CAPITULO 18 «Corlutti»

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Un profundo silencio envolvió el interior del auto en el que viajaban. Unos pocos segundos de quietud tan intensos que predecían una inevitable tormenta de preguntas a punto de estallar. Alejandro era consciente de esto, por eso se adelantó a esa situación y les dijo justo cuando Milton llenaba sus pulmones para descargar su batería de dudas y exigencias.

—Antes de preguntarme algo, les pido que esperen cinco minutos, nada más. Necesito que Celeste haga ese llamado a Román y en cuanto corte les explico lo que sé.

Un suspiro general de descontento envolvió el vehículo mientras Alejandro hacía malabares para mantener la dirección correcta a través de la nieve y el viento. Celeste miró a sus compañeros, en el asiento trasero, con gesto serio y preocupado y se dispuso a llamar por teléfono. Cuando estaba marcando el número con el que debía comunicarse, el auto dio un repentino sacudón causado por un desnivel en el camino oculto bajo la nieve. Alejandro tuvo que maniobrar arduamente para evitar que el vehículo saliera de la ruta e impactara con los árboles del costado. El celular cayó al piso, debajo del asiento del acompañante mientras que los ocupantes se sujetaroncon fuerza para no salir despedidos ni golpearse entre sí.

Juan se agachó y recogió el teléfono, devolviéndoselo a Celeste, en cuanto el movimiento del viaje se estabilizó. Ella lo tomó con más fuerza esta vez y marcó el número con serias dudas de que las líneas hubiesen vuelto a funcionar en plenitud tan pronto. Sin embargo, estaba equivocad y,tras un momento, atendieron su llamado:

—Hola Alejandro —respondió una voz particularmente grave del otro lado de la línea con un tono apático y distante.

—Hola Román, no soy Alejandro. Yo soy Celeste y te estoy llamando del celular de él —aclaró ante el saludo seco y frio.

—Ah, hola Celeste ¿Cómo estás? —el tono cambió drásticamente. Ahora era jovial y entusiasta—. ¿Te puedo ayudar en algo?

—Si, en realidad Alejandro me pidió que te llamara.

—Qué raro, siempre evitando el contacto conmigo... ¿Qué quiere ahora?

—Me pidió que te dijera que vayas hasta el observatorio Peumayen y que nos veas ahí, nosotros estamos en camino.

—¿Hasta el observatorio ahora? ¡Es una locura la calle! ¿Vos viste la terrible tormenta de nieve que hay? ¿Qué le pasa, se volvió loco?

—No sé —contestó ella con sinceridad—. Pero también me pidió que te dijera estas palabras: «Humanidad en peligro»

—Perdón, ¿Cómo me dijiste? —preguntó Román, con tono preocupado, como esperando haber escuchado mal.

—Me pidió que te dijera «Humanidad en Peligro»

—Ojalá hubiera escuchado mal —respondió,con solemnidad—. Voy para allá enseguida.

—Ok, muchas gra...

Las palabras de Celeste quedaron por la mitad al interrumpirse la comunicación abruptamente. Mientras fruncía el entrecejo por la manera en que Román le había cortado, se dio cuenta de que la interrupción podía deberse a otra cosa.Los vellos de los brazos seleerizaron y sintió una extraña sensación en el estómago.

—¡No! ¡Está pasando otra vez! —exclamó Milton, con un tono casi histérico—. ¡Agárrense de algo! ¡Ale, andá para la parte más blanda de la nieve!

Pero no hubo tiempo.En un instante el tiempo pareció detenerse. Los copos de nieve quedaron suspendidos en el aire y su movimiento se volvió errático, en cámara lenta. Todos sintieron una levedad intensa y sólo fueron contenidos por los cinturones de seguridad que los ajustaban a los asientos. Las miradas de terror de los cuatro se mezclaron con los gritos que intentaban, en vano, encontrar una salida viable a la situación. El auto llevaba una alta velocidad y se desprendió del suelo, levantando vuelo por un unos pocos segundos hasta que la gravedad regresó de pronto e impactó nuevamente sobre la nieve que cubría la ruta.

El DescubrimientoWhere stories live. Discover now