Con el viento soplando en el exterior y causando un silbido audible desde donde estaban, Celeste se cruzó de piernas junto a Juan, con Román de frente y Milton de pie un poco más allá.Juntos, esperaban la demorada explicación prometida por Alejandro, que había ido hasta un cuarto contiguo a buscar una pizarra movible.
Durante el tiempo que llevaban en el observatorio esperando lo que Alejandro les tenía que decir, pusieron al tanto a Román de manera resumida del descubrimiento, de la existencia de Akfundria, con todo lo que ello implicaba y también de los hechos acontecidos en aquel lugar, situándolo en el contexto apropiado para comprender dónde estaban parados en ese momento. Unos momentos después, Alejandro regresó con la blanca pizarra, deslizándola sobre la base con ruedas en la que se apoyaba y la puso en el medio de la habitación.
—¡Dale!¡Hablá de una vez! —lo intimó Román, exasperado—. La información que hay es demasiado vaga. El gobierno que no saben nada pero que están investigando, los medios inventan cualquier mentira o teoría que les haga subir el rating y las ventas, los Estados Unidos dicen que estos son ataques terroristas, los grupos fundamentalistas islámicos dicen que es un arma secreta de los norteamericanos que están probando. ¡Basta! Si sabés algo,decilo de una vez.
Los demás se mantuvieron en silencio.No estaban muy de acuerdo con el modo en que Román se dirigía a Alejandro pero sí coincidían en que, a esta altura, era necesario contar con toda la información existente.
—Está bien, no se impacienten —les dijo, viendo cómo todos se lo quedaban mirando, a la espera de sus palabras—. Necesitaba traer esto para poder explicarme mejor.
—Bueno, cuando quieras —lo desafió Román.
Alejandro se paró frente a la atenta mirada de los presentes, tomó una bocanada de aire y comenzó:
—Cuando estábamos en Akfundria tenía muchísimas dudas.Los interrogantes surgían a cada paso. No había llegado a asimilar todavía el tremendo descubrimiento que hicimos, como estarás tratando de entenderlo vos ahora, Román.Casi sin darnos cuenta estábamos ahí, caminando entre ellos y compartiendo su cultura y sus costumbres. Y peor porque la cantidad de información era tan grande que abrumaba.
Alejandro caminó de un lado a otro de la habitación mientras intentaba recordar.
—Todo era muy confuso —continuó tras una breve pausa—. Y después de conocer un poco más de su historia y la de los ixtrones, y cómo se relacionaron sus pueblos, a pesar de la tristeza que me generó, los interrogantes se multiplicaron exponencialmente.
Se notaba en la expresión del rostro de Alejandro y en cómo frotaba sus manos, tal como si se las estuviera lavando muy lentamente, que buscaba las palabras justas para cada frase que decía.
—¿Se acuerdan el momento en el que estábamos en el museo y de repente todo comenzó a volverse inestable?
—Sí —contestó Juan—. Me acuerdo que todo se volvió inestable hasta que de un momento a otro me desperté en el suelo del laboratorio un poco confundido y mareado. ¿O no, Celes?
—Es cierto, a mí me pasó lo mismo —afirmó Celeste, apoyando las palabras de Juan—. En un instante estaba en Akfundria y después otra vez en el Centro atómico.
Alejandro los escuchó y luego los observó un instante.
—Bueno, la realidad es que para mí no fue así.
—¿Qué querés decir? —lo interrogó Milton.
—Quiero decir que cuando todo se volvió inestable yo vi otra cosa.A medida que la permanencia en Akfundria fluctuaba, empezaban a aparecer de manera intermitente imágenes de otro lugar, un lugar como nunca antes había visto.
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El Descubrimiento
Science-FictionEn un laboratorio, un grupo de científicos investigaban nuevas formas de generar energía limpia de manera no convencional cuando, sin proponérselo, en una impensada noche de pruebas descubrieron un fascinante mundo que desde años aguarda contactar a...