Capítulo 14

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Por suerte, la directora no castigó a Jacob el mismo día y quedó con él en que, el próximo Lunes, hablarían de lo que tendría que hacer para compensar esa gran falta.

—¿Cómo es posible que no te hayan expulsado? —le pregunté, mientras esperábamos a entrar a la sala del cine.

—Tengo... ventajas —respondió, aprovechando su aire de superioridad.

Fui a quejarme por ello, pero llegó nuestro turno de que nos picaran los tickets para poder pasar. El chico que estaba a cargo, me dedicó una bonita sonrisa cuando le di las gracias y quise responderle igual; pero, aparte de que correría el riesgo de "enamorarle", Jacob se interpuso y tiro de mí hacia la sala.

—Eso ha sido un gesto muy brusco —protesté, deshaciéndome de su agarre—. No vuelvas a hacerlo.

—¿Qué harías? ¿Ligartelo? —reprochó antes de subir los escalones hasta nuestros asientos.

—¡Claro que no! —respondí demasiado alto, ya que la gente se nos quedó mirando. Llevé mi mirada a mis pies y no la quité de ahí hasta que se apagaron las luces.

—Menos mal —dijo Jacob después de unos segundos en silencio. Levanté la mirada hacia él. La gente ahora solo prestaba atención a los anuncios—. Porque de ser así os habría dejado claro, tanto a ti como a él, con quién estás saliendo.

—¿Cómo? No estamos saliendo, don egocéntrico.

—Aún.

¿Por qué sigues ahí sentada? ¡Es un capullo!

La película dio comienzo, y no se escuchó ni una palabra más, a excepción de los comentarios que teníamos sobre las escenas.

[...]

La película finalizó y yo solo quería que hubiese otra parte más. Aunque la esencia de las primeras películas se había perdido, esa saga no dejaba de engancharme.

Jacob estuvo riéndose con mis ataques fanáticos. Me sentía muy a gusto con él. Tanto, que me vi obligada a apagar el móvil, porque entre Thiara y Mila no dejaban de llamarme. Así que, a la décima llamada y dándome cuenta que Jake empezaba a incomodarse, decidí apagarlo.

Jacob sugirió que entrásemos en la zona de recreativos. Jugamos a lanzar canastas, aplastar castores, carreras de motos y por último, una partida de bolos.

Aquí venia lo interesante.

—Te voy a ganar —dijo convencido, agarrando un bolo de diez kilos—. Atenta al maestro.

—Bien.

No perdí detalle a ningún movimiento. Tampoco al culazo que se dio al lanzar el bolo, de tal manera que resbaló y poco le faltó para ir tras él.

Y como era habitual, en vez de ir a ayudarle, comencé a reírme a carcajadas, volviendo a llamar la atención de la gente que esta vez también se reía. Jacob era el único que no mostraba ni una pizca de humor. Se levantó como pudo y momentos después, llegó uno de los empleados del local.

—¿Estás bien? —le preguntó con una preocupación bastante notable.

—Claro que lo está —respondí antes de que Jacob pudiese hacerlo—. Si no, aún estaría en el suelo.

—No si me hubieses ayudado —se quejó él, acariciándose el trasero. Después miró al empleado que no había apartado la mirada de mí. Seguramente estaba sorprendido por mi forma de tratar a Jacob. Pero por suerte, yo no le miraba. No quería montar otro numerito—. Oye, te sugiero que dejes de mirarla. No es de su agrado.

¿Y Si Mi Poder Fuera El Amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora