Abstracto

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Abrí la cortina repleta de miedo, por el recuerdo de alguna estúpida película donde del otro lado de la ventana estaba un maldito asesino.  

Y no es que de la realidad se fuera muy lejos.

Me lleve la mano al pecho y volví a respirar cuando del otro lado vi a Eithan recostado en mi ventana sentado en la escalera de incendios. Su brazo tatuado estaba pegando contra la pared y parecía que moría del frío.

Me decidí a tener un poco de compasión y abrirle la ventana.

-        ¿Puedo preguntar por qué demonios estas en mi escalera de incendios? – me crucé de brazos mientras el entraba.

-        Hola a ti también

-        ¿Qué haces aquí?

-        Bueno, como te dije la última vez que nos vimos y te dirigí la palabra necesito hablar contigo. – iba a replicar pero puso la mano en alto – Y si dices que no tenemos de que hablar me voy a quedar durmiendo ahí hasta que me escuches.

-        Habla y rápido.

-        ¿Estás saliendo con Zac? – pregunto y sus ojos se volvieron más oscuros.

-        No te interesa.

-        Contesta.

-        No estoy saliendo con él, Eithan. Y si estuviera con él a ti no te incumbe.

-        Pues los bebés que están dentro de ti son míos también y me preocupa con quien vean a su madre.

-        ¡No me voy a casar con él! – me di media vuelta para tranquilizarme – Por Dios, Eithan. Los trogloditas parece importarte únicamente cuando te conviene. Eres un maldito egoísta.

-        ¿Egoísta?

-        Si – mi voz se alzó – Tu puedes ser feliz revolcándote con miles de chicas por ahí y yo salgo con alguien y ya está mal. Tu eres el padre y a mi también me preocupa con quien te vean mis hijos.

-        ¡Es diferente!

-        ¿Por qué? ¿Por qué soy la madre y yo a fuerza me tengo que hacer cargo de ellos? – era el momento de sacar todo. – Eres un cobarde, Eithan. Te vas por un tiempo eterno y luego vienes y pretendes hablar d tus hijos cuando ni si quiera te importa el estado de su madre.

-        ¡Si me importa, Skyler! – gritó y de repente se dio cuenta del problema que había creado – Skyler, me importas más de lo que te imaginas, pero no quiero enamorarme de ti porque no te merezco. Soy un mujeriego, tengo drogas, y nunca me había enamorado de alguien. ¡Me asuste de mierda, Sky! No quería que pasaras por esto.

Me quedé helada.

Mi boca no comprendía que tenía que hablar. No conecte ninguna parte de mi cuerpo para asimilar. No tenía sentido. Nunca iba a tener sentido. Se los juro que no podía ni parpadear por la bomba que ese tipo me tiro de repente.

Nada. No salía nada.

Pero tampoco entendía que me pasaba. Estaba feliz o estaba triste, o enojada, o simplemente frustrada.

-        Di algo, Sky por lo que más quieras.

-        Cuando te enamoras acerca más a las personas – dije por fin – No las alejas. Me hubieras dado una explicación o algo porque me devastaste. Yo también me enamoré de ti, Eithan. Pero no creo que quiera estar contigo.

-        ¿Es por Zac – se acerco a mi más de lo que debería. Dios, desearía tener piernas un poco más largas para poder moverme de esa manera.

-        Es porque no soporto la idea de que te entre miedo cada vez que sientas algo nuevo. Necesito que estés cerca, como antes.

-        ¿Puedo cambiar?

-        ¿Cambiar?– negué con la cabeza – Madurar.

Llevo su mano con delicadeza hacia mi mejilla. Maldito corazón y sus sentimientos. ¿Por qué no se quedaban todos en mi cabeza? Me acaricio como hace tiempo no había sido acariciada. Acerco sus labios a los míos pero nos los beso.

No le di oportunidad.

-        Decide de que lado estas – susurré contra su boca.

Me aparté y caminé hacia atrás. Eithan se quedo de pie ahí sin decir nada, con sus manos hechas puños.

-        Vete – sonreí – vuelve cuando sepas en que embrollo estas metido. 

Terriblemente embarazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora