Capítulo 14

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Capítulo 14

Su casa era horrible. Un lugar lleno de lujo, opulencia y nada más. Esteban llevaba cinco días intentando olvidar. Eran las dos de la mañana, estaba medio borracho y aun así no había conseguido olvidar.

Su cama estaba tan fría como su corazón y no había nada que pudiera hacer para entrar en calor. Ahora que había perdido a María, se daba cuenta de que todo lo que tenía era falso. El dinero no había cambiado nada; seguía siendo un muchacho asustado y solo. Lo único que podía cambiar era él y eso le daba mucho miedo porque, si se abría a alguien, corría el riesgo de recordar y tener que enfrentarse a todo lo que había sentido en los últimos doce años.

Pero si no lo hacía, no podría recuperarla, ni ser feliz.

Miró a su alrededor y supo que nada de aquello tenía sentido sin María.

Se arrodilló en el suelo y se tapó el rostro con las manos. Estaba pudiendo con él. El peso de la vergüenza y del odio que sentía hacia sí mismo y hacia las mujeres que lo habían utilizado. Tenía la sensación de estar hundiéndose en un pozo sin fondo.

Pero aún veía una pequeña luz.

Era María, que le tendía la mano para ayudarlo. Una mano que él había rechazado.

Maldito fuera, había rechazado la salvación.

María salió del baño de su despacho y se derrumbó en su silla. Acababa de venirle el periodo. Eso era bueno porque significaba que no estaba embarazada, pero también quería decir que ya no había nada que la uniese a Esteban. Salvo, quizá, el proyecto Barrows, pero no albergaba demasiadas esperanzas al respecto.

Seis días después y aún le dolía el alma. Sin embargo había algo que tenía que agradecerle a Esteban. Había conseguido que se reconciliara consigo misma y con su pasado, que se sintiera completamente libre y sin necesidad de fingir. Eso siempre se lo agradecería.

Oyó el pitido del intercomunicador que anunciaba la voz de Thad.

–María, va camino de tu...

Levantó la mirada justo a tiempo de ver entrar por la puerta a Esteban.

–¿Qué haces aquí?

Tenía barba. Nunca lo había visto con barba y mucho menos con una tan descuidada.

–Han elegido a Demetrio –anunció sin preámbulos.

–Ah –tuvo que tomarse unos segundos para reaccionar–. No puedo creer que se tragaran esa patraña de los valores familiares. Es un sinvergüenza y nuestro GPS era mucho mejor.

–Pero yo le amenacé delante de todo el mundo.

–Por cierto, no estoy embarazada. Supongo que es mejor que te lo diga cuanto antes ahora que nuestra asociación llega definitivamente a su fin.

–¿No estás embarazada? –repitió con una expresión extraña.

–No. No llevo dentro al heredero de tu imperio. Lo siento.

–María...

–¡No puedo creer que hayan escogido a Demetrio!

–No importa – Esteban empezó a caminar de un lado a otro del despacho–. Supongo que sabes que todo esto es culpa tuya, ¿verdad?

La pareja que engaño a todo el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora