Capítulo 6. ¿Y la fiesta...?

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Gotas de Agua.

Capítulo 6. ¿Y la fiesta...?

Sindria era uno de los principales países exportadores de frutas tropicales. Higos, papaya, mango, peras, plátanos, granadas...

Un país que actualmente vive de exportaciones y de turismo, con belleza tropical en la mayor parte de la isla y variedad de flora y fauna, incluyendo marina. Hogar del imponente leopardo, del precioso tucán... y de una de las autoridades más sexys en pleno siglo veintiuno.

Casi todas las revistas actuales lo tenían en la portada o tenían un artículo especial hablando del rey Sinbad. Un hombre maduro de 31 años con un brillante futuro, con negocios con casi todos los países y una buena relación con casi todo el mundo.

Era un hombre inteligente y trabajador, con un buen equipo respaldándolo. Jefes muy buenos tras las principales empresas en este país, personas de otros países que vienen a aprender también.

Para medio mundo la invitación general a una fiesta fue una sorpresa, ¿y es que quién avisa de una fiesta tan grande la misma madrugada? Esta mañana los aeropuertos se llenaron de gente pidiendo un vuelo para la misma tarde. Una fiesta en Sindria significaba algo grande, ¡carros alegóricos, bellas danzas, buena comida! Y bebidas gratis.

Definitivamente no era una fiesta para niños, una fiesta en Sindria es algo con lo que actualmente muchos jóvenes sueñan poder ver, ¡y no era barato!

Y Judar iba a vivir una, y no sabe exactamente cómo tomarlo.

Ya que las cocineras estaban muy ocupadas ahora y necesitaban a todo el personal posible, Sinbad lo llevó a comer afuera en un restaurante de mariscos luego de su última charla en el invernadero.

Aunque no estaban solos, con ellos venía Esra, que en esta ocasión lucía bastante tranquila, incluso sonreía mientras su querido hijo, el mismísimo rey Sinbad, la llevaba de la mano por las calles.

Judar también tenía su lugar en el brazo libre de Sinbad, específicamente debajo. El japonés no sabía bien cómo debía sentirse con la repentina cercanía, pero nervioso no estaba.

¿Quizá cómodo?

La comida estuvo bastante buena, pero no se quitó a Sinbad de encima ni siquiera para ir al baño, ¿alguien tiene idea lo penoso que fue? De siete lugares justo va a su lado. Encima ni siquiera disimuló. El rey Sinbad es todo un caso.

Mantenerlo a raya durante el postre, un rico postre de manzana y mango, fue cosa fácil. Sospechó desde el momento en que el rey se sentó a su lado y no del lado de su madre, como era común. Además de que los dedos de su mano izquierda estaban un poco inquietos sobre la mesa hasta que finalmente bajó la mano.

Judar era bueno notando esa clase de lenguaje corporal, y luego de todo lo que han pasado...

Un pellizco bastó para que la mano traviesa que intentó tocarle el muslo se detuviera, y para que el rey gruñera mientras el japonés, muy tranquilo de la vida, se llevaba un trozo del postre a la boca con la mano libre.

Y esta tarde descubrió algo que no se esperaba.

Mientras observaba al rey ir y venir de acá para allá para arreglar la última maleta, el pensamiento de que iba a extrañarlo llegó de sorpresa.

¿Dónde quedó aquella mala imagen que se hizo desde el principio? Y aquellos pensamientos de que el rey era alguien malvado... ¡Injusto sí que era! Pero era ahora... distinto.

Se perdió tanto tiempo que el par de labios buscando los suyos lo asustó y soltó un grito del que no se siente nada orgulloso todavía.

— Mañana me voy. —Le había dicho.

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