Capítulo 10 - El Banderín

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Supongo que tendría que haber colgado este banderín, que debería haber estado en diagonal sobre mi cama, como tachando cualquier otra cosa: LOS BEAVERS DEL INSTITUTO HELLMAN. E imagino que la razón por la que nunca lo coloqué en ninguna parte fue porque los colores de los Beavers, amarillo y verde, desentonaban con lo que hay sobre mi cama, el cartel de mi película favorita, "Nunca a la luz de las velas", con Theodora Sire levantando las cejas para siempre en el póster que Liam me regaló en mi último cumpleaños, después de buscarlo durante una eternidad, como si insinuara que lo que había sobre mi cama era poco elegante e indigno de mí. No lo colgué en la pared, no quería colgarlo, y debería haberlo sabido entonces.

También podría haber dicho LA NUEVA NOVIA DE HARRY DEL INSTITUTO HELLMAN cuando lo encontré el viernes enganchado en una rendija de mi casillero, ondeando con la brisa procedente de los viciados conductos del aire como cuando los diplomáticos llegan al Hotel Continental. Tuve que forcejear un poco para sacarlo y sentí cómo mi rostro ruborizado sonreía y luchaba por no sonreír. Todo el mundo sabe que aunque los banderines se ponen a la venta los días de partido, siendo las animadoras secundarias las encargadas de ofrecerlos a voces y con una sonrisa en la cafetería, solo los llevan los estudiantes de primer curso, los padres y otras almas despistadas, además de las novias de los jugadores, que los roban para repartirlos como rosas de tallo largo el viernes por la mañana. Y la gente lo vio y sacó conclusiones. Jillian Beach no tenía nada que se moviese al viento en su casillero, y suficiente gente chismosa me había visto contigo en el entrenamiento de esa semana después de clase para imaginar de quién había recibido el banderín. El segundo capitán, debió de comentarse en algún lado entre gritos ahogados, y _______ ________. Tal vez la gente les preguntó a Lauren y a Liam si era cierto. Tal vez ellos respondieron que sí, simplemente sí , o quizás algo peor que prefiero no imaginar.

Y dentro de mi casillero, la entrada. Probablemente tampoco pagaste por ella. No sé cómo funciona lo de la zona reservada, acordonada para los amigos y familiares, protegida por los chicos del equipo universitario junior, todos orgullosos por la importancia de su tarea de vigilancia. La entrada desapareció hace mucho, rota y quemada hasta convertirse en nada y humo. Me dijiste después que sentías no haber podido conseguir una entrada para Liam, pero que, por supuesto, podía acompañarnos a la fiesta posterior o a donde fuéramos si perdíamos, aunque Liam me respondió que tenía planes, que no, gracias. Cuando llegué a mi asiento, Gemma estaba a mi lado, cargada con unas galletas envueltas en papel de aluminio, aún calientes.

—Vaya, un banderín —recuerdo que dijo—. Ahora todo el mundo sabe de qué lado estás, _______.

Tenía que gritar para hablar conmigo. Un padre que estaba detrás de nosotras puso su mano sobre mi hombro: Siéntate, siéntate, que aunque el partido no haya comenzado necesito una panorámica totalmente despejada de la cancha de madera brillante y las chicas que menean los pompones.

—Con los Beavers, supongo —respondí.

—Es el supongo lo que más reconforta.

—Bueno, es… —quería decir «el de mi novio», pero temía que Gemma me corrigiera— cosa de Harry. Trato de ser amable. Y él me lo dio.

—Por supuesto que lo hizo —dijo Gemma, y abrió el paquete de papel de aluminio—. Prueba las galletas. Les he puesto nueces en vez de avellanas, dime qué te parecen.

Las sostuve en las manos. Gemma no había estado en casa el resto de nuestra primera semana juntos, dejándome sola, leyendo en tu desordenado salón mientras tú te duchabas. Aunque me habías invitado a subir. Pero tenía miedo de que regresase, ignoraba cuál eran las reglas, así que esperaba hasta que bajabas aún mojado de la ducha y nos tumbábamos juntos sobre los cojines, en el suelo, con la televisión pisando nuestras palabras. Te diré la verdad: prefería cuando tú me ayudabas a tocarte, deslizando nuestras manos por encima y por debajo de tu ropa limpia, que cuando tú me acariciabas, tan insegura me sentía de cuándo podría regresar Gemma a casa y pillarnos.

Y por eso rompimos (Harry Styles y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora