Capítulo 1

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San Petersburgo, Rusia. 


Mi nombre es Katsuki Yuuri y soy considerado el mejor patinador de Japón.

Hace dos años y por situaciones que no creí posibles conocí a mi ídolo de toda la vida, el ruso Victor Nikiforov, cinco veces campeón del mundo en la categoría masculina de patinaje artístico sobre hielo.

Durante mi primer Grand Prix Final fallé estrepitosamente (además de que mi querido perro falleció) y me sumí en la depresión. Un año después y gracias a que Victor se tomó un descanso para convertirse en mi entrenador, gané la medalla de plata.

Ha pasado otro año y esta vez me coloqué en la cima del podio con la medalla de oro. Volví a superar las puntuaciones de Victor y Yuri Plisetsky, dejándolos en segundo y tercer lugar respectivamente.

Pero gané algo mas importante. En el tiempo que Victor fue a Japón a entrenarme, él y yo nos enamoramos profundamente. Ahora vivimos juntos en su departamento en San Petersburgo y pronto fijaremos fecha para nuestra boda.

Le dí un sorbo a mi taza de café, pensando en lo rápido que había pasado el tiempo desde que se apareciera desnudo y sin ningún pudor en el onsen de mi familia, prometiéndome ganar una medalla de oro (aún me sonrojo cuando lo recuerdo)

Me recargué en la encimera de la cocina, viendo como Makkachin se comía sus croquetas con bastante entusiasmo y me pregunté si Victor terminaría de arrreglarse algún día. Como los  domingos no teníamos entrenamiento, desayunamos fuera y procuramos pasar el resto del día juntos en casa pero ahora creo que quiere quedarse por que lleva una eternidad en nuestra habitación.

-Victor ¿Ya terminaste? - me acerqué a la puerta y lo vi dar un salto por la sorpresa, tirando el celular al piso.

-¡Yuuri! creí que estabas en la cocina - levantó el aparato y lo guardo en la bolsa de su pantalón.

-¿Hablabas con alguien por teléfono?

-¿Qué? - me llevó del brazo hasta la puerta del departamento y se puso rápidamente su abrigo - ¡Oh, solo era Yakov! Regañándome como siempre - se rió - no es nada. Será mejor que nos vayamos o no encontraremos lugar en la terraza para que Makkachin pueda estar ahí ¿Verdad, Makkachin?

Lo vi ponerle la correa mientras yo me ponía el abrigo. Tal vez fueran mis nervios pero por alguna razón no le creí. Suspiré, seguramente era mi imaginación.

Después de desayunar, dimos un paseo por la ciudad y compramos los víveres que hacían falta en la casa. Victor estaba por decirme algo cuando vi a Yurio y a Otabek haciéndonos señas desde el interior de una cafetería. Vi que el rubio le decía algo a su acompañante y salió corriendo del lugar hasta donde estábamos y literalmente se abalanzó sobre mi.

Secretos de familia (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora