Capítulo 10. Sorpresas y más sorpresas.

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Gotas de Agua.

Capítulo 10. Sorpresas y más sorpresas.

— ¿Judar, estás aquí? ¿Judar?

Puerta a puerta se abren bajo la mano de la reina, pero tras el otro lado no encuentra al japonés. Algo nerviosa, piensa por último en buscarlo en la habitación de su hijo, pero ahí tampoco está.

¿En el jardín? La reina no tarda en asomarse por una ventana y echar un vistazo. Puede ver a los centinelas a cargo del japonés caminar con los maseteros más grandes y a la princesa arrastrar con cubetas vacías. Pero ni rastro de Judar.

Baja las escaleras rápidamente y busca en la primera planta. ¿La cocina tal vez? Aunque el horario de la comida es muy estricto a orden suya, así que nadie debe estar en la cocina más que la cocinera y sus ayudantes.

Camina por el camino de piedra hasta su zona privada, aquella en donde cada mañana, tarde y noche comparte la comida con su hijo y en el último mes, con la visita especial. Tampoco hay rastro de Judar, ¿en dónde puede estar?

Finalmente, con un solo lugar posible, sale de su santuario privado y camina hacia el nuevo invernadero, y mientras más se va acercando puede ver a través de los cristales el interior. Alcanza a ver a alguien sentado frente al escritorio, con la cabeza recargada en el mismo. ¿Será?

Abre la puerta, el agradable calor del interior la recibe junto al fresco aroma de la menta. ¿Cultivan mental? El aroma parece natural, y es agradable.

Se acerca al escritorio, el largo cabello negro le confirma que es justo la persona que está buscando. Finalmente se detiene a su lado y, curiosa, se inclina hacia adelante para verle el rostro. Parece dormido. Ahora mira un poco la escena. Sobre el escritorio está el diario de jardín de Judar, y en la mano del mismo tiene un bolígrafo. ¿Estuvo aquí hasta tarde?

La reina ignora que el japonés tuvo una llamada con su hijo a las tres de la mañana, y que se vino hasta el invernadero para no despertar a Anwar.

Así que por eso no la acompañó en el desayuno y almuerzo de hoy, huh.

Va a sentir culpa, pero tiene que despertarlo. Lo necesita ahora mismo. Comienza por moverlo gentilmente por el hombro, y luego insiste un poco más.

— Judar, despierta... No quiero cenar sola hoy...

.

¿No pudo esta ser una cena normal?

No solo comparte mesa con una señorita tan molesta, sino que encima se atreve a enfrentarle con la mirada y a exigirle respuesta como si la mereciera.

Bien, quizá sí la merezca, pero no tiene derecho a gritarle a un rey así. No le agrada que una mujer a la que conoce poco le alce la voz así. ¿Y tiene algo de malo que hablar con Judar le guste tanto?

Alzó la voz, sí, lo sabe, y se rió mucho también; ¡pero no por eso tiene la culpa de que Judar no haya intentado contactarla!

Bueno, quizá sí tiene la culpa.

Okay, la culpa es suya.

El celular que le dejó solo puede hacer llamadas a su número, pero aun así no es excusa. Ni siquiera se trajo consigo el celular el japonés, ¡no lo dejó a la vista tampoco! Pero si Judar se esfuerza seguramente lo encuentra en algún cajón del baño.

Aunque sabe que Judal no es un cotilla como él.

Enarca una ceja, aburrido, e intenta prestar atención a lo que la señorita dice con tanto enojo pero no logra concentrarse ni un poco en sus palabras.

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