Capítulo 4 - El Afiche

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Me parte el corazón devolverte este afiche de la primera película que vimos, pero así quedamos igualados porque tú ya tienes el corazón roto, o eso creo. De todos modos, me resulta imposible volver a mirar a Lottie Carson, por razones obvias, así que si no te lo devolviera, quedaría olvidado por ahí, en algún montón de basura, en vez de que te contemple cuando abras la caja y te haga llorar con su sonrisa, su hermosa sonrisa, la famosa sonrisa de Lottie Carson.

—¿Cómo? —exclamaste contemplando a la anciana, que bajaba por la avenida.

—Lottie Carson —dije.

—¿Quién?

—La del cine.

—Sí, la vi en la última fila. Con el sombrero.

—No, esa es Lottie Carson —repetí—. Al menos, eso creo. La que aparecía en la película. Greta.

—¿De verdad?

—Sí.

—¿Estás segura?

—No —admití—, por supuesto que no. Pero podría ser.

Salimos y tú entrecerraste los ojos y frunciste el ceño.

—No se parece en nada a como sale en la película.

—Eso fue hace años y años —dije—. Tienes que usar la imaginación. Si fuera ella, significa que se coló en el Carnelian para verse a sí misma en tierras salvajes, y nosotros somos los únicos que lo sabemos.

—Si fuera ella —repetiste—. Pero ¿cómo puedes estar segura?

—No hay manera de estar seguros —dije—. Al menos, ahora. Pero, ¿sabes qué?, tuve una corazonada durante el gran beso del final.

Sonreíste y supe en qué beso estabas pensando.

—Tuviste una corazonada.

—No me refiero a ese beso —respondí sintiendo de nuevo tus manos que apartaban cariñosamente mi pelo de nuestros rostros—. El beso de la película.

—Espera un minuto —exclamaste, y entraste de nuevo en el cine.

La puerta osciló hasta cerrarse y te contemplé a través del cristal manchado como en una película desenfocada, en una copia sin remasterizar. Te acercaste apresuradamente a la pared, te inclinaste y luego, rápido, rápido, rápido, atravesaste de nuevo la puerta, me tomaste de la mano y cruzamos alocadamente la Décima hasta la tintorería. Miré la hora en el reloj de la pared, sobre los percheros que revisan cuando están buscando tu prenda. Me di cuenta de que la película había sido corta y de que disponía de mucho tiempo antes de la hora a la que le había dicho a mi madre que estaría en casa y a la que le había prometido a Liam que lo llamaría con todos los detalles. La ropa se movió como si estuviera en un simulacro de incendio, desfilando en una ordenada exhibición de moda y envuelta en plástico, luego se detuvo y un horrible vestido se reunió con un cliente en un abrazo arrugado. Pero empujaste mi mejilla, tu mano tan cálida sobre mi piel, y vi lo que querías que viera. Afiches los llaman, lo sé por el libro "Cuando las luces se apagan", breve historia ilustrada del cine. Habías robado el afiche del Carnelian. Este es original, antiguo, se nota en los tonos, y reposaba rugoso y feliz en tu mano. Lottie Carson, con la ventisca al fondo, preciosa en su abrigo de piel, la Belleza Cinematográfica de Estados Unidos.

—Esta chica —dijiste—, esta actriz y la señora que bajaba por la calle, ¿aseguras que son la misma persona?

—Mírala —exclamé, y tomé la otra esquina del afiche.

Tocarlo me cortó la respiración. Yo sujetaba una esquina, tú, otra, una tercera mostraba el logotipo de Bixby Brothers Pictures y la última había desaparecido, ¿ves?, rasgada y abandonada en una chincheta del vestíbulo cuando lo robaste para que pudiéramos contemplar juntos a Lottie Carson.

—Si es ella, probablemente viva por aquí —caí en la cuenta. Ya se encontraba algo lejos, con su abrigo y su sombrero, como a un cuarto de manzana—. Cerca, quiero decir. En algún lugar. Eso sería…

—Si fuera ella —volviste a decir.

—Los ojos son los mismos —aseguré—. La barbilla. Mira el hoyuelo.

Miraste hacia el final de la manzana, luego a mí y luego la fotografía.

—Bueno —dijiste—, esta es sin duda ella. Pero la señora que baja por la calle podría no serlo. Dejé de mirarla y volví la vista, Dios mío, qué belleza, hacia ti. Te besé. Puedo sentir mi boca sobre la tuya, noto la sensación de lo que sentí entonces, aunque ya no lo sienta más.

—Aunque no fuera —murmuré contra tu cuello cuando se acabó; la clienta de la tintorería carraspeó para llamar nuestra atención cuando salía con su horrible vestido desmayado sobre el codo, y yo me aparté de ti—, deberíamos seguirla.

—¿Cómo? ¿Seguirla?

—Vamos —te animé—. Podemos comprobar si es ella. Y, bueno…

—Es mejor que verme comer —añadiste leyendo mis pensamientos.

—Si quieres, podemos almorzar —dije—. O si es necesario, no sé, ¿volvemos a casa o algo así?

—No —aseguraste.

—¿Que no quieres o que no tienes que regresar a casa?

—No, quiero decir, sí, bueno, que lo que tú quieras.

Te dispusiste a cruzar de nuevo hacia su lado de la calle, pero te agarré del brazo.

—No, quédate aquí —dije—. Deberíamos seguirla a una distancia prudencial.

Eso lo había sacado de "Medianoche marroquí".

—¿Qué?

—Será fácil —aseguré—. Camina despacio.

—Es mayor —admitiste.

—Tiene que serlo —continué—. Tendrá unos…, no sé, era joven en Greta en tierras salvajes y eso fue en…, veamos —le di la vuelta al afiche y busqué algún dato biográfico.

—Si fuera ella —dijiste.

—Si fuera ella —repetí, y tomaste mi mano. Y aunque no fuera, quise murmurar de nuevo contra tu cuello, aspirando el aroma de tu espuma de afeitar y tu sudor. Vamos, es lo que pensé, mientras la película dejaba su estela de vapor en mi mente. Veamos adónde nos conduce esto, esta aventura acompañada del zumbido de la música y la ventisca de nieve teatral, con Lottie Carson abandonando indignada el iglú y Will Ringer refunfuñando antes de ir a buscarla. Greta elegirá al hombre adecuado, sin importarle lo humilde que sea su iglú, y sus lágrimas de felicidad se congelarán como diamantes en su hoyuelo bajo esa luz que solo Mailer era capaz de conseguir. Vamos, vamos, deprisa hacia el final feliz con Lottie Carson escondiendo el anillo de compromiso en un bolsillo del abrigo justo cuando la palabra «FIN» revolotea en la pantalla, enorme y triunfante, y se produce el gran, gran beso. Esa fue la señal para mí, cariño. Tuve una corazonada de adónde nos conduciría aquel día, 5 de octubre, una corazonada avivada por el reverso de este afiche, la edición promocional de Lottie Carson, una cronología de su vida y su trabajo. Su cumpleaños estaba cerca —tenía casi ochenta y nueve años—. Eso fue lo que pensé mientras descendía abstraída por la calle. Fue el 5 de diciembre lo que visualicé al caminar juntos el 5 de octubre, vamos, vamos juntos hacia algo extraordinario, y comencé a hacer planes, pensando que llegaríamos tan lejos.

Y por eso rompimos (Harry Styles y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora