Emery... Emery...
Noté algo frío en mi frente. Un paño húmedo o algo de eso. A pesar de que mis oídos me pitaban un montón, logré escuchar voces que parecían de la enfermera y otra persona. ¿Arthur?
No fue hasta que abrí los ojos poco a poco, cuando comprobé que no era ni la enfermera, ni Arthur. Sino que se trataba de Thiara y Ethan, discutiendo.
—¿Quieres dejar de culparme? —se quejó Ethan, encarándose con mi hermanastra—. No tenía ni idea de que tu querida hermamita tuviese poderes de... enamorar a los tíos. Suena de locos.
Oh, vaya. Thiara, ¿qué has hecho?
Intenté decirles que se callasen y quise amenazar a Thiara con que si se iba más de la lengua, sufriría las consecuencias, pero no me salía la voz. No tenía fuerzas para ello, así que volví a cerrar los ojos cayendo de nuevo en un profundo sueño.
—Emery...
Abrí los ojos e intenté recordar cómo había llegado a este lugar. Pero todo esfuerzo fue en vano. Todo el lugar estaba cubierto de una niebla de un color rosado, y una luz blanca se extendía más allá de donde mis ojos podían alcanzar. Era prácticamente imposible que estuviese a punto de irme al otro barrio.
—Emery...
De nuevo, escuché la voz que había hecho que abriese los ojos. Giré sobre mi misma, buscando a la persona que me estaba llamando. Pero no veía a nadie.
Volví a girar y me encontré con una mujer anciana, a escasos centímetros de mí. Iba vestida nada más que con una especie de camisón enorme y blanco. Se sostenía en pie y encorvada, con un bastón negro sujeto por su mano derecha.
—Hola Emery —me saludó tras unos segundos en silencio— ¿Sabes quién soy?
—Un producto de mi imaginación seguro —respondí pellizcandome en el brazo. Y como era de esperar, no sentí nada.
—En parte es cierto, y en parte no —dijo ella, con una sonrisa tan dulce, que me era imposible enfadarme con su maldita intriga—. Soy la última dueña del libro de magia, antes de que pasase a mi nieto. La bisnieta de quien creó ese truco que tanto te atormenta.
—Usted es... —abrí la boca en forma de "o", sorprendida porque la abuela de Arthur había aparecido en mis sueños, sin ni siquiera haber visto su rostro alguna vez—. Vale, quiero despertarme —elevé la mirada, ignorando la pequeña carcajada de la anciana— ¡Thiara, si sigues ahí, por favor te dejo que me cosas a tortazos con tal de despertarme!
—Inocente niña —rio la anciana—. Me llamo Margary.
—¿Y qué hace en mis sueños? ¿O en mi cabeza, o donde quiera que esté ahora mismo?
—Vengo para decirte que dejes de comportarte como una cría, y te tomes más en serio el poder que se te ha otorgado.
—¿Pero, por qué yo?
—Tú leíste ese truco —ella se encogió de hombros y dio dos toques con el bastón en el suelo, lo que provocó un eco profundo por todo el lugar. Poco a poco, comenzó a desvanecerse—. Tú conseguiste ese poder.
—Osea, que me ha tocado a mí por simple casualidad, ¿no?
Margary asintió, cerro los ojos y desapareció por completo.
—Recuerda Emery... El hechizo solo acabará, cuando a tu compañero de vida consigas encontrar.
[...]
—Lleva mucho tiempo inconsciente, ¿seguro que está bien
—Claro que lo está, ahora os pido por décima vez que os marchéis.
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¿Y Si Mi Poder Fuera El Amor?
HumorOs imaginareis una historia empalagosa y de lo más cursi que hayáis leído en vuestra vida... Pero no. Se trata de que de la noche a la mañana, el poder del amor está en mis venas, literalmente. Puedo Enamorar A quien Me dé La gana. Mola eh... Pues n...