CAPITULO 13 «Los Ixtrones»

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Alejandro, Celeste y Juan siguieron a Roque por un sendero que rodeaba el lugar como una costanera y ofrecía una vista increíble desde la altura del Palacio Norventork. Anduvieron apenas unos metros hasta llegar a una entrada similar a la vista al llegar a Akfundria. Juan lo reconoció inmediatamente pero no le entusiasmó demasiado lo que venía a continuación.

—¡No! —exclamó con tono casi caprichoso—. ¿Otra vez toboganes?

La puerta se abrió y tras ella vislumbraron un dispositivo de dimensiones un tanto más pequeñas que el anterior y, más allá, dos conductos de toboganes, uno de llegada y uno de salida.

—¡Dale! Dejá de llorar y entrá —lo increpó Celeste, con tono burlón.

Alejandro lo empujó con suavidad para que entre mientras sonreía ante el comentario de Celeste. Juan sabía que no tenía opción así que avanzó sin resistirse.

—Bueno, ya saben cómo funciona esto ¿No? —dijo Roque al tiempo que configuraba los detalles del viaje en la consola—. Recuerden dejarse llevar. Al momento de llegar irán frenando automáticamente. ¿Listos?

Alejandro se alistó primero para saltar. Un poco porque ya sabía de qué se trataba y otro tanto por a la vergüenza de ver que Celeste siempre demostraba mayor decisión en esas situaciones. No era mucho pero quería quedar bien.

—Ahora —indicó Roque una vez terminada la configuración.

Alejandro se lanzó por el tobogán sin pensarlo dos veces. Detrás de él fue Juan, intimidado por Celeste que saltó apenas unos pasos después. Por último, Roque los siguió. El viaje fue más corto esta vez y más agradable también por el hecho de conocer cómo funcionaba aquello. Luego de algunas vueltas y curvas fueron llegando uno a uno hasta el lugar de destino. Un grupo de akfundrianos los esperaban a la salida del sistema de toboganes pero esta vez no estaban armados ni eran hostiles sino que los recibían con ánimos festivos. Un poco más allá, otro grupo de akfundrianos los observaba desde lejos con cierta desconfianza pero con respeto.

—Vengan por aquí —los guió hacia una enorme roca llena de agujeros que parecía un enorme rallador de queso—. Este es el museo general de Akfundria. Aquí se encuentra una gran parte de nuestra historia y nuestros conocimientos.

Ingresaron por una grieta en la roca donde se encontraba una puerta con un dispositivo lector de impresiones de trompa. Roque puso la suya en él y la puerta se abrió automáticamente hacia arriba, dejándoles el paso libre.

El hall principal estaba iluminado por la luz del exterior que se colaba por los agujeros en la roca hacían las veces de ventanales estratégicamente colocados para garantizar la óptima visibilidad y la integridad de la roca. A cada lado del hall, una abertura conducía a un salón distinto. El de la izquierda, con una gama de colores rojizos y el de la derecha con tonalidades verdosas.

—Síganme por aquí —señaló Roque indicando el salón de la izquierda—. Comenzaremos el recorrido por este sector.

Todos emprendieron ese camino excepto Juan que se retrasó un segundo, mirando hacia el otro lado.

—¡Juan! —llamó Alejandro al ver que no caminaba junto a ellos—. Dale, vení que te vas a perder sino.

Alejandro bromeaba acerca de la fama de despistado de Juan que rió irónicamente de la broma.

—Esperá que me llama la atención éste lugar más que aquel —le retrucó.

—Después lo vemos —lo apuró Alejandro—. Ahora tenemos que ir para allá, ya lo escuchaste a Roque.

El DescubrimientoWhere stories live. Discover now