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Luego de esa fiesta donde quedé en estado deplorable me prometí nunca más volver a probar el alcohol, es que hice puras estupideces y me da tanta vergüenza, primero le hice un chupón al Charles, cada vez que se lo veo me mortifico es que no hay nada más atroz que un chupón, me comporté como una salvaje, pobre de mi Charlie que tiene que andar con ese moretón ordinario en su cuello. Segundo estuve a punto de decirle al Charles toda la verdad acerca del beso con el Eduardo y lo hubiese perdido para siempre y yo no quiero eso, porque yo lo amo mucho, tercero dejé que el Eduardo me besara en público donde cualquiera nos podría haber pillado y lo peor de todo es que le seguí el beso y me gustó y cuarto y último le conté al Marcelo todo lo que pasó con el Eduardo, él me prometió que no le iba a decir nada al Charles pero igual me daba miedo que le contara porque era su amigo...

―Amor―escuché la voz del Charlie, yo estaba enfrascada en mis pensamientos, tanto que ni siquiera me había dado cuenta que estaba al frente mío―Oye Mati te he estado hablando hace caleta de rato y tú no me pescas.

―Perdona amor, solo estaba en las nubes ¿Qué pasó? ― pregunté. Se veía bonito, tenía un delantal de cocina puesto, uno que tenía estampado un torso desnudo y muy musculoso, lleno de calugas. Algo que no tenía mi Charlie, porque solo tenía una guatita de pan.

―Es que bueno estaba cocinando y ya está casi listo, pero no hay nada para la ensalada así que saldré a comprar― mi Charlie se había ofrecido a cocinar hoy, porque dijo que me quería regalonear, yo creo que lo había dicho porque no quería que dejara otro desastre en la cocina―¿Me puedes apagar el horno en diez minutos? Por favor.

―Sí, obvio yo me encargaré de eso... y para que no se me olvide pondré una alarma en el celular― le dije. Él sonrió.

―Gracias amor, ahora voy rapidito a comprar― dijo saliendo de la pieza.

Cuando escuché la puerta cerrarse, me paré de la cama y caminé hacia la cocina para estar cerca del horno y ver que no se me quemara lo que estaba cocinando el Charles, lo cual era una lasaña. Se olía rico. Ya quería comer, mi guatita crujía de hambre.

Le quedaban cinco minutos de cocción a la lasaña, ahí fue cuando escuché el timbre, mm que se demoró poco el Charles y que raro que no llevara llaves. El timbre sonó otra vez, me encaminé a la puerta y la abrí.

―Tan rápido que...― me quedé callada. La persona detrás de la puerta no era el Charles, sino que era el Eduardo, hace dos días que no lo veía, o sea desde la fiesta de mi cumpleaños, desde que el Marcelo nos pilló dándonos un beso― ¿Qué haces aquí?

―¡Qué lindo recibimiento Mati querida! ― ironizó. Rodé los ojos y crucé mis brazos por debajo de mi pecho. Ahí sentí su mirada en mis pechos. ¡Pero qué le pasa a este hombre!

―No me mires así Eduardo. Ahora responde ¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunté.

―¿Acaso no es obvio? ― negué con la cabeza― el Charles me invitó a comer― suspiré ruidosamente, maldito Charles, ¿por qué no me avisa que invitó al Eduardo? ¿Y por qué siempre tiene que invitarlo?

―Pasa― me hice a un lado para que pasara, cuando lo hizo cerré la puerta. Él observaba a todas partes como buscando al Charles― el Charles no está anda comprando―le dije.

―Entonces estamos solo tú y yo―dijo parándose al frente de mí y mirándome con una ceja enarcada― ¿No crees que deberíamos hablar?

―¿Hablar de qué? ―sabía que teníamos que hablar, habíamos prometido que no pasaría otra vez, pero volvimos a caer, nos volvimos a besar. Aunque bueno en mi defensa estaba ebria...

Unfaithful | Eduardo Vargas | Charles AránguizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora