Señor Esteban? - su tono de voz se había tornado más hostil.
Se escuchó unos pasos, que parecían retroceder y a continuación, la otra voz, más temblorosa comenzó a hablar, lo que era una especie de disculpa temerosa. Aquel tipo, era alguien peligroso.
"Esteban, ese no era..." Elsa, pasó el pulgar por su nariz, buscando en su mente el individuo que correspondía a aquel nombre, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando los pasos, venidos desde dentro se acercaron a la puerta y Elsa se apresuró a esconderse detrás de uno de aquellos pilares de piedra.
-Espero haber sido claro, señor Esteban.
Un sujeto, alto y apuesto, vestido en un elegante traje, salía de la habitación, parándose por unos instantes para mirar penetrante hacia el interior, seguramente amenazando al otro individuo. Sus ojos, de un verde claro, eran un tanto espeluznantes a la vez que atractivos y su cabellera negra, hacia de aquel hombre, el supuesto villano que al comienzo era la pasión loca de la protagonista. Arrugas que supuestamente estropean la belleza, encarecían al individuo un particular símbolo de atracción. Era alguien, que podía engañar a cualquier con una sonrisa, se asimilaría bien a ese papel, pero Elsa fue testigo, que no era tan bueno como pudiera aparentar.
Dicho sujeto, repentinamente se giró y centro su mirada en el lado donde Elsa se hallaba escondida. Por unos instantes, su corazón se inquieto, temiendo meterse en un problema, pero tras una mirada de serpiente peligrosa, el hombre fortuito abandonó el lugar en la dirección opuesta. Elsa suspiro con alivio y ahora si, se marchó rápidamente, no pudiera ser que el otro sujeto pudiera descubrirle.
A la salida, visualizo su carruaje y el chofer que la esperaba junto al lado de la puerta y al verla, abrió la puerta a la vez que se inclinaba y le daba las buenas tardes.
Elsa apenas asintió y entro en el carruaje, sentándose en el lado que daba a la carretera.
En el trayecto, se detuvo nuevamente a pensar en aquel hombre que había escuchado y que se asimilaba a alguien de la institución, finalmente, pocos minutos después de pensar, el director se le vino a la mente y comprendió mejor el porque estaría en tal peliaguda situación. Aunque no podía saber cuál sería su petición y porque supuestamente era algo tan serio, hasta el punto de llegarle a poner en un problema. Elsa, quería saber de qué se trataba y ya no se trataba sólo por curiosidad, sino también porque como futura reina, le hacía respectó.
Bajando del carruaje, escucho la voz de su hermana quien la llamaba, alzó la mirada y la vio acercarse más ella le trató con la indiferencia de siempre y se adentró en el Palacio.
Ana, permaneció inerte en el lugar, viendo la espalda de su hermana que se alejaba y se perdía tras las paredes del castillo y con suma tristeza suspiro. Aunque en ella albergaba la esperanza de que el haber comenzado a estudiar, hiciera un cambio en su hermana. Estaba segura de que pronto podría volver como aquellos tiempos en los que de niña jugaban y eran inseparables.

Exhausta se dejó caer sobre la cama. Permaneció unos instantes recordando aquella curiosa conversación, mientras observaba sus manos cubiertas por los guantes. En ese instante, como un flash, la imagen de aquel joven arrogante e irritante le vino a la cabeza y la puso enseguida malhumorada. ¡Que pedazo de tipo más impertinente!
-Es por cosas como esta que me negaba al ir - murmuró frunciendo la tez y sacudió la cabeza.
"Ni modo" Como futura reina, aquello no debía de pasar de minucias. Si no podía lidiar con algo tan trivial, no podría cargar con el peso de todo el pueblo.
Sin darle más vueltas a aquel asunto, se dispuso a enterarse de las novedades que el consejero real le mencionaba todos los días e hizo cuestión de anotar los asuntos y de firmar los papeles, que como siempre eran un taco.
Era ya noche, cual finalmente la estresada princesa, pudo permitirse un minuto de paz y se hundió en el agua caliente. Un largo suspiro se escapó de entre sus labios y se dio al privilegio de cerrar los ojos.

Dando vueltas por los pasillos del castillo, divagaba Ana, quien recitaba un poema de un libro que llevaba entre manos. Daba saltos y a veces danzaba, otras se reía a carcajadas o sonreía como una niña. Entonces se detuvo, frente a la puerta de la recámara de su hermana y se quedó observándola por varios minutos.
Una sonrisa encantadora se delineó en sus labios y en una correría llegó al final del pasillo y se metió en su habitación.
"¡Estoy segura de que todo saldrá bien!"

"Estaba segura de que todo saldría bien..." A la mañana siguiente, Elsa estaba más estresada que en el día anterior.
-He escuchado tanto de usted, princesa Elsa - comentaba una joven con admiración. Casi se le echaba encima - ¡Sin duda eres tan bella como comentan!
La mañana había sido tranquila. No había captado la atención, lo que para ella era una situación favorable. Más sin embargo... Cuando la hora del recreo llegó, la multitud se amontono sobre su pupitre, como alimañas rodeando a la misma presa. ¡Elsa casi pierde el corazón!
No estaba pendiente de ningún alumno en concreto, sólo en sus manos cubiertas, que así debían de permanecer todo el tiempo. A toda pregunta, apenas movía la cabeza, en negación o asintiendo, con su cara cruda sin ninguna pizca de amabilidad. Podía ser tan popular como quisiera, pero sabía que pronto todos se terminarían cansando si ella permanecía recta ante su actitud.

"Perfecto" Y en efecto, cuando la hora del comedor arribo, nadie hizo el esfuerzo anterior por entablar una conversación con ella. ¡Su bendita paz estaba asegurada!
Se levantó del pupitre, llevando con ella una pequeña caja en donde llevaba su comida. Iba a salir de su clase, cuando la presencia del gordo director se impuso ante ella, mostrando aquella sonrisa propia de un director, más falsa que nieve cae en el desierto. Tan llena de labia como baba de una rana.
-Buenas tardes, princesa Elsa. ¿Sería mucha molestia para usted que me acompañará un instante? Me gustaría pedirle consejo sobre varios asuntos de la institución.
Elsa aceptó, aunque eso sí, con toda la pereza del mundo. Su deseo por no socializar le había atraído a un sujeto poco agradable para su gusto, con el que seguramente pasaría toda la hora de comer.

-Que alimaña...
-¿Disculpe, ha dicho algo? - pregunto el director deteniéndose en medio del pasillo, eso si, con su mayor sonrisa.
Había permaneció unos minutos con él y ya habían ocasionado un severo dolor de cabeza a la joven princesa.
-Decía... - Se excusó -. que me encanta el acabo perfecto de los pilares y demás esculturas del lugar, en especial la del bebé Cupido de la fuente - comentó agregando una sonrisa, impropia para lo que a ella acostumbraba.
-Oh, no cabe duda de cuán refinado es su gusto, princesa Elsa. Sería un placer y un enorme honor, que fuera usted la que me ayudara en la elección de una nueva escultura, expuesta en la entrada - frotó sus manos una contra la otra.
Aquella mirada repleta de falsedad, dio un malestar a Elsa, quien ladeó la cabeza, haciendo cuestión de esbozar otra sonrisa.
-No creo necesaria mi opinión, pues las suyas son complacientes. De hecho suficientemente - Agregó con tal de terminar con aquella aborrecida conversación.
Convencido y muy satisfecho, agradeció varias veces y tras inclinarse tanto, que incluso pareció que se le rompería la columna, finalmente se marchó.
Elsa se dejó caer sobre un pilar y dejó escapar un largo suspiro. ¡Madre mía!
-Qué impertinente... - Murmuró para si misma.
Los pocos minutos que le quedaban, los aprovechó para comer su comida, que consistía de patatas cocidas con pavo al horno, ensalada al aceite y vinagre y una pequeña ciruela, que nada pintaba y a la que a Elsa no le gustaba. Con el tenedor, lo primero que hizo, fue tirarla a unos pájaros que espantados volaron, pero después volvieron a picarla.
Pensó, que con todo esto, su día habría dado por finalizado, con los típicos papeles que firmar, su charla con el consejero y finalmente con su baño relajante y quizás algún rato de lectura, pero no, no, se equivocó retóricamente.
Al abandonar el aula, tras finalizar su última clase, llevando su maletín con sus respectivos libros y material, junto a los demás alumnos salía del edificio, ansiando llegar a casa, más nuevamente fue importunada, pero esta vez por un nuevo individuo. Uno que ella reconoció enseguida, pues era alguien que había estado rondando por su cabeza desde el día anterior.
-Buenos tardes, señorita Elsa.
Con suma elegancia, el alto hombre se inclinó, sin llegar a la altura de la princesa, quien inevitablemente mostró sorpresa y una pequeña gota de sudor que se le escapó en su frente. "¿Me habrá visto?" Fue lo primero que pensó, más pese a sus temores, le saludó tranquila, al menos aparentemente.
-Buenas tardes, caballero - sonrió - ¿Tengo el gusto de hablar con?
- Hector Rivera.

Elsa & Jack Frost - Apiádate de mí [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora