Capítulo 8
A la mañana siguiente, María se despertó inquieta y atontada. Compartir habitación con Esteban estaba resultando tremendamente problemático. Para empezar porque dormía en calzoncillos. Por la noche no se había dado cuenta, pero al oírlo levantarse por la mañana, se había despertado y, al abrir los ojos, ahí estaba él, prácticamente desnudo porque lo único que cubría su cuerpo era un bóxer negro ajustado que le marcaba el contorno del trasero de tal manera que no dejaba demasiado a la imaginación.
Se había metido al baño y, al salir, le había mostrado el resto de... sus secretos masculinos, además de los abdominales y el torso, salpicado por la cantidad justa de vello.
Era una fantasía hecha realidad. Un hombre de verdad, con los músculos y todas las cosas buenas que aportaba una buena dosis de testosterona.
María jamás había deseado realmente esas cosas, al menos no como las deseaba al verlo a él.
Seguramente nunca las había deseado porque no se lo había permitido porque, aunque le costara admitirlo, llevaba años fingiendo que la agresión de Michael no había tenido ninguna repercusión en su manera de ver el sexo. En teoría ella sabía que el sexo no tenía por qué ser así y que la mayoría de los hombres no le harían daño. Lo sabía, pero había una parte de ella que no se lo creía del todo y huir del sexo, y de los hombres, era más sencillo que analizar lo que sentía.
Como tampoco había tenido nunca muchos admiradores, no le había costado renunciar al sexo y limitarse a fantasear en privado cuando sentía la necesidad. Era mejor así porque no dependía de nadie, ni tenía que confiar en nadie.
Sin embargo, Esteban hacía que se planteara si merecería la pena correr el riesgo a cambio de disfrutar de un cuerpo así. Él no le haría daño, ni la obligaría a hacer nada. De eso estaba segura.
Eso no quería decir que Esteban le gustara, simplemente le parecía sexy. Era una mujer y tenía sus necesidades. Quería acostarse con él, nada más.
Había bajado sola a comer mientras Esteban aprovechaba para adelantar trabajo en la habitación antes de la boda. María había agradecido un poco de soledad porque necesitaba un respiro. Aunque luego no había podido dejar de pensar en él. Con la mirada clavada en el plato, reconoció que apenas lo conocía. Sin embargo, cuando estaba con él se olvidaba de todo y se dejaba llevar por esas sonrisas y esa manera que tenía de reír.
Qué lástima daba.
Definitivamente, necesitaba un respiro para que se le tranquilizaran las hormonas. No podía dejarse llevar por lo que estaba sintiendo. Si se rendía a aquel absurdo deseo... ¿qué? No pasaría nada. Esteban y ella no se caían bien el uno al otro, eran dos adversarios que habían firmado una tregua, pero que después seguirían atacándose mutuamente.
Así que si se acostaba con él, no estropearía absolutamente nada. De todos modos, nunca podrían tener una relación. Y tampoco la querían.
El descubrimiento le aceleró el pulso.
El problema era que ella no era de las que se acostaba con un hombre con el que jamás podría tener nada serio. ¿O sí?
Tampoco se veía capaz de confiar nunca en nadie lo bastante como para mantener una relación de verdad. Ni quería que la utilizasen por su dinero. Pero Esteban no buscaba su dinero, ni su posición social. Si quería acostarse con ella, sería simplemente porque la deseaba a ella.
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La pareja que engaño a todo el mundo
RomanceEso sí que era no perder de vista al enemigo... La mayoría de las mujeres matarían por estar entre los brazos de Esteban San Román. El enigmático italiano era uno de los hombres más ricos del mundo y uno de los empresarios más importantes del mundo...