CAPITULO 5 «Rocklenmbrekstorf»

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El sonido de un camión golpeándose contra las ramas de los arboles despertó a Juan antes de que el despertador llegara a sonar. Era lo suficientemente temprano como para no levantarse todavía pero demasiado tarde para poder volver a dormirse profundamente. Sabiendo que corría el riesgo de quedarse dormido hasta el mediodía si se acomodaba de la manera en que su cuerpo se lo pedía, prefirió levantarse.

Vivía en un pequeño departamento en una zona residencial. Era modesto, lo que podía costear trabajando de auxiliar en el centro atómico. Era bastante ordenado dentro de su desorden. A la vista de cualquiera solamente vería montones de ropa apilados en diferentes partes del departamento. Sin embargo, cada pila tenía su clasificación y él sabía exactamente dónde buscar cada cosa que necesitaba.

Con veintitrés años, hacía varios años que se había marchado de la casa de sus padres. Decidió estudiar en Bariloche, su casa natal estaba en Santa Rosa, La Pampa, y se vio obligado a marcharse a temprana edad para pasar a vivir en una pensión y luego de un tiempo, ya más asentado y con trabajo, instalarse en ese lugar que esta mañana lo encontraba desperezándose y frotándose los ojos tratando de despabilarse.

Tenía la costumbre de poner música ni bien se levantaba, lo ayudaba a arrancar el día de mejor humor. Prendió el equipo de audio (no muy fuerte para no molestar a los vecinos) y se dispuso a prepararse el desayuno. En el camino se detuvo a observar uno de sus tesoros: una pequeña colonia de hormigas dentro de una pecera bastante grande que disfrutaba observar. Se acercó a ver cómo se desarrollaban, les tiró un par de hojas a modo de alimento, sonrió y se puso a desayunar. Mientras comía miraba la pecera y los movimientos que dentro de ella ocurrían. Tan atento estaba que se le pasó el horario sin darse cuenta y nuevamente estaba llegando tarde.

Apuró la taza de leche que estaba tomando, tomó su mochila, un abrigo y salió corriendo para el laboratorio. Una hora, cuatro embotellamientos, seis semáforos y varias cuadras después, llegó finalmente a su destino.

Alejandro y Celeste trabajaban con lo que parecían pistas de audio. Se acercó a preguntar qué hacían. En un primer momento no tuvo respuesta, ya que ambos estaban demasiado concentrados. Luego, cuando preguntó nuevamente, Alejandro lo invitó a sentarse en la otra sala para explicarle lo que venía sucediendo ya que, a esta altura, necesitaban de todos los integrantes del equipo para tratar de comprender la situación.

Mientras Alejandro hablaba con Juan, Celeste se quedó tratando de desencriptar los sonidos que tenían grabados. No lograban descifrar qué era lo que estaban oyendo, los patrones que tenían las ondas sonoras eran imposibles de relacionar u ordenar de manera que coherente y entendible para un ser humano. Sin más paciencia para seguir con eso por sus propios medios, se levantó y fue a buscar a Alejandro.

—Basta —le dijo— llevémosle esto a Román, él nos va a poder ayudar

—¿A Román? —contestó con cara de asco Alejandro—. ¿Román Corlutti?

—Sí —respondió ella, impaciente—. Ya sé que no es una persona de tu agrado pero si queremos entender lo que pasa tenemos que dejar el orgullo de lado.

—¿Por qué no investigamos un poco más nosotros? No es necesario ir a preguntarle a él.

—No podemos estar evitando siempre a este tipo por los problemas que tuvieron.

—Está bien pero probemos un par de cosas más antes, si no lo solucionamos vamos y le preguntamos. ¿Puede ser?

—....ok, dale... dale antes que me arrepienta.

—Vení, vamos que tengo una idea para buscar respuestas.

Salieron del laboratorio con prisa. Juan se quedó solo, tratando de entender toda la información que Alejandro acababa de transmitirle. Estaba bastante confundido, los conceptos se encimaban dentro de su cabeza mientras intentaban pasar por una pequeña ventana hacia la comprensión. Decidió entonces, aunque sin lograr dejar de pensar, continuar con el trabajo que había dejado Celeste y seguir tratando de decodificar el mensaje de la grabación. Estaba inmerso en lo que oía, con los ojos cerrados, concentrado y tratando de encontrarle algún sentido cuando, a través de sus parpados, noto una fluctuación de la luz. Abrió los ojos y miró hacia sus lados y hacia arriba. Nada parecía extraño.

El DescubrimientoWhere stories live. Discover now