Claro, le había pedido matrimonio y la cosas andaban perfectamente. Sólo con diecisete años habíamos definido nuestro futuro juntos y estabamos decididos a llevarlo a cabo, sin que nada nos derrotara. Ese fue uno de los puntos de los cuales tratamos luego de llegar de la fiesta, antes de que mi prometido se quedara dormido en mis piernas cuando estábamos sentados en el sillón y tuviera que trasladarlo a la cama sin que despertara.
Decidimos casarnos apenas Tae cumpliera los dieciocho, porque si no necesitaríamos el permiso de sus padres para hacerlo, y eso era algo imposible de conseguir.
Me había ido a dar una ducha a eso de las cinco de la mañana (hora a la que ya no podía más de sueño) mientras Taehyung dormía apaciblemente en la cama; que en realidad era nuestra cama. Se veía tan tranquilo y adorable que comencé a acariciar sus mejillas —cómo él estaba acostumbrado a mi tacto no se sobresaltó— y a acomodar mechones de cabello detrás de sus orejas. Sonreí. Sonreí porque nunca en la vida había pensado en que mi mejor amigo, el chico que estuvo para mi en todo, el que me hizo compañía en los días más aburridos, el que me hacía reír diariamente, terminaría siendo mi novio y mi futuro esposo. Besé sus labios con delicadeza haciendo que sonriera entredormido, lo tomé en brazos y lo coloqué apegado a mi para abrazarlo, luego deposité otro beso en su frente, y me quedé dormido.
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—Kookie—un apretón en mi mejilla me hizo despertar—JungKookie, ya son las once—se encaramó en mi pero yo lo único que quería era seguir durmiendo.
—Aún es temprano mi amor, ¿por qué no duermes un poco más?—me acomodé más en la cama.
—Sólo si me das un beso.
—No te lavaste los dientes anoche—me tapé la cara con la almohada.
—Los lavaré ahora—sentí cómo bajó de la cama y entró al baño. Reí. Era un bebé.
Me senté en la cama resignado, Taehyung había conseguido su objetivo; levantarme.
—Listo Kookie—salió del baño secándose la boca con la manga de la polera.—Quiero mi beso.
—No me hago cargo de lo que pueda pasar después.—palmeé la cama y él se lanzó a ella, comencé a besarlo delicadamente, queriendo que su sabor quedara grabado en mi lóbulo gustativo de mi cerebro, para no olvidarlo nunca, pasase lo que pasase.
