Capítulo 6 - La Cámara

729 22 0
                                    

Nos escondimos en un A-Post Novelties que estaba frente al Mayakovsky’s Dream, justo al otro lado de la calle, como una pelota de pimg pong que hubiera rebotado, y miramos a hurtadillas a través de las estanterías llenas de qué sé yo, esperando y esperando a que Lottie Carson finalizara su glamurosa escala y saliese para que pudiéramos seguirla hasta su casa. Supongo que no podíamos estar merodeando, o quién sabe por qué acabamos en un A-Post Novelties con las dos arpías malhumoradas que estaban a cargo y todas aquellas tonterías, caras y coloridas, que las personas compran a otros para sus cumpleaños cuando no los conocen lo suficientemente bien para saber encontrar y comprar lo que en realidad les gusta. Al menos, esta cámara es lo único que me compraste en un A-Post Novelties, Harry, eso tengo que admitirlo. Paseé entre animales de cuerda y tarjetas de felicitación mientras tú te agachabas bajo los móviles que colgaban del techo hasta que, por fin, dijiste lo que te rondaba la cabeza.

—No conozco a ninguna chica como tú —aseguraste.

—¿Cómo?

—Que no conozco a ninguna…

—¿Qué quiere decir como yo?

Suspiraste y luego sonreíste y te encogiste de hombros y volviste a sonreír. El móvil tenía estrellas plateadas y cometas que brillaban en círculos en torno a tu cabeza, como si te hubiera golpeado hasta dejarte sin sentido en un cómic.

—¿Bohemia? —propusiste.

Me planté delante de ti.

—Yo no soy bohemia —exclamé—. Jean Sabinger es bohemia. Colleen Pale es bohemia.

—Esas son raras —dijiste—. Espera, ¿son amigas tuyas?

—¿Es que entonces no son raras?

—Entonces siento lo que he dicho —te disculpaste—. Tal vez lista es a lo que me refiero. La otra noche, por ejemplo, ni siquiera sabías que habíamos perdido el partido. Pensé que todo el mundo lo sabría.

—Yo ni siquiera sabía que había un partido.

—Y la película esa —sacudiste la cabeza y lanzaste un extraño suspiro—. Si Niall se enterara de que he visto algo así, pensaría…, no sé lo que pensaría. Esas películas son para maricas, sin ánimo de ofender a tu amigo Liam.

—Liam no es marica —protesté.

—Ese chico hizo un pastel.

—Yo lo hice.

—¿Tú? Pues sin ánimo de ofender, pero estaba asqueroso.

—Se suponía —exclamé— que debía estar amargo, horrible como una fiesta de cumpleaños de los amargos dieciséis, en vez de dulce.

—Nadie la probó, sin ánimo de ofender.

—Deja de decir sin ánimo de ofender cuando haces comentarios ofensivos —me quejé—. Eso no te da permiso de hacerlo.

Me miraste ladeando la cabeza, como un cachorrito atarantado que se pregunta por qué está el periódico en el suelo. En ese momento, me pareció un gesto tierno.

—¿Estás enfadada conmigo? —preguntaste.

—No, no lo estoy —respondí.

—Ves, esa es otra cosa. No sé cómo explicarlo. Eres una chica diferente, sin ánimo de ofender _______, ups, lo siento.

—¿Qué hacen las otras chicas cuando se enfadan? —te pregunté.

Suspiraste y te manoseaste el pelo como si fuese una gorra de béisbol a la que quisieras dar la vuelta.

Y por eso rompimos (Harry Styles y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora