Capítulo 7

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Allí estaba yo, acabando de fumar mi pitillo mientras Thiago registraba su cartera para comprobar que no faltaba nada.

- Está todo- Dijo aliviado soltando un suspiro.

- Bien, me alegro... ahora me tengo ir- Dije antes de mirar la hora en el móvil- Me quedan 15 minutos para entrar a trabajar y tengo que cambiarme y esas cosas...

Tiré el cigarrillo al asfalto, cogí mi bolso que estaba guardado debajo del asiento de la moto y después comencé a andar en dirección al curro que estaba a menos de cinco minutos andando.

- Espera- Me giré para ver que Thiago me estaba hablando- No sé cómo agradecerte esto... no todo el mundo hubiera hecho lo que tú.

- No tienes que agradecérmelo de ninguna manera, no hago las cosas esperando que la gente haga algo por mí a cambio- Dije girándome, volviendo a retomar mi camino.

- Vale, entiendo pero... déjame que te invite a cenar un día de estos por lo menos- Dijo alcanzándome y poniéndose delante de mí para cortarme el paso.

- No, enserio que no hace falta, no te sientas forzado a devolverme el favor- Dije intentando moverme para poder seguir caminando.

- Venga... va... no me hagas insistir- Dijo mientras me cogía de los hombros para que le prestara toda mi atención- Tengo tu número así que un día de estos te envío un mensaje con hora y lugar ¿Vale?- Que insistente era este chico.

- Si, si vale... pero déjame irme porque voy a llegar tarde a trabajar- Dije haciendo que él se riera.

Salí casi corriendo para por lo menos que me diera tiempo a cambiarme y estar unos cinco minutos antes en mi puesto, como solía hacer de costumbre. La mañana pasó medianamente tranquila. El supermercado estaba justo en el centro de Barcelona, en las Ramblas concretamente, que igual es uno de los lugares más turísticos y visitados de la ciudad. Por eso cuando digo que la mañana pasó medianamente tranquila, me refiero a que no paré de atender a gente, pero pude tener momentitos de descanso donde pude ir al lavabo o a beber un poco de agua. Gracias a los dioses ya eran 2 y podía irme a casa, a la de Eric exactamente. Habíamos quedado el día anterior.

Cogí el metro justo a la salida del trabajo y en menos de quince minutos estaba plantada en la puerta de su edifico. La puerta del portal estaba abierta así que solo me quedó subir esos cinco malditos pisos a pie, porque no tenían maldito ascensor. Cuando estaba intenté recuperar el aire que me habían quitado esos malditos escalones y piqué al timbre. Eric abrió la puerta casi al instante.

Eric estaba guapísimo, bueno es que lo era. Iba vestido con un pantalón de chándal gris y una camiseta color azul de manga corta que hacía que se le lucieran todos esos tatuajes de sus brazos que me volvían loquísima. Me fijé en su pelo, seguramente había ido esa misma mañana a la peluquería porque lo llevaba rapado, más corto que ayer y le quedaba estupendamente al jodio.

- Qué guapa estás- Dijo achuchándome contra él y dándome un corto pero intenso beso.

Yo llevaba los labios pintados por lo tanto cuando nos separamos me di cuenta que le había dejado la boca como la del joker. Me reí y con las manos le limpié, luego hice lo mismo conmigo.

Entramos en el piso y ya lo tenía todo preparado, la mesa puesta, la comida servida junto con unas copas y una botella de vino aún sin abrir.

- ¿Vino? ¿Es que no te acuerdas como acabé la otra vez?- Dije sentándome en la mesa mientras el hacía lo mismo.

Solo sonrío, abrió la botella y sirvió un poco de vino en cada copa y al mirarlo pensé que nunca me cansaría de verlo sonreír.

Eric había preparado unos espaguetis con tomate carne picada y tengo que decir que ni yo, que se me da bien la cocina, había conseguido nunca que un simple plato de pasta quedara tan delicioso.

Un príncipe para AlexandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora