Alza el antebrazo derecho rápidamente para evitar el golpe, mueve su brazo izquierdo y agarra la muñeca del otro brazo, evitando que así pueda recibir un golpe en todo el vientre. Después de haberse asegurado que tiene bien agarradas sus muñecas, mueve su pierna derecha rauda y le hace la zancadilla tirándolo al suelo. Se coloca encima de él inmovilizándole. Pero él consigue liberarse y la empuja a un lado, colocándose encima de ella.
Gemma respira de forma forzada al notar su cuerpo tan cerca de ella, tan pegado a ella. Él la mira fijamente a los ojos y le aparta despacio el pelo de la cara, mirando aun sus ojos. Gemma empieza a temblar y el sudor peligra en recorrer su frente sintiendo de nuevo un deja vú. Ve a ese hombre que hace tres años atrás la cogió, encima de ella.
Gemma grita y le aparta de un rodillazo en la tripa a un lado y con todas sus fuerzas y conocimientos de defensa, lo placa en el suelo sentándose encima de él y empieza a pegarle puñetazos eficaces en la cara, con toda la rabia contenida. El chico se protege con los antebrazos la cara, asustado.
–Gemma, ya basta –dice entonces acercándose el profesor. Gemma se para, estaba cegada. Mira entonces al chico que se encuentra bajo ella y se incorpora rápidamente. Respira de forma irregular, con su pecho moviéndose arriba a bajo de forma peligrosa– ¿estás bien? –pregunta el profesor de defensa propia acercándose a Gemma. Ella se aparta los mechones salvajes de su coleta alta. Respira hondo y asiente insegura con la cabeza, tapando su cara con las manos. Evita que su profesor le toque, ya que ahora esta demasiado receptiva. Se aleja, apartándose de las parejas que están practicando la defensa propia y pide perdón en un susurro al chico al que ha atacado. Coge su mochila de recambio, hoy no tiene tiempo para cambiarse. Va con una camiseta de tirantes, blanca de licra, unos pantalones grises de chándal y unas deportivas negras.
Respira hondo, intenta volver a tranquilizarse caminando por la calle. Mira a la nada. Su cara esta roja del esfuerzo, necesita una buena ducha. Cierra los ojos mientras sigue caminando sin mirar, pasa la mano derecha por su cara mientras que la izquierda sostiene su bolsa. Gemma, tranquilízate, por favor se ruega a si misma. Entonces nota como su cuerpo choca con el de alguien, retrocede asustada y se encuentra con un olor asqueroso y fuerte, huele a marihuana. Alza la vista temerosa y se encuentra con unos ojos azules que la miran fijamente. El joven tiene el pelo negro y rizado, tan largo que tapa sus ojos. Su nariz es delgada y su rostro afilado, pero se le ve dañado por el acné y además tiene ojeras, tiene cara de estar fumado. Gemma retrocede con temor, el chico no le aparta la vista de encima y eso la intimida.
–Esta es la furcia que me dobló la muñeca hace una semana –exclama de repente una voz por detrás del muchacho que la mira. Gemma alza la cabeza sin comprender y ve que un chico más bajo que con el que se ha chocado, la mira acusadoramente. Si es el gilipollas este piensa Gemma frunciendo el ceño. Ahora que lo ve mejor, se da cuenta de que es bajito. Tiene el pelo moreno, despeinado, largo y grasiento. Ojos de pollo y castaños. Tiene bigote de unos días bajo su nariz torcida y un cuerpo delgaducho, no como el de su compañero, que podría decirse que incluso más grande, ya que en su camiseta negra se nota algo en el vientre, pero no es exagerado.
– ¿Furcia? –pregunta entonces el de pelo rizado negro. Tiene una voz grave, no tanto como la de el león y más que la de el tal Alf, que tiene voz de pito e irritante.
–Si, es lo que mejor la describe –dice serio Alf acercándose a Gemma. Ella no se había dado cuenta, pero de estar caminando, se había metido por una calle poco transitada, pero estaba cerca de casa. No quería hablar con estos dos elementos, no es algo que le apeteciera, seguía traumatizada.
–Alguien que da una paliza a Alf no tiene derecho ser llamada furcia. Además es demasiado delgaducha y débil, me has decepcionado Alf –dice riendo el chico desconocido para Gemma. Alf se indigna y Gemma también se enoja, esta molesta. Pero el chico le intimida igualmente, no tanto como JC, pero le da respeto. Cuando los ojos hielo del chico se colocan sobre los de ella de nuevo, retrocede despacio.
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Olvidar no es fácil.
Teen Fiction"–¿De qué tienes miedo?–pregunta él pasando su gran y áspera mano por sus rizos negros. –De tu estupidez.–espeta con burla escrutando los ojos azules de él. –Conmigo estarás a salvo.–le vuelve a repetir. No sabe ya cuantas veces se lo ha dicho. –Dic...