4

456 59 11
                                    

           

Un portazo en la puerta me despertó. Luego de ver a mi hermana, mi papá me pasó a dejar a mi departamento para que descansara un poco porque lo necesitaba, en mi cara se notaba la falta de sueño, tenía cara de zombie. Así que ahora estaba aquí, aunque desperté abruptamente por culpa de la puerta. Me levanté a ver quién había llegado, aunque era obvio quien era, era el Charles, si es el único que tiene las llaves de la casa.

                Cuando llegué a la sala de estar, ahí estaba su bolso de entrenamiento, estaba tirado en el suelo y él estaba usando unos anteojos de sol oscuros mientras se preparaba un café.

― ¿Se te perdió el sol? ― le pregunté un tanto molesta, haciendo alusión al uso de los lentes de sol dentro de la casa. Estaba un poco enojada con él porque anoche no había estado conmigo acompañándome en el hospital, sino que había estado el Eduardo.

Él solo me miró y suspiró, se terminó de preparar su café y se fue hacia la pieza ¿Me estaba ignorando acaso?  Lo seguí hasta nuestra habitación y ahí se encontraba él sentado en la cama mientras se sacaba sus zapatillas, se había quitado los lentes de sol dejándome ver su cara de poto en todo su esplendor, tenía unas ojeras horribles y podía ver que sus ojos se encontraban rojos.

― Mati, amor ¿Por qué no cierras las cortinas, por favor? Quiero descansar un poco y el brillo del sol me molesta ― dijo mientras se acostaba en la cama y se ponía una almohada en la cara. Se veía bastante mal, quizás cuanto había tomado anoche. Si hubiera estado de buenas, lo hubiera dejado descansar, pero como estaba de malas, solo exploté.

― Claro, ¿y quieres que te masajee los pies también? ¿O que te traiga un paracetamol para el dolor de cabeza? ¿Por qué eso es lo que las buenas esposas hacen, no? ― le dije muy enojada, pero él no hacía nada, solo estaba ahí con el almohadón en su cabeza.

― No empieces Mati porfa, estoy muy cansado ahora, si quieres hablamos después ― dijo, pero no, yo no quería hablar después, quería hablar ahora, altiro, porque sentía que iba a explotar si no lo hacía.

― No, no quiero hablar después y no me importe que estés cansado. Yo no te mandé a andar hueviando anoche hasta no sé qué hora de la madrugada y menos a tomar como si el mundo se fuera a acabar. Mi hermana tuvo un accidente y tú no pudiste estar conmigo porque estabas botado de lo ebrio en la casa del Eduardo, yo estaba muy mal, me sentía pésimo y solo quería que estuvieras ahí ... tomando mi mano, abrazándome, consolándome, consolando a mi mamá quien lloraba como una magdalena, pero no, no estuviste ahí ¿pero sabes quién estuvo? El Eduardo, quien es amigo tuyo, ni siquiera mío, él estaba ahí apoyándome, apoyando a mis papás y se quedó con nosotros hasta que tuvimos noticia de la Anto.

―  Cállate mujer, cállate ― dijo gritando mientras se sacaba por fin esa almohada de la cara y me miraba furioso desde la cama. Nunca lo había visto, sentí como un nudo se formaba en mi garganta, quería llorar, pero no lo haría delante de él ― Te dije que hablaríamos después y tú no paras de cacarear, no sabes todo lo cansado que estoy y como me martillea la cabeza. Lamento no haber podido estar contigo anoche, pero el Eduardo me dijo que tu hermana estaba bien, así que no sé por qué haces tanto escándalo ¿Y sabes qué más? ― dijo mientras se sentaba en la cama y se comenzaba a poner los zapatos nuevamente ― Me voy ― mi corazón se detuvo por completo, lo juro ― En esta casa no se puede ni descansar, me iré a otro lugar.

― Oye Charles, no te vayas po ― le dije tratando de detenerlo, él ya se iba dirigiendo hacia la salida, volteó y me dio una mirada que me dejó helada. En esa mirada lo decía todo, era mejor que se fuera o si no, pelearíamos aún más fuerte, así que dejé que se fuera.

Unfaithful | Eduardo Vargas | Charles AránguizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora