Capítulo 5

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Capítulo 5

María maldijo libremente nada más cerrarse las puertas del ascensor. Aún no había empezado a trabajar cuando la había llamado Esteban para pedirle que fuera a verlo a su oficina. No podía ir él a la suya y no había más que hablar.

Ni siquiera había tenido la decencia de darle algún detalle de los motivos. Como era lógico, aunque solo fuera por curiosidad, María había decidido ir.

La decoración de la empresa de Esteban era tan lujosa y exagerada como la de su casa. Ella, por el contrario, se había inspirado en un estilo zen para decorar las oficinas de Anfalas. Y, sí, había incluido jardines de arena en miniatura en las mesas de sus empleados. Pretendía crear un ambiente de trabajo relajante.

Le sorprendió descubrir que Esteban no tenía una secretaria joven y guapa como esperaba, sino un hombre de mediana edad y aspecto completamente corriente.

–Hola. Vengo a ver a Esteban, me está esperando.

–Señorita Fernández.

–Así es. María, de Anfalas.

–Lo sé –dijo mientras tecleaba algo en el ordenador.

–No tengo cita, así que no me va a encontrar ahí.

–No, estoy escribiendo un correo electrónico, es solo un momento.

María resopló, airada.

–Entro directamente.

–La puerta está cerrada.

En lugar de responderle, María echó a andar hasta llegar a una enorme puerta doble de madera maciza tallada.

–¿Qué se cree que es esto, la Capilla Sixtina? –murmuró justo antes de comprobar que, efectivamente, estaba cerrada.

Llamó con todas sus fuerzas.

–¿Sí?

–Soy la mujer de tus sueños, San Román, abre.

–Veo que Jerry no ha sido muy amable contigo –dedujo Esteban después de abrirle la puerta–. Supongo que no ha visto las noticias esta mañana, o quizá piensa que vienes a sonsacarme secretos a besos.

–¿Yo?

–Desde luego pareces una mujer fatal, toda vestida de negro.

María se miró, vestida con pantalones pitillo y suéter ajustado.

–Siempre preparada para el espionaje industrial. ¿Puedo pasar ya?

Por fin se echó a un lado y María pudo entrar a su despacho, donde había tanta opulencia como en el resto del edificio. Era todo mármol, madera labrada y obras de arte.

Nadie podría tacharlo jamás de minimalista.

–¿Has visto las noticias?

–No, he estado ocupada –en realidad le había dado miedo después de lo que había ocurrido después de su primera aparición pública y lo cierto era que no quería ver las fotos de los dos besándose.

–Permíteme que te las enseñe –esbozó una sonrisa mientras agarraba una tableta y le mostró los titulares y las imágenes que aparecían en todos los medios, tanto los relacionados con el mundo de la tecnología como los que no lo estaban.

La pareja que engaño a todo el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora