Mi Troglodita

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Diciembre.

Cuatro meses y trece semanas.

Para empezar con lo más importante había aumentado ya varias tallas. Mamá llevo mis pantalones a estirar pero le dijeron que necesitaba usar elástico. Mi barriga había aparecido como arte de magia. No era tan grande y aun no se me salía el ombligo.

Había ido al médico donde todo estaba normal y el troglodita dentro de mi aun le quedaba tiempo para decidir que sexo quería ser.

Mi familia estaba lo más tranquila que se puede estar en esta situación. En todo esto yo era la más tranquila. Mamá se había emocionado en comprar pañales y cosas para cambiarlo junto con Tommy. Los trillizos no dejaban de tocarme el estomago y cantarle canciones de Jay Z a mi vientre, aunque nunca decían la letra completa. A esto se les unieron Joe y Marinna.

En la escuela nadie se me acercaba a menos que de verdad lo necesitara. Joe y Marinna eran los únicos que se sentaban conmigo en el almuerzo a tocar mi barriga como si nunca lo hubieran hecho. Se pusieron de acuerdo con los trillizos por la competencia del tío favorito.

Cada que pasaba cerca de Diego y las personas que pensé eran mis amigos me llamaban zorra o perra sucia, pero había hecho que los audífonos sonaran más que sus pensamientos.

Cada vez mi ropa se iba achicando, aunque mi barriga aun no era del tamaño de una almohada, cuando me ponía mis blusas me llegaban al ombligo, por lo que me veías con camisas de mis hermanos y mi chaqueta gris o verde. A veces me daba flojera amarrarme mis botas por lo que llevaba las de dormir y un gorrito gris.

Comía el doble de las cosas y eso me encantaba de estar preñada. Podía comer lo que me diera en gana. Por lo menos lo que era bueno para el bebé lo podía comer de a montones sin preocuparme de nada.

En clases se me venía la sangre de la nariz o mis encías parecían una fuente de sangre. Tenía que salir del salón muchas veces. A ese paso jamás me graduaría aun manteniendo mis notas perfectas.

Si quieren saber de Eithan , no me hablo desde la enfermería. Pasaba como todos los demás de largo sin mirarme. Ni si quiera levantaba la cabeza en gran parte del día. Se le veía extraño.

Ya sábado, a cuatro días de la navidad ayudaba a mamá a colocar los adornos de navidad en el árbol. Aunque ella solo me dejaba poner los de abajo, quise ser más aventurera y puse hasta la estrella. Mamá casi se muere del susto cuando me vio de pie en un banco. Temé la muerte prematura de ambos.

El timbre de la recepción sonó, informándonos que había alguien en la portería. Imagine que era la pizza por lo que me apresuré al ascensor.

Me llego un texto de Mar cuando baje del elevador con una foto de unas deportivas que iban a ser para su sobrina (Estaba segura de que sería niña). Me mando saludos desde España donde estaba visitando a su padre en la cárcel.

Abrí la puerta principal.

-       ¿Cuánto le debo? – dije aun mirando el teléfono.

-       Pues el taxi me cobró unos dieciocho dólares así que no estaría mal que me pagaras. – dijo una voz que reconocí al instante y sonreí.

Volví la mirada al frente topándome con Eithan . Llevaba saco bajo un suéter gris y una camisa azul. Su gorrito negro estaba repleto de nieve y sus botas mojadas. 

-       Vaya – dije mirándolo invitándolo a pasar. Hice un recuento de lo que llevaba puesto y era espantoso. Unos legins y un suéter que le había robado a mi padre en su última visita. También mis gafas de leer que eran apestosas – Hola.

Terriblemente embarazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora