Capítulo cuatro - Un joven blanco nieve

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"No puede ser verdad. Sencillamente... No puede ser real"
Aún poseyendo algo tan surrealista, aún se negaba a creer, que alguien más se asemejaba a ella. Llegó a pensar, que era única en su rareza, más no era cierto. Elsa, se había quedado, ciertamente cautivada por aquel poder, del mismo elemento, que le había rodeado. Por unos instantes, se había quedado ciega ante la presencia majestuosa que llegó a ver angelical. ¡Por que poco se queda embobada! Suerte que Elsa, era una chica dura. Su corazón helado, no era tan fácil de atrapar.
-Pamplinas - era esa su opinión acerca del tan hablado amor.
Quedar presa a alguien, era algo que no pintaba nada con su persona. Elsa, era alguien tan independiente. Sería un milagro verla de ojitos brillantes sobre alguien. ¡Que repelús! Se encogió de hombros sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
Allí, frente al espejo del cuarto del baño, aún Elsa se debatía un tanto enojada consigo misma, como había podido mostrarse vulnerable frente a aquel individuo. ¡Desgraciado! ¿Cuál era su idea? Primero le había hecho pensar que quisiera algo con ella y después salta con la propuesta de amistad. ¿Pretendía volverla loca?
-¡No lo conseguirá! - negó firme deslizando su palma húmeda por el cristal y esbozo después una sonrisa.
Había permanecido cierto tiempo, meditando viendo su imagen, en la novedad que se había presentado en su vida. Era cierto, que aquel individuo era alguien insoportable, de eso no le cabía duda, más tenía aquella particularidad que no podía negar que llamara su atención. Ya no era alguien, que careciera de su importancia.
Se metió en la bañera y se hundió hasta por debajo de la barbilla. Sus ojos, temblorosos y en tempestad, se centraron en el agua perturbada. Vio su mano, descubierta y estiro los dedos, soltando en el aire un pequeño copo de nieve que se derritió en el agua. Ahora quería centrarse más en aquella fiesta y en los misterios que el señor Hector aguardaba con suma perfección.

-¡Hermana!
Se dio la vuelta sobre sus tacones de cristal y vio con cierta incomodes, a Ana, quien corría de la entrada, hasta pararse a su lado, en medio del camino que daba a la entrada de la institución.
-¿Sucede algo? - pregunto arqueando una ceja.
-Finalmente - Hablo tratando de respirar correctamente, limpiando el sudor de su frente con el dorso de su mano - Quería hablar contigo. De hecho, invitarte a comer conmigo y mis amigos.
Elsa, negó con la cabeza a la vez que soltaba para sus adentros un lamentable suspiro. Era lógico que le pediría algo como aquello.
-Lo lamento, Ana, pero tengo varios asuntos que me requieren - Se dio la vuelta, terminando así con aquella conversación, más Ana se interpuso.
-¡Por favor, Elsa! - Junto las manos en suplica - Sólo la hora del patio.
¿A que se debía tanta insistencia? Ella nunca había insistido de aquella manera, lo que la llevó a pensar que algo ocultaba.
-¿Para que más? - Interrogó haciéndole saber que desconfiaba.
-No - negó esbozando una sonrisa - Sólo me gustaría pasar tiempo contigo.
Su yo interior, deseaba ese acercamiento, pero sabía que las consecuencias podrían ser irremediables. Un no, era la mejor e única opción para ella.
-Hasta luego, Ana.
Fue así, como dejo a Ana nuevamente inerte y desolada en medio de la multitud.
Con todo aquello, las clases ya se tornaron un sufrimiento, pues pese a estar acostumbrada a negar su atención, le seguía doliendo hacerlo.
-Al menos no vendrá... - murmuró agarrándose a ese alivio sacando su comida.
-Buenos días, Elsa.
Se le cruzaron sus ojos, cuando al levantar la mirada, vio a un insecto molesto, parado de manos encima de su secretaria, así, actuando como si fueran los "mejores amigos". Enseguida, vio como a su alrededor, varios compañeros se habían concentrado en aquella extraña relación.
Elsa, trato de mantenerse recta, como solía ser.
-¿Qué desea de mi? - levantó apenas la mirada.
-Pensé, en que podríamos comer juntos, princesa - Le guiñó el ojo, arqueándose por encima del escritorio, casi encima de ella.
-¿Le importa? - Levantó la mano, haciendo distancia entre ellos - Prefiero comer sola.
El albino, dio un salto para atrás, incorporándose después sobre su cuerpo y dio una vuelta con el bastón, poniéndolo después sobre sus hombros y con su típica sonrisa, dio una pequeña vuelta por los pupitres, parándose después al lado de Elsa, quien le miraba seriamente.
-Pensé - Rió él - Que después de nuestra tarde de ayer, nuestra distancia, se hubiera tornado nula.
Fue de inmediato, que las miradas de los demás se enfocaron en ella y los cotilleos comenzaron sin ninguna especie de privación, aún sabiendo que ella estaba allí presente, escuchándolos claramente.
-Le importaría - Le agarró de la muñeca con cierta fuerza - ¿Venir conmigo un momento?
Aunque se formuló una pregunta, aquella no era una opción, sino una orden. Jack, no hizo cuestión de negarse y sólo se dejó arrastrar por la princesa, campante y sonriente.
Elsa lo llevó arrastras, hasta aquella trasera solitaria y entonces le mato con la mirada.
-¡¿Qué pretende?!
Jack, levantó las manos y las subió y bajo, como tratando de apagar los humos de la  princesa, quien con hostilidad hizo que él las bajara.
-Sólo, deseo su amistad. Somos idénticos y quiero compartir, dicha similitud con usted. ¿Nunca se ha sentido diferente y rara referente a los demás?
Elsa no pudo negarlo y su mirada decayó. Tenía tanta razón... Muchas veces hacia deseado desaparecer. Llegó a verse, como una especie de monstruo inmundo.
-No lo negaré - Le vio bajo sus largas pestañas - Pero esa no es razón, para que establezca una amistad con usted, aún con particularidad en común. Aborrezco la socialización.
-¿En serio? - Interrogó mostrándose un tanto sorprendido - Por la pequeña conversación de ayer, no me pareció así. Lo único que vi, fue a una joven que se abstiene de caer dañada por los demás y entonces, detrás de esa barrera que mismamente usted creo, se protege.
¿Qué? Elsa arrugó el entrecejo, sumamente sorprendida. ¿Tan transparente era? ¿Alguien más se habría dado cuenta o todo el mundo lo sabría?
En ese momento, llegó a sentirse tonta. Quizás había estado expuesta con la verdad, a los ojos de los demás. Incluso Ana podría saberlo...
-¿Cómo?... - Murmuró un tanto chocada - Entonces todos...
-No... - Jack cubrió, como el día anterior, los labios de la joven con su mano y le clavó sus orbes azules en los suyos. Las pupilas de Elsa se contrajeron ante su presencia - Permanezca tranquila, princesa. Usted oculta muy bien su realidad. Es una persona fría y hostil, frente a los ojos de los demás.
"¿En serio?" Estremeció su pecho, así como también su alma. Su corazón, se detuvo por unos breves instantes, ante la pureza detallada en los ojos de aquel joven, que por su hostilidad y el querer lejanía de todo el mundo, habían quedado invisibles. Tanta pureza y bondad, jamás habían sido vistas en alguien más. No era tan sólo, aquel poder que la atraía, sino lo peculiar que era en sí aquel joven, no en sentido romántico, sino en la persona en sí.
-¿A sí? - Volvió en sí mostrándole una sonrisa definida - ¿Cómo lo sabe? No me conoce.
Jack soltó una pequeña carcajada, que sonsacó a Elsa un tenue rubor.
-No trate de engañarme, princesa. Yo, además de ser un perfecto acosador, soy también un perfecto lector de corazones y - fingió estar leyendo un papel - Según mi informe, es usted tan pura como las cataratas del agua más limpia del mundo. De hecho, ese aire hostil y frívolo, no se lo pega ni con la cola más eficaz de la faz de la tierra. Al menos a mi - se señaló orgulloso - No me engañará ni en sus recónditos sueños.
Un peculiar cosquilleo hizo que vibrará su corazón. Aquella conversación, llegó a parecerle divertida.
-Me parece, joven Jack, que usted cree saber de todo - Se cruzó de brazos, anteponiendose en sus tacones.
-Sí - Mostró toda su perfecta dentadura - De hecho, se todo lo que llama a mi interés. Usted - la señalo - Esta dentro, de dicho interés.
-Por la manera, en que habla, me hace pensar que desea algo más de mi que sencilla amistad - Pestañeo haciéndose la interesante
-Eh, dejo eso en tu imaginación - Rió él, haciendo menor su distancia, posando su cabeza en el extremo de su bastón.
Elsa dejo que los cargados párpados cubiertos de púrpura se cerrarán por breves instantes, enfocando después la tez pálida del individuo, que sonreía convencido de que su ímpetu, había ganado la batalla.
-Abstenerse de conversar en público conmigo - Apagó su sonrisa, reemplazándola por seriedad.
-Sin problema - Rió él tambaleándose ligeramente - Como ordené, princesa.
-Bien...
-Pero - quiso añadir - Todos los días, a hora de comer, nos veremos aquí.
Elsa le clavó la mirada y negó.
-Suelo ir a la biblioteca.
-¿A hacer que?
-¿Leer? - Sonrió sarcástica.
-Puede leer aquí - Camino de puntillas hasta cerca del árbol - Paz sobra.
-Me agrada el ambiente de la biblioteca - Excusó a sabiendas que pasar todos los días con él sería algo incómodo para ella.
-Princesa Elsa - le clavó la mirada risueño - No le morderé.
¡Rayos! Elsa se ruborizó. Había sido nuevamente pillada por él. ¡Maldito don que le había sido otorgado!

Elsa & Jack Frost - Apiádate de mí [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora