Capítulo 22

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Jacob: Buenos días Eme. ¿Qué tal en Glenwood? ¿Pudiste disfrutar aún con tu brazo escayolado? En las fotos que subió Thiara a Facebook te veo... muy alegre. Quiero hablar contigo. No podemos escondernos más tiempo.

Eran incontables las veces que había leído ese mensaje. Me encontraba encerrada en los baños, escondida de cuatro tíos que llevaban tres días detrás de mi sin descanso. Todo empezaba a ser una pesadilla.

—Ahora sería un buen momento para que esa señora apareciese —me dije a mí misma escuchando a lo lejos a dos de los chicos pelearse por mí—. ¡Dame al menos una pista!

Cualquiera que me viera gritándole al techo lleno de moho y goteras, me tomaría como una loca... Aunque, ¿quién no lo haría? Ya de por sí, solo con el poder que tenía, lo estaba.

Debes concentrarte, Emery

—¿En qué debo concentrarme? —pregunté a la voz que acababa de escuchar en mi cabeza. La misma voz de la señora que se me apareció las dos veces que me desmayé—. Podrías ser un poco más enfática, ¿no crees?

Sería demasiado fácil. Está siendo divertido

—No tienes ni idea de lo que estás diciendo —gruñí, cansada de tanto misterio.

Tienes que poner más empeño en buscar

—¡No quiero hacer eso! —exclamé demasiado alto. Menos mal que estaba sola—. No quiero tener a todos los tíos de la facultad detrás de mí.

Bueno. ¿Qué tal si empiezas por hablar con Jacob? El chico lleva un par de días esperando tu respuesta

—¿Cómo sabes eso?

Vivo en tu cabeza niña. No lo olvides

—Osea que, básicamente, estoy hablando conmigo misma.

No volví a recibir respuesta y decidí dejar de esconderme en ese maldito baño.

Tuve un dejavu cuando eché un vistazo al pasillo, por el cual deambulaban unos cuantos estudiantes; ninguno con signos de estar bajo el hechizo.

Suspiré aliviada y me encaminé a mi siguiente clase.

[...]

La semana anterior la pasé en Alabama. Me vino genial para tomarme un descanso. Además, Thiara no vino conmigo; quiso quedarse en Denver conociendo más a fondo a Ramón, un hermano de uno de los amigos de Elliot. Aceptó su invitación cuando el chico le propuso irse a su casa. Era dos años mayor y ella aceptó sin pensárselo dos veces.

Mila y yo intentamos convencerle para que no lo hiciera, era una locura. ¡No le conocía! Pero no había manera de que cambiase de opinión, así que quedamos en que nos llamaría a una por la mañana, y a otra por la tarde, para estar seguras en todo momento.

También tuve que decirle a mis padres que Thiara debía entregar dos trabajos bastante difíciles a la vuelta de vacaciones, y que no le quedaba otra que quedarse en Denver. Tuvieron que tragarse muy bien la mentira, sobre todo viniendo de mí, ya que no sacaron el tema en toda la semana.

Fue tres días después de volver de Alabama, cuando recibí el mensaje de Jacob, y ya habían pasado otros dos sin responderle. Aunque debía de hacerlo para quitarme el maldito mal estar que sentía en el pecho.

[...]

Respiré hondo varias veces. Estaba al pie de las escaleras de la residencia masculina. Los chicos que salían me miraban curiosos, aunque yo me limitaba con mirar al suelo. Tampoco había rastro de esos cuatro chicos, pero no dejaba de estar alerta, por si acaso les daba por aparecer.

Subí los escalones poco a poco. No apartaba la vista de la gran puerta bordeada de piedra; así no correría riesgo de mirar a los ojos de ningún tío.

Me encontré con Jacob cuando no llevaba ni la mitad de las escaleras subidas. Él se quedó parado, con la mirada fija en algún lugar. Tardé varios segundos en darme cuenta de que me estaba mirando a mí. Entrelacé mis dedos y desvié mi mirada al suelo, hasta que sus zapatillas negras y desgastadas ocuparon mi campo de visión.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó.

—¿Querías hablar, no? —respondí con otra pregunta cuando le miré a los ojos.

—Sí. De eso ya hace dos días, Eme —respondió en un tono cansado.

—¿Qué más da? Tenía que pensar...

—Yo también pensé. Pensé que me había equivocado con lo que te dije. Quería pedirte perdón por ello, pero he hecho bien en no hacerlo.

Nos quedamos eternos segundos mirándonos el uno al otro, no sé si quería seguir escuchando. Pero, ¿qué más daba? Así sabría la verdad de una vez.

—¿Entonces? —pregunté. Quería hacerme la tonta. La angustia en mi pecho no hacía más que aumentar. ¿Qué me estaba pasando?

—Venga ya, Eme. Déjalo, ¿quieres? No esperes más de mí. No esperes que ahora te dé un abrazo y todo se arregle, porque ya no quiero arreglar nada. Debiste responder a mi mensaje en el mismo momento en el que te lo envié, porque sé que lo leíste enseguida. ¿Por qué no me contestaste?

—No sabía que decirte...

—No me trago que tú, Emery Evans, la tía que nunca se calla, la que siempre tiene respuestas para todo... no tuviese una simple y fácil respuesta para el mensaje que envié. Olvídate de mí, porque te aseguro que yo lo haré de ti.

—Eres un egoísta.

—Sí... Lo que tú digas.

Y sin más que añadir, me esquivó y continuó su camino. El muy idiota había montado una escenita y ahora todo el mundo que se encontraba a mi alrededor, no hacía otra cosa que observarme. O al menos esa era mi sensación.

Salí corriendo de aquel lugar en cuanto pude reaccionar.

[...]

—¿Así que, se acabó vuestro romance? —me preguntó Arthur por incontable vez, desde que habíamos bajado al comedor. Aun así, asentí desganada—. Tienes muy mala cara. ¿Seguro que solo es eso?

—Arthur —le advirtió Thiara, quien no dejaba de acariciarme la espalda. Cuando se lo proponía, podía ser hasta una buena hermana.

—Es que nunca la he visto así —respondió él en su defensa.

—¿Casi un año saliendo y nunca le has visto así? —añadió Ethan, a quien le asesiné con la mirada por ese comentario.

—No, nunca —continuó mi amigo como si nada—. Ni si quiera hace años cuando su...

—Basta —susurré haciéndole callar.

—Chicos —dijo Mila—. Eme tiene el corazón roto. Por eso nunca le habéis visto así.

—¡He dicho que basta! —exclamé golpeando la mesa con todas mis fuerzas. Thiara dejó de acariciarme y se unió a las miradas sorprendidas de los otros tres—. Espero no volver a escuchar que tengo el corazón roto, porque no sabéis lo muy confundidos que estáis. Estoy bien. Lo que me dijo Jacob, me pilló totalmente por sorpresa. Se me pasará, porque eso es lo que hago. Afronto los malos tragos y sigo adelante.

—¿Y cómo lo vas a afrontar? Sabes que estaremos aquí para lo que necesites.

—Lo haremos a mi manera. De la mejor forma que sé —mis amigos me miraron expectantes—. Parece que Jacob se ha olvidado de quién es la tía más vengativa de toda la maldita universidad.

¿Y Si Mi Poder Fuera El Amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora