Sabemos que entre los siglos XV al XVIII, muchos ofensores sexuales fueron juzgados como "brujos", "hombres lobo" e incluso "vampiros" por los fanáticos religiosos que condenaban cruelmente cualquier actitud o pensamiento que no coincidiese con los dogmas establecidos por la iglesia.
Obligaban a las personas detenidas a confesar crímenes (que muchas veces no habían cometido), pactos con el Diablo, y otras tantas actividades, todas consideradas como "brujerías" a pesar de la inocencia del inculpado, y por razones tan simples y vanales como la excentricidad, la fealdad, la falsa acusación por parte de un vecino, o la deformidad física.
Sometían a las personas a crueles torturas con el fin de arrancarles, no sólo los miembros, sino alguna "confesión de culpabilidad" en contra de los dogmas eclesiásticos.En el Museo Británico y en la Biblioteca de Lambeth, se encuentran los dos ejemplares originales de la acusación de licantropía de éste hombre, Peter Stubbe.
Si bien es cierto que 13 niñas, 2 mujeres y un hombre fueron asesinados en la pequeña comunidad de Bedburg, , incluso algunas de las mujeres y niñas sufrieron también asaltos sexuales y mutilaciones en el espacio de veinticinco años, el verdadero asesino nunca fue hallado.
Cuando arrestaron a Peter Stubbe, luego de ser éste identificado por unas personas a las que había tratado de robar unos días antes, el hombre, al verse enfrentado con la seguridad de sufrir un tormento tal que le hubiese obligado a confesar cualquier cosa, admitió su culpa y proporcionó detalles de algunos de los crímenes.
El caso de Peter Stubbe, mejor conocido como el "hombre lobo" alemán, ejecutado en 1589 en la localidad de Bedburg, es uno de los tantos casos lastimosos de un hombre perdido por sus propias confesiones, forzadas por la tortura.
Un perfecto ejemplo de la injusticia, un hombre a quien ya se lo había condenado antes de que comenzara el juicio correspondiente.Stubbe confesó poseer un cinturón mágico que lo transformaba en un "lobo voraz y devorador, fuerte y poderoso, con ojos grandes y alargados, que brillaban como tizones de carbón por la noche, una boca grande y ancha, con dientes muy afilados y crueles, un cuerpo fornido y garras poderosas".
Los que lo acusaban, registraron el valle donde Stubbe dijo que había dejado su cinturón mágico, pero (lógicamente) no encontraron nada.
Naturalmente jamás existió, como tampoco era cierto que se transformaba en lobo, ni que había hecho pacto alguno con el Diablo... tales ingredientes en las confesiones de los acusados, cuando la hechicería se añadía a la lista de presuntos crímenes, eran la moda de la época.De todas formas, los jueces no dudaron en creer su confesión, sino que, por el contrario, declararon: "...Se puede muy bien suponer que el cinturón ha ido a manos del diablo de quien provino...".
Y lo peor fue la venganza, pues lo condenaron a tener su cuerpo atado a una rueda, y le aplicaron tenazas al rojo vivo sobre diez puntos distintos de su cuerpo hasta llegar a la carne de los huesos, luego de ésto le rompieron los brazos y piernas con un hacha de madera, para finalmente cortarle el cuello en redondo y, finalmente, reducir su cuerpo a cenizas.Peter Stubbe, un terrible y malvado hechicero, que bajo la forma de lobo cometió muchos asesinatos, continuando esta práctica doble durante veinticinco años, matando y devorando hombres, mujeres y niños. El cual, por tales hechos fue apresado y ejecutado el 31 de octubre pasado en la Torre de Bedburg, cerca de la ciudad de Colonia, en Alemania:
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Asesinos en Serie * Biografías*
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