Unas madres alteradas

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Así pasaron las semanas. Diego y yo volvíamos a ser lo mismo, con un pequeño secreto escondido de parte mía. Salía con mis amigas al cine, hacíamos pijamadas e iba al estudio a dibujar un rato.

En la escuela los exámenes tomaron gran parte de mi tiempo, pero era mi último año así que valía la pena. Además yo era una chica de sacar buenas calificaciones de vez en cuando.

Si hablamos de Eithan, lo veía en diferentes clases y me sonreía con normalidad. Nos digiramos la palabra en el gimnasio y a veces me saludaba en el almuerzo. La cita de la que hablamos nunca llego, por lo que me olvide totalmente de ella.

Una noche de viernes, Diego y yo fuimos a cenar al restaurante Mexicano de sus abuelos. Una cena de celebración o algo por el estilo. Me puse un vestido negro siempre y unos tacones amarillos que me encantaban.

La familia de Diego era todo menos lo que fingían ser. Se comportaban como si fueran tan ricos que ni siquiera debían vivir en Estados Unidos. Eran agradables pero se veía que no lo eran de sangre, como mi familia.

-       Aquí están los tacos con extra chile, Sky  - dijo Ciara, la hermana de Diego, tendiéndome la tercera ración de la noche.

-       Vaya, Sky. Hoy traes mucha hambre. – dijo Diego poniéndome la mano en el muslo. – Espero que por la noche también.

No habíamos tenido sexo en estos dos meses que pasaron. El lo mencionaba de vez en cuando pero me aterraba la idea de tener que hacerlo de nuevo. Lo veía normal cuando no lo había hecho pero ahora me aterraba hacerlo, por alguna razón desconocida.

La cena acabó y dejaron a Diego para que cerrara el local.

-       Ahora viene el postre – dijo tomando mi mano y llevándome a la cocina. Todo estaba reluciente.

-       ¿El postre?

De un momento a otro sus manos estaban por todo mi cuerpo besándome. Como si fuera un total experto en todo esto, llevo su mano derecha más debajo de mi cintura. Me subió a una mesa de la cual maldije por estar tan fría.

Su camisa desapareció en un dos por tres junto a sus pantalones. Íbamos por alguna razón despacio con mi vestido.

Cuando sus labios empezaron a bajar por mi cuello mi estomago dio un vuelco total. Me paralicé durante un momento.

-       ¿Qué sucede? – dijo Diego separándose un poco. Por su expresión supe que mi rostro estaba haciendo alguna mueca extraña.

-       Nada, solo esto está muy frío.

Continúo besando mi cuello hasta llegar a mis pechos. Ambos nos sentamos y me quito el vestido, dejándome solo en mi ropa interior que, por obra y gracia de Dios, era totalmente presentable.

Estaba caliente. El tipo me calentó muy rápido. Me quito el sostén y empezó a besarme apasionadamente. Caímos de nuevo en la mesa. Abrí mi piernas alrededor de su cadera. Pude sentir como estaba tan caliente como yo. Nuestras partes estaban separadas por un delgado pedazo de tela del que me tenía que deshacer pronto o explotaría en cualquier momento.

Mi estomago empezó a hacer sonidos extraños de nuevo, esta vez con más intensidad.

Diego cambio de posición dejándome a mí por encima. Su piel estaba tan caliente como la mía. Su erección estaba apunto de traspasar cualquier impedimento cuando una oleada de mareo se vino a mi haciéndome tambalearme.

-       Skyler, que demonio…

No pudo terminar la frase antes de que me bajara lo más rápido de la mesa y vomitara todo en lo que parecía ser un basurero.

Terriblemente embarazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora