Robert Black va bien encaminado para convertirse en uno de los nombres más odiados en la historia reciente del Reino Unido. Es el nombre de un repartidor que cruzó grandes segmentos de la isla buscando a niñas pequeña que raptar para luego abusar de ellas. Se sospechaba de sus malas intenciones desde que fue capturado tras una larguísima búsqueda y, desde 1994, ya cumplía diez cadenas perpetuas por los asesinatos de tres colegialas. Pero desde el día que fue encerrado muchos detectives juraron que resolverían otros casos en los que él podría estar implicado y sobre los que no había suficientes pruebas.
Tal caso era el de Jennifer, una niña asesinada en 1981 tras ser raptada cuando iba en bicicleta a casa de su amiga y cuyos padres han logrado volver a sentar a Black en el banquillo. Efectivamente, ha vuelto a ser señalado como culpable.
La historia es, en el fondo, la de una buena noticia. Muchas familias de las víctimas llevan años esperando que Black les dé algo de paz confesando que implicación en la muerte de sus hijas. Fue la familia de una de ellas, llamada Gennette Tate, la que consiguió volver a procesarle, desafiando a Black a contar la verdad, como hicieron los padres de las otras 12 cuya muerte se sospecha que p
De ser así, el caso se complicaría porque habría que implicar a la justicia internacional. Algunas de ellas ocurrieron cerca de París en 1987 y otra, la de una niña de siete años, sucedió en Ámsterdam en 1986. El hombre que lo capturó, el superintendente Raymond Murray, está decidido a seguir adelante con nuevos casos ("su historia no acaba aquí", ha alertado), y asegura que esta nueva sentencia es "prácticamente un caso que él ha perdido contra la humanidad".
No hace falta confirmar su implicación en el resto de casos para saber qué tipo de hombre es Black. A los 12 años, fue acusado de intentar violar a una niña pequeña. Volvió a hacerlo a los 16. Fue el principio de una serie de encuentros con niñas en las que, en sus palabras, solo hubo "tocamientos". Una vez se hizo mayor, sus crímenes crecieron con él: circuló durante años por las carreteras de Inglaterra y más allá en varias furgonetas, buscando niñas de las que abusar. Eran niñas que iban solas, a hacer recados o en sus bicicletas; casi siempre llevaban falda y calcetines blancos.
Empezó en 1982 con Susan Maxwell, de 11 años. Era la primera vez que salía sola de casa. La
odría estar vinculada con el hombre
raptó, la violó y abandonó su cuerpo a unos 400 kilómetros de Staffordshire (en la región de West Midlands). Empezó así un patrón oscuro que repetiría un año después con Caroline Hoggs, de cinco años, a la que sus padres perdieron de vista durante cinco minutos. Iba disfrazada de princesa tras ir a una fiesta. Cuando volvió a actuar, en 1986, había cientos de detectives intentando dar con él. Lo único que le delató fueron los tickets de las gasolineras, que le ubicaban inequívocamente en la escena de cada crimen. Fue detenido cuando un jubilado le vio meter a su última víctima en la caravana y apuntó la matrícula. Era verano de 1990; cuando la policía dio con él, la niña estaba embutida en un saco de dormir con cinta aislante en la boca. Apenas vivía.
Otro de los agentes que testificó en este último juicio, Roger Orr, también cree que " ha hecho mucho más. Por un lado es un abusador de niños y, por otro, un pedófilo agresivo y seguramente único en la historia de Gran Bretaña". Es imposible sacar más información de Black, que nunca ofrece detalles de sus fechorías. Solo tras ser detenido en 1990 confesó que "siempre me han gustado las niñas pequeñas, desde que yo era un niño". En el caso de Jennifer, confesó 15 años más tarde, lo que le atrajo fue verla con pantalones cortas, calcetines cortos y una camiseta.
El discurso más vehemente vino de la mano de John Tate, el padre de Genette, enfermo terminal de cáncer de próstata, aseverando que le gustaría que Black hiciera con ellos lo mismo que ha hecho con la familia de Jennifer: "Que dé algo de paz sin pasar por el infierno de un juicio. ¿Por qué no confiesa? Nunca va a salir de prisión. Black, no es un hombre. Es un escocés enorme pero es un cobarde que solo puede usar su fuerza contra niñas indefensas. Dejaba incluso que sus víctimas se pudrieran en lugares sin identificar para que las familias nunca pudieran enterrarlas", denuncia.
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Asesinos en Serie * Biografías*
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