3

486 57 17
                                    

           

Estaba acostada en la cama que el Charles y yo compartíamos, eran aproximadamente las once de la noche. Me encontraba leyendo un libro que el Charles me había regalado para Navidad y por cosas de tiempo, como el acostumbrarme a mi nueva vida de casa, adquirir nuevas responsabilidades y con todo eso de la mudanza, no había tenido tiempo de leerlo.

Era viernes por la noche y el Charles había salido con sus compañeros de la U. de Chile porque no sé quién estaba de cumpleaños y se lo iban a celebrar en la casa del Eduardo parece. A todo esto, hablando de ese imbécil, no ha venido a nuestra casa en toda esta semana que ha transcurrido desde ese pequeño incidente. El Charles y él ya no están peleados, y la verdad es que estoy muy feliz por eso, no por culpa mía, ni de la chula de la Deyanira se tienen que separar, si ellos son amigos hace caleta y se nota que se quieren harto. Hablando de la chula más chula, el Charles me comentó que el Eduardo todavía sigue con ella.

Cerré mi libro, lo dejé en mi mesita de noche, apagué la luz y me acomodé para dormir. Gracias a Dios, la casa en la que el Charles y yo vivíamos se encontraba ubicada en un barrio tranquilo, por lo que no era difícil quedarse dormida con facilidad. No como en mi antigua casa, vivíamos cerca de una transcurrida avenida de la capital, por lo que siempre había ruidos, bocinazos y choques.

Por lo visto me había quedado dormida, y profundamente, ya que cuando el teléfono sonó a las tres de la mañana quedé casi estampada en el techo del susto, me giré para ver al Charles, pero el lado de su cama seguía vacío, veo que la fiesta estaba muy buena. No me preocupaba el hecho de que él saliera con sus amigos, ya que no quería ser una esposa controladora y súper celosa, le daba su espacio, al igual que él también me daba el mío. Volviendo a lo de la llamada, mi corazón empezó a latir como loco, porque, algo que me ha enseñado la vida es que las llamadas en la madrugada jamás traen nada bueno.

Me senté bien en la cama, me restregué bien los ojos y prendí la luz, tomé el teléfono inalámbrico de la casa, apreté el botón para contestar y me lo puse en el oído.

― ¿Aló? ―dije con voz somnolienta. Lo sentía por la persona que estaba del otro lado del teléfono, pero en todo caso era su culpa por llamarme a tan altas horas de la noche. El tiempo pasaba y nadie respondía del otro lado, solo se escucha un llanto suave, tenue y constaste. ¿Sería acaso el cuento del tío? No eran pocas las veces que habían llamado llorando a mi mamá una mina que decía ser la Anto o yo, y resulta que nosotros estábamos vegetando en nuestra pieza ― ¿Hay alguien ahí? ¿Quién habla? ― dije preguntando.

― Hija ― dijo una voz, la que pude identificar como la de mi mamá, de todas formas, despegué el teléfono de mi oreja y vi el identificador de llamadas, era el celular de mi papá, así que sí... tenía que ser mi mamá.

― ¡Mamá! ― exclamé― ¿Qué pasó? ― pregunté preocupada ya que no paraba de llorar ― ¿Tú y el papá están bien?

―Sí ― respondió ella, sentí un alivio tremendo cuando dijo eso, aunque aún seguía en alerta porque ella seguía llorando― Es la Anto, hija... tu hermana tuvo un accidente.

Mi corazón se detuvo por un instante, mi hermanita chiquitita había tenido un accidente.

― ¿Qué? ¿Pero cómo? ― le pregunté a mi mamá, aún seguía en shock, después de unos instantes. Lagrimas comenzaron a correr por mi rostro.

―Ella había salido, tenía una fiesta en la casa de un compañero de curso, y la pasó a buscar la Jesi ― la Jesi era la mejor amiga de mi hermana, era súper piola en verdad, no tomaba ni fumaba, y es por eso que los papás de ella le prestaban el auto para ir a los carretes. No sé cómo una niña como ella podría ser amiga de mi hermana, si esa era una loca de patio ― Y cuando venían de vuelta, las chocaron y se volcaron. Las llevaron a la posta central, ahora tu papá y yo vamos para allá.

Unfaithful | Eduardo Vargas | Charles AránguizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora