Capítulo 6: "Alucionaciones".

310 14 1
                                    

Es una mañana tranquila, por suerte más que la noche anterior. Gemma no pudo dormir toda la noche. Todo por culpa de las pesadillas que le daba no estar en su propia cama y los ruidos orgásmicos de Anne y JC, algo que por cierto repugna a Gemma y no comprende como pudo oírlos si están en el piso de abajo. No puede pensar en su amiga de esa manera y algo nuevo que sabe de su amiga: es demasiado ruidosa. Otra cosa que también no la dejó dormir fueron los ronquidos de Aaron. Aún durmiendo en la habitación de al lado, con una buena pared de hormigón por en medio, pudo oírle. Gemma tampoco comprende como Aaron pudo dormir toda la noche tan tranquilo.

Apoya su espalda contra la gran almohada blanca, la cual está blanda y fría. La joven mueve su espalda tranquilamente, concentrada en buscar la mejor postura y el hueco perfecto de la almohada. Al encontrarlo al fin, respira hondo y suelta el aire despacio. En cierto modo está a gusto en aquella casa. Era reconfortante y era como unas vacaciones, unas que nunca había tenido. Gemma no había salido nunca de España, no había dinero como para costearse un viaje al extranjero. La joven pasa sus manos por sus piernas desnudas. Ha dormido con su pijama típico, sus pantalones cortos y su camiseta de manga corta, ajustada y pequeña.

El cabello pelirrojo de Gemma esta recogido en una trenza algo desecha por la noche. Pasa sus piernas por lo largo de la cama y sonríe. Le encanta esta cama, es grande y muy cómoda, pero lo principal es que es solo para ella. Se tira por la cama espatarrada y sus ojos miran el techo a través del cristal de sus gafas cuadradas y negras. No lleva las lentillas de buena mañana y tampoco le avergüenza que sepa la gente que tiene miopía.

Gemma alza su cabeza para mirar el reloj digital de la mesita. Son las nueve de la mañana, no una hora muy normal para despertar. Se incorpora de la cama suspirando, no tiene sueño. Aun cuando la casa ya está en calma, no puede dormir, esta desvelada. Camina descalza hacía las puertas corredizas. Empuja una con todas sus fuerzas y consigue abrirla triunfante. Sale a fuera, al pequeño balcón de piedra y se apoya en la barandilla mirando la playa en silencio. El calorcito de la primavera, el aroma salado que incluso saborea en su paladar hace que se sienta relajada, sin preocupaciones. Por primera vez desde hace mucho tiempo, se siente en paz consigo misma.

Esta bien claro, este lugar me encanta piensa la joven con una amplia sonrisa en su rostro. Entra dentro de la habitación de nuevo y deja la ventana abierta para que se ventile. Se dirige a la salida con su neceser a mano. Sale del cuarto silenciosa, sin querer despertar al que duerme en la habitación de al lado. Camina descalza por el pasillo mirando, más bien curioseando mejor que ayer la casa. Se fija en los cuadros que hay, son de flores, paisajes, personas o sombras, todas muy bonitas y pintorescas. Para cuando llega a la puerta del baño, abre esta, entra dentro y cierra tras suyo.

A continuación deja su neceser sobre la pila y se mira en el espejo en silencio. Sus pintas no son demasiado buenas. Se quita las gafas y las coloca con cuidado en la pila, abre el grifo y se moja la cara, limpiándose esta, para sentirse despierta completamente, se seca la cara con la toalla y se coloca de nuevo las gafas. Después de hacer sus necesidades mañaneras del baño y demás, se dirige a la primera planta bajando las escaleras despacio, con miedo de resbalar.

Para cuando por fin esta segura en el suelo, camina por el salón en silencio, sin querer hacer ruido. Se dirige a la cocina, cuando ve una figura fuera en el jardín. Se pone a la defensiva y se mueve silenciosa, estudiando el lugar y vigilando de quien puede ser. Se sorprende entonces al ver a Aaron sentado sobre la mesa de madera. Gemma respira hondo, tranquilizando su corazón que había empezado a latir como loco por los nervios de que fuera alguien desconocido.

Camina en silencio a la salida trasera que da al jardín interior, corre la puerta corrediza sin brusquedad. Sale a fuera mirando a su alrededor y camina sobre las frías baldosas, a las que aún no les ha dado el sol, hacía Aaron. Este lleva el pelo despeinado y salvaje, una camiseta blanca de tirantes anchos y unos pantalones  de chándal negros. Un detalle que llama la atención de Gemma es que va también descalzo, como ella. Una sonrisa asoma en el rostro de Gemma inconscientemente, pero se borra rápidamente.

Olvidar no es fácil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora