En cuanto Lucy, Mary y Paige atravesaron las puertas del hospital, me retiré discretamente a mi habitación, dando un rodeo para evitar a May y a la señora Singer, quien no dudaba que vendría con ella a comprobar el estado de salud de América.
Tomé un baño rápido y me sorprendí al observar la imagen que me devolvía el espejo. Mis ojos, hinchados y levemente rojos, estaban rodeados por una sombra que evidenciaba mi falta de descanso voluntario de los últimos días.
Me veía terrible, pero lo único que se me vino a la cabeza fue la posible reacción de América cuando despertara. Recordé la vez que me dijo que parecía una araña de luces con todas aquéllas medallas y sonreí. Si me viera ahora probablemente me diría que lucía como un real desastre.Me pregunté si aún querría darme una explicación o si se habría dado por vencida, lo que me llevó a reprenderme una vez más por mi terquedad. América no era mía, no era un objeto propiedad de la corona, aunque había formado parte de La Selección. Ella era, en realidad, una persona perfectamente capaz de pensar, de elegir, y de defenderse a si misma y todo aquéllo que consideraba justo. Y esa era la razón por la que me había enamorado de ella.
Me vestí rápidamente y me dirigí al despacho con la intención de arreglar algunos papeles. Sabía que mamá estaría con los Singer, y que en cuanto terminara iría a buscarme allí. Dediqué poco más de media hora a poner en orden los asuntos políticos, la guerra en Nueva Asia y, muy a mi pesar, los arreglos para el funeral de mi padre.
Exhalé lentamente, preguntándome cuál sería la mejor manera de actuar en aquélla delicada situación. El hombre, además de haber sido el rey, había sido mi padre, y mi peor miedo durante mucho tiempo. Pero no podía dejarme llevar por el rencor y desvelarle al pueblo ni a mi madre los verdaderos métodos que había estado utilizando la corona. Eso, sumado al descontento general que se había asentado en el reino, daría como resultado una revuelta mucho mayor y un impacto tremendo en el bienestar de mamá, tanto físico como emocional. No podía permitirme perder la poca estabilidad que tenía mi mundo en este momento, pues deseaba canalizar todas las energías posibles a América, a su recuperación y a la posterior solución de nuestro terrible malentendido. Así que me limité a ordenar que se hicieran los arreglos necesarios para que mi padre tuviera las exequias de un rey querido, consolándome con el conocimiento de que estaba en mis manos arreglar todo lo que el había preferido acallar a escondidas.
Un poco mas satisfecho con mis resoluciones, y considerablemente más seguro, me dediqué a revisar el documento en el que llevaba semanas trabajando con suma discreción. Si América no hubiese sido tan terca, su presentación de los diarios en el Report no habría retrasado la finalización de mi proyecto, aunque en realidad no habría sido una gran ventaja, pues mi padre jamás lo habría aprobado. Me pregunté si mi madre lo aprobaría de lleno o decidiría mostrarse imparcial. Al fin y al cabo, yo aún no era el rey.
Me encontraba detallando algunos puntos finales, cuando un toque en la puerta me distrajo de mis cavilaciones.
-Adelante, está abierto- indiqué,dejando la pluma y los papeles sobre la mesa. Me pasé la mano por el rostro para ahuyentar el cansancio y la retiré para encontrarme con la expresión insegura de Paige asomándose desde detrás de la puerta. De inmediato, el pánico y la esperanza me golpearon a partes iguales.
-¡Paige! ¿Es América? ¿Está bien? ¿Ha despertado?
Ella se limitó a negar con la cabeza, ligeramente nerviosa. La esperanza desapareció.
-¿Le...le ha pasado algo?- ni siquiera me molesté en ocultar el temblor en mi voz. A estas alturas, tanto ella como el resto de Iléa ya estarían enterados de lo que yo realmente sentía por América.
-Discúlpeme, alteza, debí suponer que eso sería lo primero que pensaría.
-Entonces, ¿que sucede? - pregunté confundido.
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La Promesa
FanfictionAmérica se encuentra sentada junto a Maxon, a minutos de que él le proponga matrimonio a Kriss...y aleje a América de su vida, quizás para siempre. Cuando la transmisión comienza, América lucha consigo misma para contener las lágrimas y todas las em...