No logro encontrar las palabras que definan como me siento, me encuentro en un hospital, acompañada por la persona que dice ser mi padre y en mi memoria no hay nada que lo confirme, pero tampoco que lo desmienta, lo poco que recuerdo de la persona que él dice que soy, son recuerdos de cuando era niña, porque a pesar que tengo otros recuerdos, son de una persona totalmente distinta.
Alexander esta frente a mí observándome, hay preocupación en su rostro, supongo que será difícil para un padre que su hija no le recuerde, puede que sea el momento de seguir con las preguntas, aunque hasta ahora sus respuestas no han generado ningún recuerdo, ante cada respuesta se presenta una nueva pregunta.
¿Quiero saber cómo murió mi madre? ¿Hace cuánto? ¿Quién es la lunática? ¿y si es verdad lo que dijo? Pero no sé por dónde empezar, le sonrió y cuando estoy a punto de pedirle que me cuente algo sobre Ayrin, él se acerca y me coge la mano, su tacto es cálido, por extraño que parezca, me gusta.
– Dime, que ronda por esa cabecita–. Me susurra mientras me da un beso en la frente.
– Háblame de ti y de mi madre–. Sonríe ante mi petición y su mirada se pierde en los recuerdos.
– Nos conocimos en la Universidad, los dos estudiamos en el Trinity College de Cambridge, igual que nuestros padres, a ella le gustaba leer al aire libre cuando hacia buen tiempo y a mí me gustaba observarla mientras lo hacía–. Hace una pausa y sonríe.
– Pero se percató de que la observaba, un día cogió sus libros y se acercó a mí, me dijo que se había cansado de esperar a que yo diera el siguiente paso, me dejo sin palabras, no sabía que decirle, pero no se marchó, se sentó a mi lado y siguió leyendo, al cabo de un rato cerro el libro y me dijo que me esperaba al día siguiente a la misma hora. Esa noche no dormí, estuve practicando como hablar con ella y desee que me tragara la tierra. Al día siguiente llevaba una hora esperando y ella no aparecía, pero me negaba a marcharme, no podía aceptar que me diera plantón, cuando sentí una mano en mi hombro, me volvió el alma al cuerpo, pero por poco tiempo, la chica no era Len, si no Andrea su mejor amiga, se disculpó por haberme hecho esperar, al principio no lo entendía, yo a quien esperaba era a Len, me explico que estaba al tanto del porque estaba yo ahí, Len se lo conto, pero le habían dado una mala noticia y había tenido que volver a casa y antes de marchar le pidió a Andrea que me avisara que no podría venir.
Alexander suspira, creo que se ha perdido en su relato, en su mirada hay nostalgia y su silencio me entristece, creo que intento contarme una historia bonita y no supo parar a tiempo.
– ¿Cuál fue la mala noticia?–. Le pregunto casi en un susurro.
– A su padre le había dado un infarto, cuando la llamaron no le dieron más detalles, solo que tenía que volver, pero en realidad cuando la llamaron ya había muerto. Andrea no se fue con Len porque ella se lo pidió, tenía que avisarme de lo que había pasado, en ese momento Andrea ya sabía lo que realmente había ocurrido y cuando me lo contó, no lo pensé, corrí hasta mi coche, tenía que volver a Londres, Andrea me siguió y me pidió que la trajera, de no ser por ella no habría sabido que hacer al llegar a Londres, sabía quién era su padre, pero no donde vivía, pero ir con Andrea lo facilitó todo, fuimos directamente a casa de Len y cuando me vio se acercó, me rodeo la cintura con sus brazos y lloro sobre mi pecho, yo me limite a abrazarla, y mientras acariciaba su cabeza le dije que no estaba sola y que nunca lo estaría, mientras ella me lo permitiera yo estaría a su lado–. Se le corta la voz y a mí se me hace un nudo en la garganta –Y así fue, nos hicimos inseparables–. Me ve con ternura, acuna mis mejillas entre sus manos. –Mientras respire siempre estaré a tu lado–. Me susurra.
ESTÁS LEYENDO
AYRIN
RomanceDesperté en la habitación de un hospital, no sé quién soy, ni que me ha pasado, hay unas personas que dicen ser mi familia pero yo no las recuerdo, en mis sueños hay dos versiones distintas de mi vida, en una soy una mujer feliz, estoy con el hombre...