Sonreíste cortésmente al sereno Slytherin de piel oscura que pasaba junto a ti, con sus ojos conectados con los tuyos, parecían mirar a través de ti. Las mariposas estallaban en tu estómago, como siempre lo hacían cuando estaba cerca.
Blaise levantó la cabeza, asintiendo con la cabeza una vez en forma saludo, con una pequeña sonrisa tirando de sus labios. Esto hizo que tu sonrisa floreciera en una auténtica mientras mirabas hacia adelante, desapareciendo en uno de los miles pasillos.
Tiras el cuello de tu camisa y aflojas tu corbata amarilla y negra. Aunque Hogwarts estaba situado en Escocia, era un lugar excepcionalmente caliente el castillo, las paredes de piedra parecen irradiar calor en lugar de traer el frío que te encantaba durante el invierno. Habías dejado tu capa y suéter en tu habitación, ya que era muy caliente incluso el pensar en usarlas.
Llegaste al pasillo de la cocina, llegando a la pila de barriles escondida en la esquina derecha del pasillo. En el segundo barril desde la parte inferior, usaste la contraseña. De inmediato, la tapa del barril se abrió, dejando al descubierto un pasadizo lo bastante grande para que pudieras pasar.
Te tropesaste con tus propios pies tan pronto como entraste en la sala común redonda, las ventanas circulares que retratan el tiempo real por una vez, en lugar de la misma vieja ilusión de hierba y dientes de león. Sonreíste ante el retrato de Helga Hufflepuff que descansaba sobre la repisa de madera, bajo las plantas colgantes del techo.
- Hola, Helga. - Saludaste.
- Hola, Gwen. - Ella respondió con una sonrisa, sus ojos azules irradiaban amabilidad y cariño. Aunque fuese sólo un retrato, Helga Hufflepuff era la madre de su casa, su naturaleza encantadora y amable te hacía sentir en tu hogar. - Veo que el señor Zabini todavía tiene ese efecto en ti, querida.
Un rubor se elevó hasta tus mejillas. Esperabas que nadie más hubiera escuchado eso
- He dado un corto paseo por el castillo -admitió con una sonrisa de culpabilidad-. Parece diferente.
- Sólo estaba siendo educada, ni siquiera estoy segura de que él sepa quién soy - Negaste, pasando una mano por tu cabello.
Helga solo sonrió, sus ojos parpadeantes mientras ella respondía: - Él sabe quién eres, cariño. Créeme. -
