—Pides mucho —le advertiste a Levan, con un gesto grave.
—Tú lo hacías a extraños y no tenías reparos antes —repuso él con ironía encogiéndose de hombros—. Si no accedes a esto, entonces no podrás venir con nosotros. Medidas de precaución.
Él no te daba la impresión de ser alguien precisamente maquiavélico, sino más bien, desconfiado. La única persona en esa sala que permanecía inmune a ese ambiente punzante, era Leira. Ella había sido amable al recibirte, incluso te trajo una taza de té. Ella parecía compensar la falta de cordialidad de Levan. Sin embargo, no objetó nada ante la petición de su hermano.
Sabías en el fondo que este paso era necesario. De alguna manera, tenías la sensación de que los hermanos Biscaro guardaban un entendimiento más extenso de Éran Dezvas que tú. Y una voz en tu interior te decía que no podías dejar pasar esta oportunidad. Aunque fuera sólo para tener más tranquilidad, para deshacerte de ese molesto presentimiento.
Los hermanos te observaron, expectantes. Entonces, asentiste.
Levan y tú sostuvieron sus miradas ceñudas en silencio. Y, casi con vacilación, le abriste aquella puerta interna. Esa que sólo podían ver los que habían sido bendecidos con ese don.
Pudiste percibir entonces a alguien asomándose en el umbral de tu fortaleza. La intrusión de Levan en tu mente fue tan clara y extraña. Y cuando cerraste los ojos, pudiste verlo. Nunca antes habías podido ver propiamente a alguien dentro de tu domo interior. Tal vez porque nunca te habías topado con alguien semejante a ti, con tus mismas capacidades.
Aquel lugar blanquecino era idéntico a la mansión donde vivías, pero sabías que no lo era. Eran los diseños personales de tu bóveda interior. Levan recorrió la sala sumergida en una fina neblina ondulante. Ustedes dos eran las únicas presencias allí.
Él examinó los alrededores visualmente con un semblante analítico. Te pareció un gesto tan descarado, y la situación en sí misma tan embarazosa, pero te forzaste a soportarla. Sin embargo, él se condujo con una diligencia respetuosa. Entonces se aproximó a la amplia ventana de tu sala y la contempló, no obstante, en realidad no lo hacía. Los recovecos de la mente funcionan de maneras misteriosas. Entendiste que Levan estaba revisando tus recuerdos, pero no al azar. Buscaba todo lo que conocías sobre el boticario.
Te aproximaste a él para poder ver lo que estaba observando. A través de la ventana se reproducían escenas, como una obra de teatro. Escenarios y momentos diferentes, y en todos ellos estaba Éran.
—Él te buscó desde que eras una niña —afirmó Levan, los recuerdos seguían una secuencia acelerada y no se detenían—. Tus padres no hicieron nada. —Aquello lo dijo con un ligero tono de reproche. —¿Hicieron una apuesta?
Levan se volvió para encararte y te observó cómo alguien observaría a un demente, tú sólo le respondiste con una mirada rígida. Luego él se recuperó de aquella impresión y continuó con su inspección. Viste pasar las escenas donde Éran te narraba sus historias, el reloj de arena, sus conversaciones, sus consejos.
—Es como si él te hubiera estado preparando —comentó Levan crípticamente, su mirada castaña aún perdida en la retahíla de memorias—. Llegaste a confiar en él, pero ahora tienes algo de miedo...
—Ya basta —espetaste—. Dijiste que verías sólo los recuerdos. No mis pareceres personales, eso es privado. Si ya terminaste, sal de aquí.
Levan se detuvo, no sin antes regalarte un gesto circunspecto. Definitivamente, no le gustaba seguir órdenes, sin embargo, habían hecho un trato.
—¿Y bien? —inquirió la agradable voz de Leira cuando ustedes dos regresaron al plano real.
—Es de fiar.
Fue todo lo que dijo Levan. Y tomó asiento, silenciosamente. Tú hiciste lo mismo. Era la primera vez que alguien incursionaba en tu mente, y te sentiste de repente algo aturdida. Leira te dedicó un asentimiento amable y pausado, pero serio.
—Estamos siguiendo pistas —explicó ella antes de que su hermano tomara la palabra—. Hemos estado siguiendo y buscando pistas estos años... La última de ellas nos condujo aquí. Ahora tenemos que seguir. Si viajas con nosotros, va a ser una búsqueda incierta, debemos decirte.
—¿Esto tiene que ver con el boticario? —le preguntaste. Leira te obsequió un gesto tranquilo.
—Todo lo que hemos hecho hasta ahora tiene que ver con el boticario. —Leira hablaba con un sutil hilo de lamentación, casi imperceptible. —Él no es el bienhechor que todos celebran. Por donde ha pasado ha dejado una estela de desastre, y lo ha hecho de tal manera que no se ha revelado a sí mismo.
«Todo inició cuando Éran Dezvas apareció en nuestra ciudad. Ya habíamos oído hablar antes de él, pero no esos rumores que lo ensalzaban, sino una versión más retorcida, así que nuestros padres tuvieron el buen tino de no fiarse de él, por más gracia y encanto que demostrara.
Sin embargo, él parecía estar sumamente interesado en el don de mi hermano. E intentó acercarse a él a través de mí. —Notaste que ella se tornaba rígida y que la expresión de Levan se endurecía. Aun así, Leira continuó. —Él supo cómo ganarse mi confianza y en un momento de indecisión, me ofreció su ayuda. Pero Levan evitó que cometiera tal estupidez. Sin embargo, no imaginamos lo que iba a suceder después.
Lo que muchos ignoran sobre el boticario es que al hacer un pacto con él, uno recibe el deseo que pidió, pero a cambio entrega una parte de su libre albedrío. Todos los que recurren a él, inevitablemente se convierten en sus peones. Así que cuando la crisis golpeó nuestros negocios familiares, seguido de otros infortunios que sucedieron uno tras otro... la enfermedad de nuestra madre, la muerte de nuestros familiares... Al principio no encontramos un sentido a toda esa lluvia de tragedias, sin embargo, el boticario apareció como una salvación. Siempre ha aparecido en los momentos precisos de debilidad.
El peor de todos esos momentos fue cuando perdimos a nuestros padres en un accidente. Cuando a pesar de eso, no accedí a pactar con él, simplemente se fue. No dejamos de sospechar que todos esos sucesos parecieron extrañamente sospechosos. Nos dimos cuenta que en cada uno de estos golpes había alguien que alguna vez había recurrido al boticario. Mientras más escudriñábamos, saltaban más coincidencias.
Fue entonces que iniciamos esto. Hemos viajado por todo el país y apenas estamos entendiendo la magnitud del poder de Éran Dezvas. Cuando te conocimos, pensamos que deberíamos advertirte... y que tal vez podrías ayudarnos».
Permaneciste en silencio. Perpleja, estremecida y estupefacta. Una letanía de preguntas y negaciones acudieron a tu mente. ¿Sería posible? Te preguntabas, y al mismo tiempo te respondías que debía ser un error. Que era imposible.
Aún irresoluta y confusa ante aquella confesión, entendiste que ellos hablaban en serio. No estabas segura de cuánta verdad había en esas conjeturas, pero ellos las creían.
—¿Y qué es lo que quieren del boticario entonces? —inquiriste finalmente.
Leira acalló, y su gesto se tornó taciturno. Fue Levan quien respondió.
—Matarlo. De ser posible.
ESTÁS LEYENDO
El boticario de las almas perdidas
FantasySola y sin recuerdos. Así es como Ro despierta. Sin embargo, todas las respuestas que necesita se encuentran contenidas en una carta dirigida a ella. Una carta que narra su pasado. Una historia que evoca sonrisas infantiles, sueños inocentes...