Capítulo 10 / Mi móvil.

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La oportunidad de encontrar la luz en este mar de oscuridad, parece haber llegado, esa oportunidad me la da el chico de ojos color avellana, que me observa fijamente en este momento, su expresión es un tanto ruda, pero su mirada no me engaña, diría que tiene tanto o más miedo que yo.

Joshua es la única persona dispuesta a contestar mis preguntas, pero ahora mismo me es difícil concentrarme en elegir las preguntas que le quiero hacer, mis pensamientos son una marea de emociones.

Tras observarle detenidamente, me surgen muchas más preguntas, pero no sobre mí, sino sobre él, ahora mismo estoy más interesada en conocer más a Joshua, que indagar sobre mi vida.

Joshua es un chico muy atractivo, alto, delgado, facciones finas, pelo castaño claro, que parece serme incondicional "joder Ayrin sí que tienes suerte" me rio de mí misma, por el camino donde me llevan mis pensamientos.

– Se puede saber de qué te ríes–. Pregunta mi observador.

– Me preguntaba, si estás enamorado de Ayrín–. Su sonrisa malévola me anticipa una respuesta mordaz.

– Hablas de ti misma, en tercera persona–. Niega con la cabeza, mientras chasquea con la lengua. – Ese no es un buen síntoma de cordura, además de desmemoriada, loca–. Esas pequeñas arruguitas en los ojos y ese hoyuelo del moflete me confirman que soy un chiste andante para él y ni siquiera se ha molestado en contestar a mi pregunta.

– No sé cómo explicártelo, la vida de Ayrín–. Me encojo de hombros. – Me es ajena, no me siento ella, en realidad no quiero ser ella, no soy ella–. Es liberador poder decirlo en alto, mientras veo en su mirada, tristeza, supongo que el si quiere recuperar a su amiga.

– No soy creyente y antes tú tampoco, pero tal vez no recordar, sea ese milagro que esperabas, para salir del agujero en el que decías vivir.

– Guapo y comprensivo, ¿de verdad solo somos amigos? –. Bromeo y el me responde tirándome una galleta y vuelve a relajar su mirada.

– Me dijo tu Nana, que tu padre está en casa.

– Sí, ha decido trabajar desde casa, por si se me ofrece algo–. Sonríe de forma picara, ante mi respuesta. – No es habitual, ¿cierto?.

– No, al menos desde hace un par de años, antes de que tu madre... –. Hace una pausa. – Bueno, si era muy habitual, que trabajara desde casa, después ya no tanto.

– Toda mi vida se vino abajo, con la muerte de mi madre–. Enfatizo, esto último.

– No, eso no es verdad, tu padre dejo de trabajar desde casa, tras la muerte de tu abuelo –. Me dice.

– Entonces, todo cambio tras la muerte de este.

– No exactamente, la relación con tu padre, es casi nula desde que murió tu madre. Él se refugió en el trabajo y al morir tu abuelo, adquirió más responsabilidades, pero siempre cogía el teléfono cuando le llamabas, daba igual lo que estuviera haciendo, de hecho, a veces lo llamabas, cuando sabias que estaba reunido, solo para ponerlo a prueba.

AYRINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora