Son seis meses luego de la batalla, y las cosas están más o menos normales. Ella ya puede ver a George a los ojos, hablar y reír con él, y casi olvidar que algo está jodidamente mal. Está es su nueva normalidad.
Algunas veces, cuando llega a casa, le parece que está no es la normalidad que debería ser.
Ella guarda una botella de Whiskey de Fuego en los estantes, para días como esos.