La cara de Ethan empezaba a mostrar signos de que su cabeza estaba a punto de explotar, así que, con ayuda de Arthur, le incliné hacia arriba para que recuperase un poco el sentido.
—Señorita Evans —la voz de la directora me alarmó—. ¿Por qué será que siempre que pasa alguna gamberrada, usted está en medio?
—Disculpe, pero es mi amigo —respondí—. Como verá, estoy ayudando a que le bajen. Yo no he hecho esto.
—¿Y sabe quién ha sido?
—Jacob —respondió Arthur frustrado—. Jacob Tucker.
—¿Ese chico no fue el que manipuló el megáfono sin mi permiso? —volvió a preguntar con su ceño más fruncido de lo normal. Arthur y yo asentimos rápidamente. Esta era nuestra oportunidad para que Jacob se fuese de este lugar con una buena patada en el culo—. ¡Tomaré medidas al respecto! Será nieto de mi superior, pero eso no es excusa para esto —señaló con un claro enfado la cuerda y el sujeto que estaba colgado de ella—. Señorita Evans, acompáñeme.
—¿Yo, por qué? —balbuceé. Lo último que quería ahora, era encontrarme con ese imbécil.
No pierdas el detalle de que ha dicho que es el nieto de su superior. ¡Por eso no le expulsaron! No esperes que lo hagan ahora.
Tenían que hacerlo. Debían de hacerlo.
—Tal vez sea porque tú no estás colgada de una cuerda boca abajo —observó Ethan—. Ve, Eme. Yo iré en cuanto salga de aquí.
Suspiré y finalmente seguí los pasos de la directora. Sus altos tacones resonaban por cada pasillo que atravesábamos. Quise preguntarle si estaba perdida, pero por su cara de demonio revivido y que era demasiado evidente que no era capaz de encontrar a Jacob, decidí seguir con la boca cerrada.
Mis pies empezaban a quejarse; me pregunté si ella también estaba harta de esas agujas clavándose en el suelo, porque si era así, lo disimulaba muy bien. ¿Cuál sería su truco?
¿Y qué más te da? No te has puesto tacones nunca. Deberías concentrarte más y darte cuenta de que habéis atravesado el vestíbulo por quinta vez.
—Disculpe, directora —dije por primera vez en mucho rato. Fue entonces cuando noté que necesitaba agua para saciar mi garganta seca. La directora dio media vuelta haciendo que su falda se elevase como si de un baile flamenco se tratase. Me dio miedo—. ¿No estamos... dando vueltas?
—Hay que encontrar a el señorito Tucker, Evans —respondió con la mandíbula apretada—. No espere que le vaya a encontrar a la vuelta de esquina.
—Ya, pero es que las esquinas ya las hemos...
—Aquí estoy, directora —Jacob apareció al doblar una esquina a espaldas de la directora, quien volvió a girarse quedando cara a cara con él—. Me han dicho que me estaba buscando.
—Jacob Tucker —dijo ella—. A mi despacho, ahora mismo.
—Suerte —ironicé, cuando él pasó a mi lado sin mirarme.
—Señorita Evans, usted también.
—Pero, ya le ha encontrado —protesté a la vez que Jacob ahogaba una carcajada.
—¡No me proteste! —exclamó, consiguiendo un eco en toda la sala.
Bufé cuando se volvió a dar la vuelta para subir las escaleras. Jacob me miró con malicia, y yo le fulminé con la mirada. Me daba pánico su seguridad en sí mismo. Él sabía que estaba a punto de ser expulsado, ¿por qué no estaba serio ni preocupado? ¿De verdad que el ser nieto del decano, iba a hacer que se librarse de la expulsión?
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¿Y Si Mi Poder Fuera El Amor?
HumorOs imaginareis una historia empalagosa y de lo más cursi que hayáis leído en vuestra vida... Pero no. Se trata de que de la noche a la mañana, el poder del amor está en mis venas, literalmente. Puedo Enamorar A quien Me dé La gana. Mola eh... Pues n...