Las cosas casi nunca salen como esperas III

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Amanda.

Estaba acostada en mi cama jugando Color Switch, estaba desesperada, no había escuchado de Hana en su cita con Adam. Me puse mal al instante, debió de haber sido mi cita pero mi falta de confianza y el miedo lo arruinó todo.

Estaría de suerte si Adam no reconociera a Hana al instante, sino el plan se habría ido directo al escusado. Alguien entró de golpe a la habitación y me levanté al instante, era Hana. Hana estaba en la habitación con sus tacones en la mano, empapada y con lágrimas en los ojos.

—Hana pero, ¿qué pasó?—dije mientras me acercaba a ella con una toalla y se la ponía alrededor de sus hombros.

—Afuera está lloviendo—dijo con un tono apagado e intentando reír pero no pudo.

Nos miramos un rato y nos sentamos en la cama hasta que ella rompió el silencio.

—Amanda, tienes que entender esta regla: las cosas casi nunca salen como esperas. La tienes que entender y la tienes que aceptar.

Asentí confundida y le di una mirada para que siguiera hablando.

—Adam se dio cuenta de que era yo, o sea Hana. No se molestó, todo estuvo bien pero...

—¿Pero?—dije incitándola a seguir.

—Adam me besó.

—¡¿Adam te besó?!—brinqué de la cama y me puse frente a ella—. Te besó y lo alejaste, ¿no es así? ¿No es así?

Los labios de Hana formaron una fina línea antes de hablar.

—Las cosas casi nunca salen como esperas, Amanda—dijo esto entre dientes.

Y fue ahí cuando lo supe. Ambas gustábamos de Adam.

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