Capítulo 8

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La mañana del miércoles fue horrible. Noa y yo estuvimos metidas en una sala del hospital por más de una hora escuchando las habladurías del médico como: ¿Estás segura? Hay más opciones, siempre puedes darlo en adopción, puede que más adelante te arrepientas... 

Noa no necesitaba consejo de nadie más, quería abortar y punto. Después de dejarle claro al doctor que no quería tener ese bebé, este le recetó unas pastillas que tendría que estar tomando una semana, haciendo reposo y teniendo cuidado de no manchar porque probablemente podría sangrar.

Noa es una persona fuerte, pero estaba más que hundida en ese momento. Salimos de la clínica y fuimos a casa. Allí se puso a hacer una maleta, dijo que quería pasar esa semana en su casa con sus padres, asilada del mundo. Me dijo que necesitaba pensar y estar sola. No entendí del todo su idea, pienso que aislarse no es la mejor forma de enfrentar a los problemas, pero era su decisión. No tardó más de 10 minutos en coger cuatro cosas necesarias, meterlas en la maleta y salir del piso dándome un par de besos y diciéndome que me quería. Después me sentí sola por un momento, Noa acababa de irse y Dani estaba en la universidad y bastante ausente en mi vida porque se había echado novio. Espera... yo también me había echado novio, uno muy guapo, rubiazo barbudo con ojos azules, musculoso y tatuado.

Eric. Joder ¿Todo esto estaba pasando de verdad? No tenía capacidad de asimilar nada con respecto a él. Mi vida estaba yendo demasiado bien, trabajaba, vivía con mis dos mejores amigos y tenía un novio de revista. Un novio que apareció de la nada y que se coló en mi vida sin ni siquiera pedir permiso. Quizá estaba siendo demasiado pesimista pero cada vez que pensaba en el o en lo nuestro me venían a la mente pensamientos como: ¿Esto va a durar mucho? ¿Realmente le gusto? O mejor dicho ¿Es posible que le guste una gorda como yo? ¿Qué pensará la gente cuando vea a un pivonazo como el con una foca como yo? Por eso prefería no pensar en nada que tuviera que ver con lo nuestro. Estaba bien ahora y eso es lo que contaba.

Eric iba a venir a casa sobre las dos del mediodía y aún era las once, así que decidí limpiar. Empecé por hacer de mi habitación un sitio habitable, guardé toda la ropa que estaba tirada por la habitación en el armario, recogí todo, cambié las sábanas, limpié el polvo, barrí y fregué la habitación, la dejé impoluta vamos. Incluso antes de salir de eché un poquito de ambientador con olor a lavanda. Seguí con la cocina, luego le siguió el baño y el salón. No entré en la habitación de Noa ni en la Dani, de las habitaciones se encargaba cada uno de la suya. Acabé sobre la una y estaba tan cansada que me tiré en el sofá y me quedé sopa.

Sonó el timbre haciendo que saltara del sofá casi de golpe. Miré el móvil y eran las dos y cuarto. Mierda Eric. Me froté la cara con las manos para intentar espabilarme, coloqué bien mi ropa y mi pelo y abrí la puerta.

- Hola- Dije con una notable voz de dormida.

- Hola princesa- Dijo antes de cogerme de la cintura y darme un beso en la boca.

Siempre le decía a todo el mundo que odiaba esos apelativos cariñosos como: Princesa, cariño, bebé, etc. Pero ¿por qué cuando Eric me llamaba princesa me hacía sentir como si de verdad fuera una para él? Este chico me estaba volviendo loca. Además de que había venido directamente del trabajo e iba vestido con unos zapatos negros de esos que llevan los empresarios serios, unos pantalones tejanos oscuros, una camisa blanca y ceñida, una corbata negra y una americana del mismo color de la corbata. Cabronazo ¿Por qué todo le sentaba tan bien? En fin... después de imaginarme arrancándole la ropa a mordiscos y luego cabalgarlo hasta quedarme inconsciente, lo hice pasar.

- Me vas a matar pero... he estado limpiando la casa y al acabar estaba tan cansada que me tumbé en el sofá y me he quedado dormida hasta que has llamado al timbre- Dije con voz de persona super arrepentida.

Un príncipe para AlexandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora