Capítulo II.- Descontrol

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Draco, sin notarlo, después de aquel muy largo verano, descubrió que ahora sus necesidades sexuales eran mucho más fuerte, porque antes podía saciarse con una sola mujer y ahora podía sentir toda clase de dulces olores bajo su nariz, de señoritas que deseaban estar bajo sus sábanas y el ahora mejorado Draco Malfoy no las haría esperar, para eso ya había esperado mucho él. A pesar de que su dolor físico era persistente, él había tenido que acostumbrarse y si al final de cuentas su pareja estaba con alguien más el tendría que saciarse con alguna otra chica.
Así que sin más, iba de cama en cama, esperando por la perfección de una compañera.
Y apareció una chica de muy buen ver, con la cuál antes de descubrir su condición había decidido casarse, se acercó con cautela y cuando menos lo esperó ya la tenía gimiendo bajo su cuerpo, la perfecta Astoria Greengrass, no era su compañera, pero podría acompañarle el tiempo suficiente como para entretenerse.
Al salir del carruaje en donde su aventura aún yacía desnuda y con una agitada respiración involuntariamente soltó un gruñido y el color de sus ojos se tornó en negro.
Ya estaba, la había reconocido, de su cuerpo desprendía un olor dulce, un olor a vainilla, estaba tan perfecta, con sus jeans ajustados y negros y su blusa con un escote en V color ladrillo, en ese momento no sabía ni que estaba pasando, pues por su mente sólo pasaba la idea de una castaña con una dulce y blanca piel en una cama en la cuál sus cabellos se extendían en una almohada y sus labios entre abiertos soltando pequeños jadeos, mientras en sus ojos que eran adornados por unas gruesas y largas pestañas le miraban a través de un iris del color de la miel con lujuria y suplica. Pero entonces sus pensamientos se cortaron, cuando al admirarla, en su apetitosa cintura algo desagradable le adornaba; las enormes manos de un pelirrojo.
Eso le hizo despertar de su trance y reanalizar la situación, sí, ese asqueroso y feo pobreton sostenía la cintura de su mujer y la miraba con ojos de amor, mientras ella le respondía con una cálida sonrisa, sonrisa que debía ser dirigida a él y nadie más, soltó un gruñido animal que asustó a su olvidada amante y sus colmillos empezaban a crecer, su lado veela era más grande que él mismo y sus instintos eran bajos, hasta que una voz le sacó de sus pensamientos.
-Draco.- chillaba la menor de los Grengrass ahora vestida y parada con elegancia.
-¿Qué?- Soltó éste sin quitar la mirada de su mujer, pues la ira le estaba dominando.
-Me preguntaba si nos volveríamos a ver dentro del castillo.- Dijo esperando la reacción del rubio. El cuál sólo sonrió de lado y para su lado racional la besó con enojo y violencia, ésta sonrió y bajó no sin antes morderse los labios al verle por última vez.
Algo en él nunca iba a cambiar, buscar siempre venganza, por muy veela que pudiera ser él no dejaba de ser un engreído que disimulaba sus sentimientos en sexo o pasión.
Al salir, la muchacha del alocado y rebelde cabello ya no estaba en la estación, probablemente cuando se distrajo el pelirrojo la debió haber acompañado al andén, tendría que apurarse.
Al entrar lo primero que vio fue a su mujer besando calurosamente a la comadreja, la idea le revolvió el estómago y quiso abalanzarse sobre él, pero no podía, no si no quería el desprecio de la castaña, una parte de él le pedía que a pesar de todo debía complacerla, así que hizo lo más racional que pudo, lo que mejor le salía;molestar.
-Hola pobretón-. Dijo con una sonrisa de medio lado que hizo rabiar a la pareja de los héroes de guerra.
-Ya veo que no haz cambiando asqueroso mortifago- Ron, que estaba tan rojo como su cabello, veía al rubio.
Y Hermione, al percatarse de la situación, tomó las manos de su novio y le susurró
-Tranquilo, cielo, no dejes que te moleste.- Éste solo asintió con la cabeza y besó la frente de su novia, el rubio frunció el seño, pues a pesar de que las palabras de la castaña fueron un susurro, él pudo escuchar con claridad aquellas palabras que debían ser para él y al ver como Ron, abrazaba a Hermione de manera posesiva, se acercó, no se iba a dar por vencido.
-¿Qué pasa comadreja, necesitas que tu novia la sangre sucia te controle?- y soltó una carcajada sin darse cuenta de lo que había dicho. La castaña le miró con ojos de dolor, pues en el fondo pensaba que la guerra le haría más maduro pero se equivocó, por lo que acto seguido, Ron puso a la chica detrás de sí y empuñó su varita directamente a su cuello y soltó las palabras con rabia.
Demonios, eso no era complacerla.

¿Sangre veela?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora