Estaba claro que el hechizo aumentaba por momentos. Al principio tenía que llegar a quedarme empanada para que cayeran rendidos, pero ahora solo bastaban unos segundos para ello. Tenía que ir con mucho cuidado.
Además, el hechizo duraba más tiempo. Lo que antes eran un par de horas, ahora se pasaba casi el día entero, o incluso hasta dos días. Me ponía de los nervios, necesitaba saber cómo controlarlo. ¡Yo nunca quise esto!
Dices eso ahora que sabes que con Jacob no funciona.
Eso es mentira conciencia mía. ¿De qué me habría servido enamorarle durante un par de horas? Menuda estupidez.
Por lo que fuese, no podía usar este don tan repentino con él. Así que, tendría que ser yo misma, Emery Evans en estado puro. ¡Ya había tenido una cita con él! No había ningún problema.
Durante la siguiente semana, los profesores nos estuvieron informando sobre la visita familiar que los padres hacían en primer curso un fin de semana, por lo que dedicamos la semana a preparar programas y eventos para ello. Las dos siguientes semanas nos dedicaríamos a ello también. Claro que, no sin mandarnos más trabajos que días en un año.
Tenía muchas ganas de ver a mis padres, pero me asustaba solo pensar, que para entonces el hechizo estuviera más aumentado y no sabría lo que podría pasar. Solo Jocelyn, Arthur, Mila y Thiara eran conscientes de esto. ¡Ni si quiera Jacob me ha pedido alguna explicación sobre mi auto humillación en la cafetería! Aunque pensándolo mejor, prefería que no lo hiciera.
Ya era miércoles y nos encontrábamos en clase de inglés. Todo iba genial.
Hasta que la profesora nos mandó otro proyecto.
Esta vez en grupo.
Me aferré a Arthur como si alguien fuese a quitármelo.
Si esto te lo hubiesen contado hace dos meses, no te lo habrías creído ni de broma.
Ahí, sí llevas razón.
Pero bien sabíamos que los grupos no eran de dos, si no de tres o cuatro. Le dejé a Arthur que eligiese compañero. Aunque maldita fue la hora en la que le dije eso. Se levantó de su asiento y se perdió en el meollo de alumnos que se habían levantado para hacer los grupos. ¿De verdad tanto alboroto para esto? Yo decidí mantener la vista agachada, por si acaso, hasta que unas manos se posaron en mi mesa. Cuando levanté la mirada, mis ojos se abrieron como platos. A su lado, Arthur me miraba con una sonrisa ladeada.
— ¿Es una broma? —le pregunté, señalando a Ethan.
—Solo le he salvado de un grupo de chicas babeantes —respondió él con una mueca de asco referido a las chicas.
—Yo no le habría salvado ni de un incendio —reproché, un poco infantil la verdad. Ethan me miró sorprendido y no hice más que sonreír con maldad.
—Tú no —dijo Arthur acercándose más a mí para susurrarme lo siguiente—: Pero yo sí.
—¡Arthur! —exclamé recogiendo mis cosas y marchándome del aula dejándoles allí plantados.
Vale que hubiese aceptado a Ethan en el grupo, pero esto era ya demasiado. Ese chico había conseguido que me quedase sin entrar en la biblioteca, mi lugar más sagrado, el paraíso de cualquier lector, durante lo que quedaba de trimestre. Me había quitado mi lugar de confort. Y maldita sea, me las pagaría, vaya que sí.
Mis padres no iban a dejar a nadie a cargo de los trillizos el fin de semana de puertas abiertas.
—¿De quién te vas a vengar ahora? —Mila me sacó de mi trance y tuve como un pequeño espasmo, lo que hizo que apretase el tetrabrik con batido de chocolate y el líquido salió disparado a la cara de Thiara. Mila soltó una carcajada espontánea, mientras mi mano seguía apretujando el cartón, aunque ya no salía nada. Miré a la pelirroja intentando no reírme— ¡Eso sí que es servir el plato bien frío, nena!
Thiara me fusiló con la mirada y comencé a retroceder como un cangrejo, mientras ella se levantaba y se aproximaba hacia mí. Normalmente mi hermanastra no me imponía nada, pero con la cara chorreando de chocolate, con alguna que otra gota cayendo de su pelo y el maquillaje de los ojos totalmente corrido por sus mejillas, pareciéndose a un mapache...
Le intenté explicar como fuera, que había sido sin querer, que no era de ella de quien me quería vengar —al menos de momento—, pero debió de hacer oídos sordos, porque soltó un gruñido y comenzó a perseguirme por los jardines del campus. Los estudiantes me observaban curiosos, pero se aguantaban la risa, cuando se fijaban en la mujer poseída por el demonio que me seguía detrás.
Llegó el momento en el que, no sé cómo, me hizo un placaje, derribándome contra el césped.
—Emery Evans, lamentarás lo que has hecho —susurró con una sonrisa malévola, mientras se sacaba un rotulador permanente de su bolso.
Vaya.
[...]
Fui el hazme reír de la clase durante dos horas seguidas. Thiara me había dibujado un bigote y una perilla con dos círculos gruesos alrededor de mis ojos. Y aunque me lo intenté quitar del todo, se notaba bastante. Y como si mi cara hecha un cristo no hubiese sido suficiente...
Miraba aburrida y no muy atenta a la pizarra, mientras que el profesor de economía y empresa explicaba el tema. No me estaba enterando de absolutamente nada. Miré a Arthur, quien sí estaba más que atento. Suspiré aliviada sabiendo que después, él me explicaría lo que se hubiera dado.
Abrí la aplicación de Paint en el ordenador y me dispuse a dibujar tonterías; hasta que escuché una risa ahogada a mis espaldas. Ethan me miraba con la boca tapada. Agachó la cabeza, y antes de que me pudiese dar cuenta, Ryan —o Roland o Roberto... ni idea—. El caso fue que el señor R, se me quedó mirando y entonces sus ojos brillaron de felicidad. Me di la vuelta inmediatamente.
—Mierda —susurré, cuando escuché el chirrido de una silla y el murmullo de algunos compañeros llamando la atención de Arthur, quien me miró extrañado— Tengo que salir de...
—¡EMERY EVANS, ¿CÓMO NO PUDE DARME CUENTA ANTES?! —De un salto, se colocó delante de mi pupitre. El profesor le llamó la atención pero este hizo caso omiso— ¡SIEMPRE HAS SIDO TÚ, EL AMOR DE MI VIDA!
—Esto es buenísimo —escuché decir a Athur, mientras sacaba su móvil para grabar la escena. No era el único, toda la clase nos estaba grabando.
Dejé de escuchar a R, dejé de escuchar al profesor. Todos reían, pero no escuchaba nada. Solo los latidos de mi corazón que aumentaban por momentos.
¿Había mencionado en algún momento mi pánico a ser el centro de atención? Pues era esto, dando paso a caer redonda en el suelo.
Lo último que escuché fue a Arthur gritando mi nombre y noté sus brazos alrededor de mi cuerpo.
ESTÁS LEYENDO
¿Y Si Mi Poder Fuera El Amor?
HumorOs imaginareis una historia empalagosa y de lo más cursi que hayáis leído en vuestra vida... Pero no. Se trata de que de la noche a la mañana, el poder del amor está en mis venas, literalmente. Puedo Enamorar A quien Me dé La gana. Mola eh... Pues n...