17 - La idea

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Maxon

-Una vez más - pedí, dejándome caer en el sofá con un suspiro.

-Ya te lo he dicho - repitió Marlee - lo recordó todo y cree que lo haces porque ella no dejó que...

-¿Por compromiso? - la interrumpí.

-Podría decirse - concedió, insegura.

-¿No recuerda nada de lo que le dije mientras la llevábamos al ala del hospital?

-No me dijo nada de eso - replicó Marlee - pero me ha preguntado por Kriss.

Me llevé ambas manos al rostro, lleno de frustración, y traté de acomodar mis ideas.

Estábamos en la sala donde generalmente se celebraban las reuniones con los asesores, pero no ocupábamos la mesa. Con el tiempo había descubierto que Marlee tendía a hablar mejor en un ambiente menos formal, y el sillón junto a la ventana de aquel sitio proporcionaba la combinacion perfecta de informalidad y seguridad que necesitábamos.

-¿Qué harás entonces? - inquirió ella.

- Sabes que lo que ella cree es absolutamente falso - aclaré antes que nada - yo...yo la quiero, Marlee. Quiero a América de verdad.

-¿Y por qué ella cree que no?

-Por que soy un idiota que se tardó demasiado en admitirlo - repliqué sin pensar. Marlee no pudo reprimir una sonrisa.

-No fuiste el único. Ella tampoco lo había dicho - apuntó.

-¿Cómo le hago saber que la quiero? - pregunté, más para mi que para ella.

-Quizá...- comenzó Marlee. La esperanza golpeó mi pecho como una ráfaga por un instante.

-¿Quizá qué?

-¿Qué pensabas hacer para arreglar esto antes de que ella despertara?

¡Pero que idiota estaba siendo!

-La carta - musité.

-¿Cuál carta?

-La llevaba encima el día que América despertó - expliqué atropelladamente - pero me quedé dormido. Al despertar, su voz..- no hallé palabras para describir la sensación que me provocó escuchar a América hablar después de tanto tiempo, así que continué - me olvidé por completo de la carta. ¿Dónde podrá haber ido a parar?

Marlee lo meditó un instante.

-Hace un par de días noté que guardo un libro en el cajón de la mesa junto a la cama - explicó - quizá continúe allí.

-Necesito encontrarla.

-Ve a buscar allí, yo preguntaré entre los demás si alguien la ha visto.

Asentí, y tras agradecerle rápidamente me encaminé tan rápido como pude al ala del hospital.

Mi corazón palpitaba con irregularidad mientras abría la puerta, y una parte de mi se preguntó si no había relacionado inconsientemente la imagen de la puerta con el sentimiento profundo de angustia que me invadió mientras América continuaba inconsciente.

Quizá fuera así, pensé al notar que irremediablemente mis ojos  volaron hacia su cama vacía.

Ahora, sin el jarron de flores y el libro sobre ella, la mesita parecía desnuda; pero igual me acerque con cautela, sabiendo que lo que me importaba probablemente se hallaba en el interior.

Mi corazón latió vehementemente al acercarme, y dio un vuelco cuando, al abrirlo, descubrí que estaba vacío.

-¿Majestad? - una voz suave detrás de mí me produjo otro sobresalto - ¿ha olvidado algo Lady América?

Susan, la enfermera que se encargaba de cuidar a América durante la mayoría de mis visitas, me miraba con consternación.

-Había una carta - comencé a explicarle.

-Ah, sí - comprendió - las hallé hace un rato, al reacomodar el lugar. Se encontraban dentro del cajón. Supuse que serían suyas, así que envíe a Paige para que se las entregara inmediatamente en su habitación.

-¿Sabes si América estaba ya ahí cuando las ha llevado?

-Discúlpeme Majestad, eso aún no lo sé. Paige no ha regresado.

Habría jurado que esta vez mi pulso sí se detuvo por algunos segundos.

-Eh...¿hay algún problema, Majestad?

-No, no - respiré profundo antes de proseguir - en realidad era justo lo que quería, devolvérselas - confesé - Te lo agradezco mucho, Susan.

Ella exhaló aliviada antes de responder con una sonrisa

-No es ningun problema, Majestad.

Le devolví un gesto con la cabeza y di media vuelta para dirigirme a la salida. ¿Cuánto tiempo le tomaría a América leer aquélla carta?

Cerré la puerta del hospital con cuidado, por costumbre, y me dirigí pensativo hacia las escaleras. Si andaba despacio, quizá llegaría a ella poco tiempo después de que la leyera.

Decidido, mantuve el paso a través de los corredores del castillo, procurando hacer tiempi y a la vez rogando porque la espera terminara.

Tras algunos minutos más de lo normal, erguí la espalda frente a la puerta de madera a la que le había sonreído tantas veces, dándome a mi mismo seguridad antes de verla a ella, a mi querida América. Inhalé despacio y contuve el aire antes de levantar la mano derecha y tocar tres veces.

Justo cuando exhalé, América abrió la puerta.

***

Me encanta dejarlos en suspenso, ¿lo han notado? 🙊🙊 les dejo aquí el segundo capitulo del maratón de fin de año. ¡Los amo montones! 💙💙🎉🎄

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