CAPITULO 22 «Hormigas»

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El grupo estaba expectante de las palabras de Juan. el último paso del proceso podía estar al alcance de la mano. Algunos estaban más seguros que otros respecto a lo que hacían pero la urgencia de los hechos los obligó a seguir por este camino que, aunque no pudieran asegurar que fuese el mejor, era el único que pudieron idear. Lógicamente, era más difícil de aceptar para aquellos miembros del grupo que no habían estado en Akfundria, dado que todo les resultaba difícil de entender.

—No puedo creer que no me di cuenta antes —balbuceó Juan para sí mismo—. Lo tenía frente a mis ojos y no lo asocié.

—Pero si lo dijo recién, ¿Qué estás diciendo? ¿Y cuál es el catalizador ese del que estás hablando? —Milton perdía la paciencia fácilmente con Juan.

—Es cierto —reconoció éste—. El catalizador que digo son las hormigas.

—¿Las hormigas? —preguntó Román, con un dejo de descrédito a las palabras del joven científico.

—Sí. Exactamente —replicó el joven amante de estos insectos—.Las hormigas reúnen todas las características que necesitamos: se comunican a través de feromonas, dejando señales hormonales con diversos significados para que las otras las interpreten como, por ejemplo, marcar el rastro del mejor camino a seguir para llegar a la fuente de alimento; y, por otro lado, tienen como sistema de defensa la generación de ácido fórmico, que usan para aplicarle a sus agresores y enemigos, cuya composición es C H2O2, lo cual combina átomos de carbono con hidrógeno y oxígeno ¡que es precisamente lo que necesitamos!

Juan tomó un respiro, había dicho todo prácticamente sin respirar. El entusiasmo que le generó que sus conocimientos relativos a estos insectos que le apasionaban sirvieran a una causa que jamás se hubiera imaginado lo llenó de satisfacción.

El resto del grupo giró sus miradas hacia Roque, buscando un gesto de aprobación o desaprobación. Roque sonrió y dijo:

—¡Excelente! Vamos a hacerlo.

—Busquemos ejemplares de estos bichos entonces —arengó Román, un poco más convencido.

—Formícidos en realidad —lo corrigió Juan, un poco ofendido por el término «bichos».

Mientras el resto recolectaba hormigas, buscándolas por diferentes rincones dado que, con el temporal, les era difícil encontrar alguna en el exterior, Alejandro y Roque se quedaron preparando lo necesario para activar el catalizador cuando lo tuvieran y aumentando el rango de alcance de la ventana para obtener mayor información del entorno. Observaron con cuidado los movimientos y los comportamientos de los «púlpidos», como los llamaba Juan, tratando de comprender lo mejor posible sus características.

—Va a ser difícil —confesó Roque, dejando sobre la mesa lo que tenía en la mano–. Tengo que serte sincero, hay pocas chances de éxito.

—Ya lo sé —admitió Alejandro, levantando la vista hacia él pero sin dejar lo que estaba haciendo—. Pero es nuestra única alternativa. Tuve la chance de ver una perspectiva del universo que no sé si alguien más tuvo y, de todos los cursos de acción disponibles para esta circunstancia, éste era el único con posibilidades de alcanzar su objetivo. Sé que las chances son pocas pero son las que tenemos.

Alejandro bajó la vista otra vez para proseguir con su tarea. Sabía que era demasiado pedir, sin embargo, era su única opción. Roque tomó un suspiro mientras retomaba lo que estaba haciendo y continuó diciéndole:

—Más allá de la dificultad del procedimiento y de la prácticamente nula experiencia que tienen en esta tecnología, la mayor dificultad reside en el total desconocimiento de las especies, las condiciones, la cultura y el ambiente al que van —hizo una pausa en la que observó las imágenes que aparecían en la ventana inter universal y luego señaló con su mano lo que veía y agregó—: ¿Ves? No sabemos cómo se comportan fuera de esto, qué clase de reconocimiento tienen unos con los otros, cómo se relacionan entre sí.

El DescubrimientoWhere stories live. Discover now