Tras varios días preparando todo, el fin de semana de jornadas abiertas había llegado. Tanto Thiara como yo, estábamos de los nervios. Por fin veríamos a nuestros padres y a los tres terremotos.
Nuestra habitación quedó impoluta. Si papá se encontrase todo hecho un desastre, la bronca estaría asegurada: él y su manía con el orden.
Guardamos en lo alto del armario, todo aquello que estuviese en peligro de caer en manos de los trillizos. No queríamos arriesgarnos a que ocurriese cualquier desastre.
Después de terminar en la habitación, cada una nos dirigimos a la sección que nos tocaba. Todo estaba listo para dos días largos, pero entretenidos. Esperaba ver a Jacob durante la jornada, ya que, desde lo ocurrido en la bolera, no volví a saber de él. Algo dentro de mí, me hacía intuir, que lo que me dijo, no iba en serio.
Ojalá sea así.
¡Cállate, abuela! En el fondo, le hace daño pensar eso.
Los trillizos estarían dispuestos a saltarse un poco las normas parentales...
—Oye, Mila —dije llamando la atención de mi amiga, mientras revisábamos que todos los carteles estaban colocados en sus sitios—. ¿En qué sección está la clase de Jacob?
—En la D, biblioteca, cafetería y salón de actos —respondió, con un claro temor a lo que se me estuviera pasando por la cabeza—. ¿Qué estas tramando?
—Nada... —disimulé una sonrisa haciendo pucheros—. Simple curiosidad.
—Ya...
[...]
Eché a correr escaleras abajo, cuando divisé a mis padres y a los pequeños salir del autobús que, contratado por la facultad, se encargaba de trasladar a casi todas las familias hasta aquí.
—¡Mis pequeños! —exclamó Thiara, quien estaba un par de metros por delante de mí con los brazos extendidos, esperando el abrazo de nuestros hermanos.
Un abrazo que nunca llegó. A mi hermanastra no le entraba en la cabeza que, la favorita de los enanos, era yo. Mason, Christian y Adam, se zambulleron en mis brazos tirándome al suelo y comenzó una batalla de cosquillas, la cual perdí por desventaja.
—¡Vale enanos, vosotros ganáis! —exclamé sin poder aguantar la risa.
La gente que pasaba a nuestro alrededor, nos miraba con gracia. Thiara, en cambio, estaba al lado de nuestros padres, mirándome con recelo. Ellos me quitaron a los enanos de encima, y por fin pude respirar.
—¿Qué tal si nos enseñáis vuestra habitación? —preguntó mi padrastro agarrando a Mason, quien intentaba de cualquier forma, ir detrás de un grupo de palomas cerca de nosotros.
—¡Claro! —respondió Thiara algo más animada al darse cuenta de que podía ganar protagonismo—. Vamos. Está todo en perfecto estado.
Erik, junto a mi madre y mis hermanos, nos siguieron hasta la cuarta planta de la residencia. Por suerte íbamos con el tiempo justo, así que él no pondría tanto empeño en fijarse en cada mota de polvo.
Una vez en la habitación, Thiara y yo nos quedamos en la puerta, observando cada gesto y cada movimiento de Erik. Mamá le miraba divertida y los pequeños rebuscaban por si a mi hermanastra y a mí se nos hubiera escapado algo.
Y vaya que si se nos escapó.
Adam sacó, de debajo de la cama de Thiara, una tabla de Skate, la cual no teníamos ni idea de qué hacía ahí.
Erik ni se percató de que los tres habían salido con la tabla, mamá no llegó a cogerlos y se colaron entre las piernas de Thiara y de mí. Salieron corriendo por el pasillo, sujetando entre los tres la tabla, dirigiéndose a las escaleras de caracol.
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¿Y Si Mi Poder Fuera El Amor?
HumorOs imaginareis una historia empalagosa y de lo más cursi que hayáis leído en vuestra vida... Pero no. Se trata de que de la noche a la mañana, el poder del amor está en mis venas, literalmente. Puedo Enamorar A quien Me dé La gana. Mola eh... Pues n...