Capítulo dieciséis - Sacrificada... ¿Para nada?...

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¿Qué hacia Elsa tan temprano en la calle? Bueno, dadas las circunstancias en las que se encontraba el país, no era admirable que todos los nobles y caballeros se hallarán en comunión preparando la estrategia, aunque, en medio de la reunión, irrumpió un peregrino, que se presentó a él mismo como un espía, antes de soltar la explosión que desataba en su boca.
-¡Hemos sufrido un ataque por la zona oeste! - grito exaltado.
Todos se levantaron de sus asientos, mostrándose un tanto alterados, más no dejaron que ese ataque les conmoviera, tenían que mantenerse serius y serenos ante la situación. Por muy gorda que fuera la cosa no podían perder el equilibrio mental.
En cambio, Elsa estaba de los nervios y expreso sin ninguna privación su enorme preocupación.
-¿Ha habido heridos?
Aleixandre posó la mano sobre la de su esposa, la cual sintió un cosquilleo. Era increíble, aún no se acostumbraba a ese contacto. Era... Verdaderamente espeluznante.
El presente espía abrió los ojos de par y asintió demostrando rabia - Varios peregrinos han sido... Asesinados.
El corazón de Elsa se tambaleo y con dolor se dejó caer en la silla. Le dolía... Sabía que eso sucedería aún habiendo aceptado aquel tratado, pero... Le dolía mucho aceptar que pobres inocentes perderían la vida.
-No dejéis que eso os abata - hablo Aleixandre sin demostrar mínima inquietud - Tenemos que preparar al ataque. Ellos nos han sorprendido y creen con arrogancia que han asumido el liderazgo de esta guerra, pero están muy equivocados.
Entonces todos comenzaron a preparar el primer ataque por su parte, así... Como si aquellas vidas que se habían perdido nada valieran, como si no pasarán de meros granos de arena. Sabía, que no podían dejarse caer, pero a Elsa le costaba mucho aquella situación. Se sentía impotente.
"Puedes luchar" Le hablo su voz interior y Elsa tuvo el  instinto de mirar sus manos cubiertas por aquellos guantes "Claro..." Ella tenía poder. Jamás había pensado en usarlo para arremeter contra la vida de alguien, más... Quizás llegará el desdichado momento que se vería obligado a usarlo. Sólo imaginarlo, le ponía la piel de gallina.
Transcurrida media hora después, la pareja abandonaba la estancia como los demás presentes en la reunión. Subiendo el carromato, Aleixandre se detuvo y miró a Elsa con un sorprendente desprecio. Ella no supo más que hacer sino arrugar la nariz confusa, ¿A que venía aquel desprecio repentino? Ella no había hecho nada que lo molestara...
-Eres un incordio - hablo como cuchillas punzantes - Un maldito incordió. No sabes cuánto odio estar con alguien que carece de espíritu.
¿Qué?... ¡Que!
-¿Se puede saber de qué hablas? - no dejo que sus palabras mostrarán ninguna molestia. Aunque si estaba muy molesta, si alguien no merecía criticarla era aquella maldita alimaña.
-Casi te hundes en lágrimas por unas malditas vidas. Vidas de sujetos de los que nada conoces, de verdad, eres un asco - Sacudió la mano, como echándola y Elsa se dispuso a entrar al carromato, aunque fuera lo único que hiciera, pero él príncipe dio la orden de que avanzará.
-¿Señor? - el chofer le miró con sorpresa y a la vez duda.
-¡Arranca dije! - ordenó con fiereza y el chofer apenas obedeció.
-¡Oye!
La princesa fue dejada atrás, la cual corrió detrás del carromato. No comprendía porque le hacía aquello. ¿Acaso no había tenido lo que sería al humillarla anoche? ¡Se había casado con él! ¡¿Qué más quería de ella?!
El príncipe, sujetó a las barras laterales del carromato, se reía asomado en la puerta abierta, de la princesa que corría sin descansó detrás del carromato. Todos los ciudadanos venían aquel acto con sorpresa, si habían escuchado hablar mal del príncipe y no se lo habían creído, allí tenían la prueba presente de que él no era ningún bollo de crema, sino esa ciruela ácida poco apetecible.
Elsa se detuvo, cuando su cansancio llegó al límite, cuando su orgullo ya estaba suficiente dañado y no permitiría más humillación, entonces, sólo entonces el individuo mando al chofer que se detuviera y este bajo dando un salto y se acercó a la princesa exhausta, a la que agarró de la muñeca ejerciendo fuerza.
-Ah... ¿Qué haces? Me haces daño... - reclamo a Elsa arrugando el labio inferior con dolor.
-Es la última vez, que mi princesa me acompaña a una reunión - Elsa encaró al individuo, quería enfrentarle, más lo que logró sólo fue que ejerciera más fuerza - Me humilla tu maldita presencia y lo que menos quiero es perder mi popularidad - soltó A la princesa, la cual superpuso una mano sobre la muñeca enrojecida - ¿No lo entiendes? - llamó nuevamente su atención - Eres sólo la muñeca que quiero para "desahogarme"
Si había visto aquel tipo como alguien despreciable, era mucho peor que eso, ¡en serio! Tenía ganas de mandar todo a la mierda y matarle con sus poderes. Si se convertía asesina por eso, sería una buena causa. Personas como aquel tipo, no hacían ninguna falta. ¡Ninguna!
-¡Vamos! - grito Aleixandre a la falta de paciencia para las quejas de la princesa y la metió de mala manera dentro del carromato.
En consecuencia de ese maltrató, Elsa se llevó un buen golpe en su frente, sintiendo enseguida como se le hinchaba. Si estaba sorprendida o no... La verdad es que no. Elsa había podido ver la primera vez, que aquello ojos no eran de alguien bueno, sino de alguien déspota que se cree el dueño de todo y todos, y si alguien se atreve a molestarle, bueno... Al igual que Elsa sufriría las consecuencias.
Fue nada más sentarse la sabandija, que volvía a ordenar el movimiento y Elsa aún en el suelo sintió la inestabilidad de la carretera de pierdas y rápidamente, en el trote, trato de volver a su asiento, pero Aleixandre aun no estaba satisfecho y eso le indicó cuando puso su pie sobre el hombro de Elsa.
-Tu ahí, querida - sonrió de mala entraña.
-¡Basta! - Llegó Elsa a su límite y apartó el pie de mala gana - ¡Mira! ¡Hemos firmado un tratado, pero no por eso dejaré que me maltrates!
El príncipe cruzó los brazos, arrugando a la vez su frente, como si estuviera muy lejos de comprender el porque de tanta hostilidad y repentinamente, comenzó a reírse una vez más, como si la situación fuera divertida.
-Princesa... Mi amor... - hablo con dulzura agachándose a su lado - Mira... - La agarró repentinamente del collarín de su vestido y la mato con la mirada - Obedece, o tu pueblo será quemado; obedece si la vida de tu hermana quieres conversar; obedece o... - acarició su propio rostro - Si a quien más quieres, deseas mantener vivo.
A Elsa se le encogió el corazón. ¿Quien era alguien tipo? Como... ¿Podía haber alguien que disfrutará tanto con el sufrimiento ajeno? Como... No había respuesta a esa pregunta.

Un anillo, uno brillante y de grande valor, había estado semanas presionando su dedo, haciéndola la esclava de un sujeto horrible. Horrible... Hasta era poco para referirse a aquella persona.
Elsa, se hallaba presa de sus destrozados sentimientos, allí, a las tantas de la mañana, bajo la clareza de la luna, en el jardín de palacio.
En aquellas semanas, habían sucedido varias cosas, pero todas tenían que ver o con las humillaciones de su marido, o con la guerra que había emprendido el mal rumbo y había llevado consigo - las que ella sabía - a miles de vidas. Sabía, que había tomado la decisión cierta al casarse con Aleixandre. Salvaría a miles de vidas, pero... Hasta eso había dejado de tener sentido. Hacia días, que las palabras de Jack asombraban su cabeza <<¿Crees que alguien te agradecerá el sacrificio?>> Cuando pensaba en ello, en que quizás tuviera razón, su corazón se encogía y sucumbía bajo el dolor. Quizás si... Quizás estuviera sufriendo para nada. Quizás... Todo fuera en vano y entonces... Comenzaba a llorar como una niña desdichada y abandonada por la propia mujer que le había traído al mundo. ¡Quería morir! Ya era suficiente... No soportaba que Aleixandre la siguiera tocando, ¡Ya no quería seguir viviendo!
-Ya no más... - en el temblor de sus manos, se concentró en ellas.
Entonces, la idea lógica de cualquiera víctima de aquella situación, pensaría y sin pensarlo mucho, se liberto rápidamente de las cadenas de tejido que cubrían sus manos. Ya había tenido suficiente...
"¿Dónde esta la felicidad?" Pensó levantando sus manos, soltando una pequeña nevada, la cual vio con una entrañable nostalgia. Pronto, la sonrisa de Jack se hizo presente en su mente. Esa tan pura, tan linda, que tantas, ganas veces le había hecho sonreír. Aunque fuera muchas veces oculta en su interior, la princesa había sonreído, de verdad había sido feliz. Había... Sido la persona más feliz entre sus brazos. No podía quejarse, la vida ya la había regalado suficiente emoción, si moría ahora... Se sentiría complacida. Tenía que hacerlo, antes... De que se perdiera por completo.
-Jamás imaginé... - sonrió posando las manos sobre su cuello - Que haber nacido con este poder, me daría... Una muerte diferente...
Sus pesados párpados, cargados por no sólo el maquillaje púrpura, sino también por la amargura, se cerraron y la rubia esbozo una última sonrisa, antes de hacer uso de su poder, para los peores propósitos.
Quizás estaba equivocada. Tal vez tenía que arremeter con fuerza hacia quien la había hecho alguien tan desgraciada. Quizás... Pero ya todo le daba igual.
El frío hostil, se formó en una fila daga, que se dispuso a usar como arma que atravesaría su cuello. Y una vez más... Murmuró el nombre de su amado.
-Princesa...
Jack... Ese que desde aquella noche, no había dado ninguna señal de vida, apareció allí, en medio del jardín, sobrevolando el lugar sobre su báculo. Era normal que sonriera, pero en este caso, no hubo ninguna pizca de aquella gracia que siempre le acompañaba.
-Jack... - Elsa detuvo la daga de hielo, casi encima de su cuello - Me alegra verte...
De sus ojos, ya comidos por las lágrimas, emanaron unas cuantas más. Verle...suponía felicidad, pero también una terrible amargura. Sentía que lo había traicionado, como una perra infiel. Sentía... Que ya no merecía estar con él. Es más... No quería mancillar su cuerpo ni su espíritu con la mala entraña de su hermano.
-Detén esto... - Posó el albino la mano sobre la daga y lentamente la bajo.
-¡No lo entiendes! - volvió a tomarla ella con firmeza, hundida en lágrimas, hundida en su miseria - ¡No puedo más!
Jack la detuvo una vez más - Lo lamento... - Elsa le encaró en un baño de lágrimas, con la mano temblorosa sujetando el arma - Siento haberte dejado sola...
¿Qué culpa tenía él? Jack, en su momento le había tendido la mano y ella se había negado. ¡Lo haré por ellos! Grito ella en el momento convencida de su decisión. Nadie se acordaría de terrible tratado, nadie... Se lo agradecería, ni siquiera esos pequeños niños, tan inocente y más víctimas de todo.
-N-no... - hablo ella sin voz - Yo tengo la culpa... Yo... ¡Sólo quería salvarlos a todos!
-Eso es imposible - Murmuró Jack, atormentándola más - Abre los ojos, Elsa, todo el mundo acaba sufriendo. Todo por... El despecho de alguien más...
La princesa observó al albino, con la sospecha de que algo más había detrás de aquellas palabras.
-¿Jack?...
Él abrió la boca. Iba a hablar, iba a decirle algo que ella desconocía, pero... En el pequeño lapso de tiempo, sus labios volvieron a sellarse.
-Esto no tiene que ver contigo... - Acabo por decir después, dándole cobijo entre sus brazos - Elsa-

Era seguro, que una vez más me pediría para huir, "escapemos" claro... Y ella podría olvidar todo el tormento que había vivido y al fin cometían perdices y vivirían felices para siempre. Eso solo eran cuentos de hadas... Su tormento la seguiría para siempre. La única solución para terminar con su dicha, era... Darle el final a su vida.
Iba a hacer presentes sus intenciones, cuando en un soplo de viento feroz y un estallido, ambos jóvenes salieron disparados por los aires y de pronto, las llamas se hicieron presentes en los ojos aguados de Elsa. Unas feroces llamas y seguidas de estas, unas presencias más terroríficas saltaban el muro y en menos de nada, la princesa tenia el filo de una espada pegado al cuello.

Elsa & Jack Frost - Apiádate de mí [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora