Capítulo I.- Destino

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Definitivamente, ese año iba a ser complicado. Si bien al recién cumplir sus 18 años, Draco experimentaba no por el cambio que sufriría cualquier chico de su edad, sino uno por el que solamente tendría que pasar él, al menos en su generación, pues no se abría esperado antes que por su cuerpo corriera la sangre veela y si bien la descendencia Malfoy estaba destinada a sufrir ese malestar él no podía llegar a ser la excepción.
En la enorme mansión últimamente lo único que se podía escuchar eran gritos desgarradores de un veela macho en espera de su pareja que si a pesar de que era una desconocida ya causaba efecto en él y lo peor es que si con el paso del tiempo no se quería marchitar tenía que estar con ella, sin derecho o alternativa a escoger.
Aunque en el fondo, pensaba que si aquella desconocida seria su destino era por algo y probablemente le haría feliz estar con ella.
Su padre, con lujo de detalles le había explicado cada parte de lo que iba a ser su vida. Pero bien dicen "nadie experimenta en cabeza ajena" no podía creer lo absurda que se estaba volviendo la situación: un día estaba de lo más normal en su cuarto, perdiendo un rato el tiempo en cualquier cosa y al siguiente retorciéndose en la cama del dolor y la fiebre que indicaba su metamorfosis, no podía tener control de su cuerpo, no sabia por que de pronto unos colmillos se asomaban desde sus perfectos labios y su piel se tornaba más traslúcida, mientras su cabello se volvía del color de la plata y sus dedos pasaban a ser garras. Esto no duraba más de 2 horas pero siempre le era complicado volver a la normalidad, pues cualquier cosa activaba su metamorfosis, cosas simples como que los elfos no le preparasen la tina como quería, era un niño caprichoso en una mala jugada de la vida.
Pero si algo le había cambiado aquella dolorosa situación era su físico.
Ser parte veela era también ser físicamente perfecto, si bien antes no era feo o flacucho esta situación perfeccionó sus rasgos, ahora su piel no tenía marcas o cicatrices que habían pasado a base cruccios al no cumplir con aquella misión del señor tenebroso, sin embargo, su marca permanecía. Sus brazos y espalda se habían ensanchado para dar lugar a un hombre de músculos, su abdomen era el mármol, duro y sobresaltado. Ahora sus piernas eran fuertes y gruesas al igual que sus caderas que hacían relucir la zona pelvica, era total desequilibrio; por fuera un ángel, por dentro un demonio.
Hacia días que su cuerpo ardía en fiebre pero entre más dolor, su padre le garantizaba que más fuerte y dominante iba a ser.
Al terminar aquel martirio que era la transición, de igual manera sentía dolor, que aunque según su padre no debía ser así, persistía, así que despertó su curiosidad y sin más, con toda seguridad se acercó a su padre.
-Padre, hace días que siento un terrible dolor físico y a pesar de que la transición ha terminado, persiste ¿Hay algo malo?- Lucius entre divertido y con miedo de lastimar a su hijo respondió con el semblante serio lo que su hijo deseaba saber.
-Verás, hijo, tu lado veela, reclama a tu pareja a pesar de que tú no sepas quién puede ser, ella, al ser tocada por algún otro hombre de manera en que la vean como mujer de alguien más tu cuerpo sufre, pues es tu mujer y tu sangre lo sabe.- Draco, abrió de golpe sus perfectos y grises ojos para entender o procesar lo que su padre le estaba diciendo y sin más, su rostro se descompuso, volvió a lo que estaba haciendo; preparar a regañadientes su baúl pues no faltaba más de 12 horas para su regreso a Hogwarts.

Mientras que en los jardines de la madriguera, debajo de un muy frondoso árbol se encontraba una muy risueña castaña que estaba debajo del varonil cuerpo de su novio siendo atacada a base de cosquillas.
-Ronald, para.- Decía la chica sumergida en risas.
-No, hasta que digas que nunca vas a amar a nadie como a mí.- Ésta, conmovida ante la ternura de aquel inseguro hombre, sonrió y le besó suavemente los labios.
-Te amo, Ronald Bilius Weasley como a nadie jamás.
Éste, complacido ante la situación se dejó caer a su lado, besó su mejilla y la abrazó, tenía que aprovechar todo el tiempo a su lado, pues en unas horas ella tomaría el viaje hacia Hogwarts y él hacia la escuela de aurores y confiado del amor que le tenía a su novia la tomó en brazos y corrió a la madriguera, pues entre tantas miradas no se habían percatado que la lluvia los alcanzaba, además, el pelirrojo, moría de hambre.

¿Sangre veela?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora