3- El malentendido

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Maxon

-Majestad. Despierte, por favor.

Una voz suave y un aroma conocido me despertaron. No estaba seguro del momento en que me había vencido el sueño, pero me incorporé en seguida.

-¿Ella está bien? - pregunté preocupado.

Lucy me miró con un ligero rastro de lástima. Traía una bandeja en las manos, repleta de comida, pero yo no tenía demasiado apetito. Ella pareció notarlo.

-Pensé que querría comer un poco.

-No me respondiste, Lucy. América... ¿ella está bien?

-La señorita no ha tenido cambios desde el ultimo informe del doctor Ashlar -suspiro Lucy- y usted debería obtener fuerzas si planea continuar así hasta que despierte...

"Y mas aún si no lo hace" aunque no lo había dicho, el resto de la oración quedó colgando en el aire.

Llevaba dos días en el hospital, junto a la cama de América, aguardando a que recuperara la conciencia. Aspen - que había insistido en que usara su nombre de pila- nos había escoltado a la enfermería con ayuda de Andrews, el soldado que había llevado a Kriss a algún refugio y que nos habíamos encontrado en el camino. Tras dejarnos ahí, habían vuelto a salir para evitar que los rebeldes llegaran a la enfermería. Georgia y August habían traído a un grupo de rebeldes norteños, quienes esperaban fuera de palacio por si se daba una situación como ésta y en cuanto habían escuchado el alboroto habían entrado a combatir junto a los guardias leales a la corona. Supuse que algunos de ellos eran los que habíamos observado cerca de las puertas mientras sacábamos a America del Gran Salón.
A pesar del apoyo inmediato, Aspen había sido herido en la pierna. Le había visto llegar al hospital, bastante lastimado, y me había pedido un momento. A América le habían retirado la bala, Ashlar había hecho todo lo que podía por ella y continuaba inconsciente. Solo quedaba esperar, así que acepté hablar con Leger, manteniéndome alerta al movimiento de enfermos y visitantes que entraban y salían del hospital y sin perder de vista a América. Quería llevarla a su habitación, alejarla del barullo y permitirle que descansara en un lugar mas cómodo, pero por el momento aún no era aconsejable moverla.

Aspen comenzó a hablar, contándome la manera en que había comenzado su relación con América. Ella misma lo había hecho, cuando aún éramos únicamente amigos, aunque yo ya había quedado prendado de ella. Haberla visto así, tan triste y vulnerable, me había despertado cierto instinto protector. Quería que quien fuese que la hubiera lastimado pagase por ello, pero mas que nada, quería evitar que volvieran a lastimarla, quería evitarle sufrimiento a toda costa. Incluso había recibido los azotes de mi padre en su lugar...y aún así, ella se había colocado en el camino de una bala para evitar que yo la recibiera.

Nunca me sentí mas impotente que cuando Ashlar me pidió que me retirara de la habitación para poder tratar a América. Ni siquiera cuando Marlee y Anne le limpiaron y cosieron el brazo me sentí tan inútil. En aquélla ocasión, lo único que me preocupaba era que mi querida América no sintiera dolor. Ahora era mucho mas que eso. Una herida como la de América, a la distancia a la que la había recibido, era muy peligrosa. Ella podía morir, y aquéllas tres simples palabras me habían puesto las cosas en perspectiva: América podía romperme el corazón las veces que quisiera. Una o mil, yo lo soportaría por que desde el principio le había pertenecido.

Pero si ella moría, si la perdía...mas que romperme el corazón, se lo llevaría consigo, y no había forma de que yo pudiera sobrevivir a ello.

Había escuchado a Aspen sin interrupciones, hasta que comenzó a relatarme sobre el día en que había decidido dejar a América, donde tuve que detenerlo.

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