Capítulo 4

232 27 3
                                    

-¿¡Qué te pasó!? -Exclamó mi mamá cuando me vio entrar. -¿Viniste en taxi? No tardaste mucho.

-Bueno, un chico me trajo -pausa -después de haberme empapado cuando su carro pasó por un charco. -Puse todas las bolsas en la barra.

-¿Qué chico?

Rayos, ¿qué chico? ¿qué se suponía que debía responder? No lo sé mamá, él dijo que me conocía y se ofreció a traerme a casa. Diablos. Ni siquiera su nombre le pregunté. Si mi mamá supiera que me subí al auto de un chico desconocido me daría una buena reprendida de la cuál nunca me olvidaría y recordaría cada que me subiera al auto de alguien.

-Eh... ¿recuerdas a Johan Green?

Fue el primer nombre que vino a mi mente en ese instante. El tipo iba en mi escuela, cuando iba en cuarto grado y me hacía bullying todo el tiempo.

-¿El niño que te pegaba en tercero?

-Cuarto -La corregí -Pues...

-¿¡Te subiste a su auto después de que te salpicara de agua puerca de la calle!? Además de que era el niño que te hacía llorar en la escuela. Nirvana... -Oh no, ahí venía esa mirada.

-¡Mamá! Eso fue hace años -la detuve antes de que empezara con sus dramas -además, fue muy lindo, se disculpó y me trató bien.

Casi vomito ahí mismo al decir todo eso refieriéndome a Johan, cuando en realidad fue el otro chico. Johan era un imbécil aún después de todo este tiempo, no había cambiado en nada.

-Bueno, ya. Gracias por las compras, hija.

-Sí, de nada mami. -De inmediato subí a mi habitación, me tiré de bruces en la cama y me cobijé, tomé mi teléfono y volví a reproducir mi serie en netflix.

Al siguiente día, cuando tomé el bus, presté más atención al subir, bueno al menos eso intenté. Me daba terror que recorriera a todas las personas con la vista y de pronto él estuviera ahí mirándome, riéndose por lo ridícula que me veía. Así que traté de pasar hasta un lugar vacío con toda naturalidad.
El chico no subió al bus.

Más tarde en la escuela, estuve atenta por si me lo encontraba por uno de los pasillos, pero no pasó. No sabía ni por qué le tomaba tanto interés.
Después de un rato dejó de importarme y no volví a pensar en él. No es que me gustara, sino que se me hacía interesante, me preguntaba cuál era su nombre.

Faltaban unos minutos para que la hora de descanso terminara y entrara a clase de lengua. Estaba en la cafetería, sentada sola en una mesa, como siempre, con mis auriculares puestos, mordisqueando una manzana roja, mi teléfono en la mesa y un libro entre mis manos. De repente sentí que la mesa se había movido, baje el libro un momento y me encontré con el chico.

Sonrió, no podía escuchar lo que decía por causa de los audífonos pero leí un "hola" en sus labios. Me los quité y respondí:

-Hey, hola.

-Espero que no te haya dado un reisfriado, sino me sentiría inmensamente culpable.

Negué con la cabeza.

-Descuida, estoy perfectamente. Gracias por tu preocupación. ¿Hoy viniste en el bus?

-Eh, no, mi madre vino a dejarme.

-Oh, ya.

-¿Por qué la pregunta? No me digas que anduviste buscándome.

-¿Qué? ¡No!

Se empezó a reír por mi reacción y gracias a Dios justo en ese momento el timbre sonó.

-Creo que tengo que ir a clases. -le dije levantándome de la silla.

-Sí, también yo.

Tomé mis cosas y me detuve un momento, nos miramos.

-Te veo luego. -Dije y me fui apresurada.

Cuando me dí la vuelta, me dí cuenta de que por la forma en la que le dije adiós, parecía que yo estaba huyendo de él. Agh, qué torpe, seguro él pensaba lo mismo. Y nuevamente no le había preguntado su nombre, aunque él tampoco me había preguntado el mío.

Ése día mi madre y yo iríamos de compras, quedamos en que ella me recogería en la escuela y después iríamos al centro comercial. La esperé al menos 10 minutos y entonces nos fuimos.

Cuando entramos a una de las varias tiendas, por el micrófono anunciaban que toda la tienda tenía el 40% de descuento, hoy iba a comprar como loca.

No me hacían falta muchas blusas, y menos ahora en la temporada de frío, necesitaba suéteres. Así que fui a la sección de chicos.
Verán, se me hacían más lindos y cool los suéteres de hombre, pues la mayoría eran de colores obscuros y no tenían estampados nefastos ni ridículos. Caminé entre la ropa colgada en mostradores, vislumbré un sueter color gris obscuro que en frente con letras negras decía "Come as you are" de inmediato fui hasta él, pero cuando quise tomarlo alguien más lo hizo también.
Levanté la vista y mé encontré con él.

-Hey -dijimos al unísono.

-Bien, supongo que no te importará que me quede con esto -Jalé el suéter hacia mí y se lo quité de las manos.

-De hecho -intentó tomarlo -sí me importa. -lo jaló pero no dejé que me lo quitara.

-Puedes cojer otro igual.

Él revisó detrás pero resultó que era el último.

-Solo está éste.

-Oye yo lo vi primero. -me quejé.

-No es cierto, yo lo hice, además, esta es la sección de chicos, tu sección está por allá -señaló sobre mis hombros y fruncí el seño. -Además, no creo que sepas de dónde viene lo que dice aquí.
Abrí la boca con aire de ofendida y respondí:

-¿Por quién me tomas? Es una canción de Nirvana.

-Ah sí? ¿Y cómo se llama?
Puse los ojos en blanco. Nirvana era una de mis bandas favoritas, mi nombre era Nirvana, sería casi un crimen que no supiera la respuesta a su pregunta.

-Pues come as you are, torpe
¿Sabes? Hace un rato parecías más amable.

-¿Ah sí?

-Sí. Oye no pienso soltarlo. -En un movimiento rápido que no vi venir tomó el suéter y me sonrió desafiante.

-Suelta. -Dije y las personas que estaban cerca de nosotros viendo la demás ropa nos miraron, carraspeé.

-Bien, te propongo algo. -definitivamente era demasiado vergonzoso montar una escena en esa tienda por causa de un suéter. Pero yo quería ese suéter y no pensaba largarme de aquí sin él.

-Venga.

-Si eres tan fan de Nirvana debes saber cuando fue lanzada esa canción, ¿no?

-Por supuesto... -habló dispuesto a responder antes que yo, pero lo interrumpí.

-El que diga la fecha correcta se queda con el suéter.

-Bien. 3 de marzo del 91.

Sonreí

-3 de marzo del 92. -Lo corregí.

-Claro que no.

-Bien, preguntémosle a Wikipedia. Saqué el móvil de uno de los bolsillos traseros de mis jeans y tecleé lo que deseaba saber. Yo tenía razón, aunque él solo se había equivocado en el año.

-¡Ja! -creo que lo dije más fuerte de lo que creí porque las personas voltearon a verme.

Sentí las mejillas coloradas y le enseñé el teléfono. Frunció los labios al darse cuenta de que se había equivocado y se llevó una mano a la nuca. Sonrió con la misma risa risueña de aquella vez que me dijo que sería una pena no volver a ver un rostro agradable de nuevo, o algo así.

-Bien, es tuyo. -Alzó los hombros y le sonreí triunfante otra vez. Me alejé dejándolo ahí y después ya no lo vi más.

PacienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora