—Por aquí —los invitó Roque, paciente, mientras les señalaba el camino.
Rodearon el claro bordeando la barranca que desembocaba en un precipicio de unos cien metros de profundidad. Desde allí, mientras avanzaban detrás de su anfitrión, podían contemplar las formas, colores y movimientos de aquella ciudad desde una perspectiva privilegiada.
En la parte central de la ciudad se erguía una construcción similar a un edificio pero presentando la forma de alguna especie de animal que no llegaban a distinguir. El resto de las construcciones tomaba formas armónicas con el entorno. Por momentos los edificios y casas se confundían con el ambiente natural del lugar. Si bien se distinguía el centro urbano, no desentonaba ni era hostil con el ambiente que lo rodeaba sino que, más bien, se adaptaba al mismo.
A lo lejos, en el otro extremo de la ciudad se podía ver una enorme aglomeración de akfundrianos que se iban acercando hasta lo que ellos suponían era algún tipo recinto abierto comparable a un estadio si bien, a la distancia, les era difícil asegurarlo. A medida que caminaban cerca del borde de la barranca, que no era apta para aquellos que sufren de vértigo, murmuraban comentarios acerca de lo que veían. El paisaje era imponente. Al pasar la línea que dibujaba el contorno de una de las montañas que rodeaban la ciudad, apareció ante sus ojos una enorme construcción, bastante más grande que el resto aunque no llegaban a verla en su totalidad. Tenía forma circular hasta donde podían ver parecía contar con varios pisos. A su lado, otro edificio mucho más pequeño y conformado por varios bloques cuadrados de diferentes tamaños, se levantaba a una corta distancia del anterior.
Anduvieron un largo rato, se sentían cansados a pesar de que se suponía que físicamente no podían sentir fatiga alguna dado que sus cuerpos, si bien tangibles, no eran reales. Asumieron que la sola idea de haber andado tanto les causaba la sensación de cansancio como sucede al soñar que se corre y despertarse agitado. Luego de casi dos horas de interminable caminata, amenizada únicamente por el ocasional cruce a través del cielo de unas criaturas alargadas que pasaban volando a pesar de que no parecían tener alas, llegaron a una plataforma emplazada dentro de una de las enormes rocas que formaban parte del paisaje. Desde allí partían una serie de toboganes en diferentes direcciones. Roque configuró los controles que se encontraban en un tablero en el centro de la plataforma. Juan se acercó tímidamente y le preguntó:
—¿Qué es todo esto? —denotaba en la voz un cierto temor a que reaccione como lo había hecho con el episodio del árbol.
—Esto es uno de nuestros sistemas de transporte de altura. Aprovechamos la gravedad para impulsarnos sin necesidad de energía extra
—¿Y cómo funciona? —se incorporó Alejandro a la conversación, viendo que los ánimos estaban calmados.
—Este es un sistema que conecta este lugar con casi cualquier punto de la ciudad. Está compuesto por una combinación de toboganes recubiertos con un material especial que evita la fricción en la mayor parte del recorrido y la aumenta gradualmente a medida que se acerca
el destino permitiendo el frenado del viajante.
—Pero ¿Cómo logran que lleguen a tantos lugares? —preguntó Celeste, intrigada con el sistema a pesar de no olvidar la manera en que le había hablado tan sólo momentos atrás.
—Lo importante es la combinación. Desde aquí se configura la ruta al destino esperado y en base a eso se activan los mecanismos que seleccionan y ensamblan las distintas combinaciones de toboganes necesarias para llegar a ese lugar.
—Impresionante —comentó Alejandro sinceramente sorprendido por el sistema—. Sin embargo vos dijiste que no utilizaban energía extra, ¿cómo activan los mecanismos y los comandos de configuración?
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El Descubrimiento
Science FictionEn un laboratorio, un grupo de científicos investigaban nuevas formas de generar energía limpia de manera no convencional cuando, sin proponérselo, en una impensada noche de pruebas descubrieron un fascinante mundo que desde años aguarda contactar a...