Marinna iba colocándose su decimo vestido. No miento cuando digo que era la imagen viva de lo que se conoce como la adolescente obsesionada con las compras.
- ¿Se me ve bien este? – me pregunto eso con cada vestido o traje que se probaba.
Preguntaran porque dos adolescentes de último año de la escuela se preocupaban por un vestido.
Tengo la respuesta.
El ultimo vestido del último baile de nuestro último año en la preparatoria Marriot. Demasiados últimos que me ponían demasiado nerviosa.
Se sentía como si fuera hace un mes que me había despedido de mi familia allá en un pequeño país latino. No exagero cuando digo que de donde vengo no hay comparación. Un sol excelente en verano para ir a pasar con mi familia en la playa. Las noches cálidas sobre la arena contando historias, de cada uno de nosotros. Volver a la ciudad para la escuela, ir al centro por una comida típica. Hasta las idas en bus me parecían sorprendentes.
Costa Rica era mi país.
Pero mamá se casó con este tipo neoyorquino hace años y no tuve remedió que venirme con ella.
- Creo que este es el indicado. – dijo Marinna modelando al espejo. Aunque en realidad quería impresionar al tipo de la caja.
- Se te ve genial. – dije con entusiasmo falso. – Cómpralo.
- ¿Tú ya tienes el tuyo?
- Si, lo elegí en la primera tienda ¿lo olvidas?
Yo no era de muchos lujos. Mi mamá me dio cerca de quinientos dólares para comprarme algo sofisticado pero era demasiado para el vestido de cien dólares que conseguí en la primer tienda que entramos. Un dulce vestido blanco tipo griego me flechó. Era simple y cómodo, perfecto para bailar. Y perfecto para la noche que iba a tener.
Marinna y yo elegimos tacones relamente altos. Los míos color menta y los suyos negros que iban perfectos con su vestido rojo.
Al salir de la tienda nos dirigimos a comer un bocadillo. Algo que hacíamos cada día de compras. Nos sentamos en nuestra mesa en el café de mamá. Ahí era el único lugar donde ambas podíamos comer hasta decir basta, ya que la dueña en todo caso era mamá, y ella es la mejor persona que puedes conocer.
- Y bien… ¿Cuéntame?
- ¿Qué cosa? – dije con el sándwich en mi boca. Mari entonó los ojos de manera persuasiva – Oh, hablas de Diego y yo.
- ¿De quién más iba a hablarte? Debes estar nerviosa al mil.
- No lo sé. Supongo que hoy es el paso de la vida. Mamá lo dio a mi edad así que no creo estar mal.
- Dio el paso y ocho meses con tres semanas después estabas tu llorando como mariquita.
- Yo se me cuidar.
- Eso espero, no quiero que un pequeño Diego ande por ahí diciéndome tía Mar.
La conversación siguió su curso total. Hablamos de cosas sin sentido y una llamada de Josh nos hizo irnos a casa a preparar. Esta noche era el gran baile y mi mejor amigo Joe se iba a arreglar con nosotras.
Apenas me dio tiempo de pensar en todo en el trayecto del metro a casa.
Llevaba tres años saliendo con el. Era un chico del que me había enamorado cuando roció agua en mi blusa en el día del lavado de autos. Una relación de oro, decían todos ahí. Yo la sentía… Bien. Supongo que no le ponía tanto entusiasmo a eso de las novelas de amor que queríamos ser. El pensaba igual que yo y para decirles la verdad era todo muy monótono. Pasaba más tiempo con mis amigas o en el estudio de arte con Joe o simplemente escribiendo en mi habitación. Todo era igual la mayoría del tiempo.
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Terriblemente embarazada
Teen FictionUna chica deseada por todos, con el mejor novio del mundo y repleta de amigos. Es no era yo. Pero adivinen cuando me vine a dar cuenta. Cuando quede embarazada de un tipo al que le valgo un bledo. Pero las cosas empiezan a cambiar cuando mi ab...